martes, 31 de marzo de 2015

Tangled #1





CAPITULO 1

¿Ves ese bulto sin bañar y sin afeitar en el sofá? ¿El hombre con la sucia camiseta gris y pantalones rotos?
Ese soy yo, Peter Lanzani.

No suelo ser así. Es decir, ese no soy yo en realidad.
En la vida real, estoy arreglado, mi barbilla está afeitada, y mi cabello castaño está peinado hacia atrás en los lados de un modo que me han dicho me hace ver peligroso pero profesional. Mis trajes son hechos a medida. Uso zapatos de vestir que cuestan más que tu renta.
¿Mi departamento? Sí, en el que estoy ahora mismo. Las cortinas están cerradas, y los muebles brillan con un tinte azulado por la televisión. Las mesas y el piso están cubiertos con botellas de cerveza, cajas de pizza y botes vacíos de helado.
Este no es mi verdadero departamento. En el que suelo vivir está impecable; tengo una chica que viene dos veces a la semana. Y tiene cada comodidad moderna, cada juguete de niño-grande que puedas imaginar: sonido envolvente, altavoces satelitales y una gran pantalla de plasma que haría que cualquier hombre cayera de rodillas pidiendo más. La decoración es moderna, un montón de acero inoxidable negro, y cualquiera que entra sabe que ahí vive un hombre.
Entonces, como decía… lo que ven ahora mismo no es mi verdadero yo. Tengo un resfriado.
Influenza.

¿Has notado que algunas de las peores enfermedades en la historia tienen un nombre lírico? Palabras como malaria, diarrea, cólera. ¿Crees que hacen eso a propósito? ¿Para que sea un modo amigable de decir que te sientes como algo que ha salido del trasero de un perro?
Influenza. Tiene un agradable timbre al decirlo, si lo dices lo suficiente.
Al menos estoy bastante seguro que eso es lo que tengo. Es por eso que he estado refugiado en mi departamento los últimos siete días. Es por eso que apagué mi teléfono, es por eso que sólo me he parado del sofá para usar el baño o traer la comida que ordeno del chico de las entregas.
¿Cuánto dura el resfrío de todos modos? ¿Diez días? ¿Un mes? El mío comenzó hace una semana. Mi alarma sonó a las cinco de la mañana, como siempre. Pero en lugar de levantarme de la cama para ir a la oficina en donde soy una estrella, lancé el reloj al otro lado de la habitación, rompiéndolo como el día del juicio final.
Era molesto de todos modos. Estúpido reloj. Estúpido pitido.
Me di la vuelta y me volví a dormir. Cuando finalmente arrastré mi trasero fuera de la cama, me sentía débil y con náuseas. Mi pecho dolía; mi cabeza también. ¿Lo ves?... un resfrío, ¿cierto? Ya no pude dormir, así que me planté aquí, en mi confiable sofá. Era tan cómodo que decidí quedarme justo ahí. Toda la semana. Mirando los grandes éxitos de Will Ferrell en la televisión.
Anchorman: La Leyenda de Ron Burgundy está justo ahora. La he visto tres veces hoy, pero todavía no me he reído. Ni una vez. Quizás la cuarta vez sea la vencida, ¿eh?
Ahora hay un golpeteo en mi puerta.
Maldito portero. ¿Para qué demonios está aquí? Lo va a lamentar cuando reciba mi propina de Navidad este año, puedes apostar tu trasero.
Ignoró el golpeteo, aunque vuelve a sonar.
Y de nuevo.

—¡Peter! ¡Peter, sé que estás ahí! ¡abre la maldita puerta!

Oh no.
Es La Perra. También conocida como mi hermana, Euge.
Cuando digo la palabra perra la digo del modo más cariñoso posible, lo juro. Pero es lo que ella es. Exigente, obstinada, implacable. Voy a matar a mi portero.

—Si no abres esta puerta, Peter, voy a llamar a la policía para que la tire abajo. ¡Lo juro por Dios!

¿Ves a lo que me refiero?
Agarro la almohada que ha estado en mi regazo desde que el resfrío comenzó. Entierro la cara en ella e inhalo profundo. Huele a vainilla y lavanda. Fresco, limpio y adictivo.

—¡Peter! ¿me escuchas?

Pongo la almohada sobre mi cabeza. No porque huele a… ella… sino para bloquear el golpeteo que continua en mi puerta.

—¡Estoy sacando mi teléfono! ¡Estoy marcando! —la voz de Euge es aguda por la advertencia, y sé que no está jugando.

Suspiro profundamente y me obligo a mí mismo a pararme del sofá. La caminata a la puerta lleva tiempo; cada paso de mis piernas tiesas y doloridas es un esfuerzo.
Maldito resfriado.
Abro la puerta y me preparo para la ira de La Perra. Está sosteniendo contra su oído el último iPhone con una mano perfectamente cuidada. Su pelo rubio está recogido hacia atrás en un simple pero elegante moño, y un bolso verde oscuro cuelga de su hombro, del mismo tono que su falda 
—Euge es aficionada a la combinación.

Tras ella, viéndose apropiadamente contrito en su arrugado traje azul marino, está mi mejor amigo y colega, Agus Sierra.

Te perdono, Portero. Es Agus quien debe morir.

—¡Jesucristo! —grita Euge horrorizada—. ¿qué demonios te ha pasado?

Te dije que éste no era el verdadero yo.
No le contesto. No tengo la energía. Sólo dejo la puerta abierta y caigo boca abajo sobre mi sofá. Es suave y cálido, pero firme.
Te amo, sofá— ¿Alguna vez te lo he dicho? Bueno, te lo estoy diciendo ahora.
Aunque mis ojos están enterrados en la almohada, percibo a Euge y Agus entrando lentamente al departamento. Imagino la sorpresa en sus rostros por la condición del departamento. Echo un vistazo fuera de mi capullo y veo que el ojo de mi mente dio en el blanco.

—¿Peter? —la escucho preguntar, pero esta vez hay preocupación entrelazada a lo largo de la corta sílaba.

Después está cabreada de nuevo.

—Por el amor de Dios, Agus, ¿Por qué no me llamaste antes? ¿Cómo pudiste dejar que pasara esto?
—¡No lo había visto, Eu! —dice Agus rápidamente. ¿Lo ves? Él también le tiene miedo a La Perra—. Vine todos los días. A mí no me abría la puerta.

Percibo que el sofá se hunde cuando ella se sienta a mi lado.

—¿Peter? —dice en voz baja. Siento su mano pasar suavemente por la parte de atrás de mi cabello—. ¿Cariño?

Su voz suena tan dolorosamente preocupada, me recuerda a mi madre. Cuando era un niño y estaba enfermo en casa, mamá venía a mi cuarto con chocolate caliente y sopa en una bandeja. Me besaba la frente para ver si aún estaba ardiendo en fiebre. Ella siempre me hacía sentir mejor. El recuerdo y los parecidos actos de Euge trajeron humedad a mis ojos cerrados.
¿Soy un desastre o qué?

—Estoy bien, Eugenia —le digo, aunque no estoy seguro de si me oye. Mi voz está perdida en la almohada con el dulce aroma—. estoy resfriado.

Escucho el abrir de una caja de pizza y un gemido cuando el hedor de queso podrido y salsa fluye del recipiente.

—No es precisamente la dieta de alguien con un resfriado, hermanito.

Escucho además que arrastran con los pies botellas de cerveza y basura, y sé que ella está empezando a arreglar el desorden. No soy el único fanático de la limpieza en mi familia.

—¡Oh, esto simplemente está mal! —inhala bruscamente, y, a juzgar por el hedor que se une a al aroma de la pizza podrida, estoy pensando que acaba de abrir un envase de helado de hace tres días que no estaba tan vacío como yo creía.
—Peter —sacude mis hombros suavemente. Me rindo y me siento, frotando el cansancio de mis ojos mientras lo hago—háblame —implora— ¿qué está sucediendo? ¿Qué pasó?

Mientras miro la afligida expresión de mi gran perra hermana, soy lanzado veintidós años atrás en el tiempo. Tengo seis años de edad y mi hámster, Sr. Wuzzles, acaba de morir. Y al igual que ese día, la dolorosa verdad es arrancada de mis pulmones.

—Finalmente pasó.
—¿Qué pasó?
—Lo que has estado deseando que me pase todos estos años —susurré—me enamoré.

Alzo la vista para ver la silueta de una sonrisa. Es lo que ella siempre había querido para mí. Ha estado casada con Nico por siempre, ha estado enamorada de él incluso más tiempo. Así que nunca ha estado de acuerdo con el modo en que vivo mi vida y no puede esperar para que yo siente cabeza. Para que encuentre a alguien que cuide de mí, del modo en que ella cuida de Nico. Del modo en que nuestra madre aún cuida de nuestro papá.
Pero le dije que nunca pasaría… no era lo que yo quería. ¿Por qué llevar un libro a la librería? ¿Por qué llevar arena a la playa? ¿Por qué comprar la vaca cuando consigues gratis la leche?
¿Comienzas a ver el punto aquí?
Así que, la veo comenzar a sonreír cuando, con una voz tímida que ni siquiera reconozco, digo: 


—Va a casarse con alguien más. Ella no… ella no me quiere a mí, Eu.

La compasión se extiende por el rostro de mi hermana, como mermelada en un pan. Y después determinación. Porque Eugenia es una persona que arregla. Puede destapar caños, parchar paredes abolladas y remover manchas de cualquier alfombra. Ya sé lo que pasa por su cabeza en este momento: si su hermanito está roto, ella solamente lo volverá a recomponer.
Desearía que fuera tan fácil. Pero no creo que todo el pegamento del mundo vaya a volver a recomponer mi corazón.
¿Mencioné que también tengo algo de poeta?

—Está bien. Podemos arreglar esto, Peter.

¿Conozco a mi hermana o qué?

—Ve a tomar una larga ducha caliente. Limpiaré este desastre. Después, vamos a salir. Los tres.
—No puedo salir —¿no ha estado escuchando? —estoy resfriado.

Sonríe compasivamente.

—Necesitas una buena comida caliente. Y una ducha. Entonces te sentirás mejor.

Tal vez ella tiene razón. Dios sabe que lo que he estado haciendo durante estos últimos siete días no me ha hecho sentir mejor. Me encojo de hombros y me levanto para hacer lo que ella dice. Como un niño de cuatro años con su mantita, me llevo mi preciada almohada conmigo.
En mi camino al baño, no puedo evitar pensar en cómo pasó todo. Una vez tuve una buena vida. Una vida perfecta. Y luego todo se fue a la mierda.
Oh… ¿quieres saber cómo? ¿Quieres escuchar mi tragedia? De acuerdo. Todo comenzó hace unos meses, en una noche de sábado normal.
Bueno, normal para mí de todos modos.

Cuatro meses antes.

—Joder, sí. Se siente bien. Sí, así.

¿Ven a ese hombre —traje negro, endemoniadamente guapo? ¿Sí, el que está recibiendo una mamada de la atractiva pelirroja en el compartimento del baño? Ese soy yo. El verdadero yo. YAR: Yo Antes del Resfriado.

—Dios, nena, voy a correrme.

Congelemos la imagen por un segundo.
Para aquellas mujeres ahí afuera que están escuchando, déjenme darles un consejo gratis: ¿si un hombre que acaban de conocer en un club les dice nena, cariño, ángel, o cualquier otra expresión cariñosa? No cometan el error de pensar que le gustas tanto que ya está pensando en apodos cariñosos.
Es porque no puede o no le importa recordar tu verdadero nombre.
Y ninguna chica quiere ser llamada por el nombre equivocado cuando está de rodillas haciéndote una mamada en el baño de hombres. Así que, sólo para estar seguros, me incliné por nena.
¿Su nombre real? ¿Acaso importa?

—Joder, nena, me corro.

Aparta la boca con un pop y lo atrapa como una de las ligas mayores mientras acabo en su mano. Después, voy al lavabo para limpiarme y subirme el cierre. La pelirroja me mira con una sonrisa mientras se enjuaga la boca con una botella de enjuague bucal tamaño viaje que saca de su bolso.
Encantador.

—¿Qué tal una bebida? —pregunta, en lo que pienso ella considera una voz sensual.

Pero he aquí un dato para ti… una vez que término, término. No soy el tipo de hombre que monta dos veces la misma montaña rusa. Una vez es suficiente, y después la emoción se va y también el interés.
Pero, mi madre sí me educó para ser un caballero.

—Claro, encanto. Ve a buscar una mesa, nos compraré algo del bar —pelirroja puso bastante esfuerzo en hacerme una mamada, después de todo. Se ha ganado una bebida.

Después de abandonar el baño, se dirige a una mesa, y yo voy hacia el oh-tan-atestado bar. Sí mencioné que era sábado por la noche, ¿cierto? Y esto es REM. No, no R.E.M1—rem, como en sueño REM2, como cuando duermes. ¿Comprendes?
Es el mejor club en Nueva York. Bueno, al menos esta noche lo es. Para la siguiente semana será algún otro club. Pero la ubicación no importa. El guion siempre es el mismo. Cada fin de semana mis amigos y yo venimos aquí juntos pero nos vamos separados— y nunca solos.
No me mires así. No soy un mal tipo. No miento; no embauco a las mujeres con floridas palabras sobre un futuro juntos y amor a primera vista. Voy directo al grano. Busco pasar un buen rato, por una noche, y así se los hago saber. Eso es mejor que el noventa por ciento de los otros hombres aquí, créeme. Y la mayoría de las chicas aquí están buscando lo mismo que yo.
De acuerdo, tal vez eso no exactamente cierto. Pero no puedo evitarlo si ellas me ven, me joden, y de repente quieren dar a luz a mis hijos. Ese no es mi problema. Como dije, les digo cómo son las cosas, les hago pasar un buen rato y luego les pago el viaje a casa en taxi. Gracias, buenas noches. No me llames, porque tan seguro como la mierda que yo no voy a llamarte.

Finalmente pasando por entre la multitud del bar, ordeno dos bebidas. Me tomo un momento para mirar los cuerpos retorciéndose y girando, fundidos el uno en el otro en la pista de baile mientras la música vibra por todos lados.
Y entonces la veo, a cuatro metros y medio de donde estoy parado, esperando pacientemente pero viéndose un poco incómoda entre la masa con brazos levantados, ondeando dinero, deseosos de alcohol tratando de conseguir la atención del barman.
¿Te dije que soy poético, cierto? La verdad es que, no siempre lo fui. No hasta ese momento. Ella es magnífica, angelical, preciosa. Elige una palabra, cualquier maldita palabra. La línea de su trasero es, por un momento, me olvido cómo respirar.
Su cabello es largo y castaño y brilla incluso en la tenue luz del club. Lleva un vestido rojo sin espalda, sexy pero con clase, que acentúa cada curva perfectamente tonificada. Su boca es llena y exuberante, con labios que ruegan por ser violados.
Y sus ojos. Dulce madre de Dios. Sus ojos son grandes y redondos e infinitamente oscuros. Imagino esos ojos mirándome hacia arriba mientras toma mi polla en su cálida boquita. El apéndice en cuestión despierta a la vida inmediatamente con el pensamiento. Tengo que tenerla.

Rápidamente me acerco, decidiendo aquí y ahora que ella es la afortunada mujer que tendrá el placer de mi compañía por lo que resta de la noche. Y qué placer pienso hacerlo.
Llegando justo cuando ella abre la boca para ordenar una bebida, intervengo con


—La dama va a tomar… —la miro para conjeturar lo que estaría tomando. Ese es uno de mis talentos. Algunas personas son bebedores de cerveza, otros de whisky con soda, otros de vino añejo, otros de brandy o dulce champaña. Y siempre puedo decir quién toma qué… siempre—… un Veramonte Merlot, 32003.

Ella se gira hacia mí con una ceja levantada, y sus ojos me evalúan de pies a cabeza. Decidiendo que no soy un perdedor, dice:

—Eres bueno.

Sonrío.

—Veo que mi reputación me precede. Sí, lo soy. Y tú eres hermosa.

Se sonroja. En verdad sus mejillas adquieren un maldito color rosado y aparta la mirada. ¿Quién se sonroja todavía? Es condenadamente adorable.

—Así que, ¿qué dices si buscamos un lugar más cómodo… y privado? ¿Para que podamos conocernos mejor?

Sin vacilar, contesta:

—Estoy aquí con mis amigas. Estamos celebrando. No suelo venir a lugares como éste.
—¿Qué celebramos?
—Acabo de terminar mi MAE 4y empiezo un nuevo trabajo el lunes.
—¿En serio? Qué coincidencia. Soy un administrador por mi cuenta. ¿Tal vez hayas oído de mi empresa? ¿Lanzani, Reinhart y Fisher? — Somos la mejor banca especializada de inversiones en la ciudad, así que estoy seguro de que está debidamente impresionada.

Hagamos una pausa aquí, ¿de acuerdo?
¿Viste el redondeo de la preciosa boca de la mujer cuando le dije en dónde trabajo? ¿Viste que abrió los ojos como platos? Eso debería haberme dicho algo.
Pero no lo noté a tiempo… estaba demasiado ocupado echando un vistazo a sus tetas. Son perfectas, por cierto. Más pequeñas de lo que normalmente elijo, no más que un puño. Pero por lo que a mí respecta, un puño es todo lo que necesitas.
Mi punto es, recuerdan esa mirada de sorpresa… tendrá sentido más tarde. Ahora, de regreso a la conversación.

—Tenemos mucho en común —digo—. Ambos estamos en los negocios, a ambos nos gusta un buen vino tinto… creo que nos debemos a nosotros mismos ver a dónde nos podría llevar esto esta noche.

Se ríe. Es un sonido mágico.
Ahora debería explicar algo aquí. Con cualquier otra mujer, en cualquier otra noche, para entonces ya estaría en un taxi, con mi mano en su vestido y mi boca haciéndola gemir. Sin dudas. Para mí, esto es trabajar por ello. Y muy extrañamente, es algo excitante.

—Soy Peter, por cierto —extiendo la mano—. ¿Y tú eres?

Levanta su mano.

—Comprometida.

Decidido, tomo su mano y beso sus nudillos, rozándolos tan ligeramente con mi lengua. Veo a mi reacia belleza tratar de suprimir un escalofrío, y sé, que a pesar de sus palabras, estoy consiguiéndola.
Verás, no soy del tipo que en verdad escucha lo que la gente dice. Presto atención a cómo lo dicen. Puedes aprender un montón de alguien si sólo te tomas el tiempo de mirar el modo en que se mueven, el cambio en sus ojos, la elevación y caída de su voz.
Ojos de Cervatilla puede que me esté diciendo que no… ¿pero su cuerpo? Su cuerpo está gritando, Sí, sí, fóllame en el bar. En el lapso de tres minutos, me ha dicho por qué está aquí, qué hace para vivir, y me ha permitido acariciar su mano. Esos no son los actos de una mujer que no está interesada… son los actos de una mujer que no quiere estar interesada.
Y definitivamente puedo trabajar con eso.
Estoy a punto de opinar de su anillo de compromiso; el diamante es tan pequeño que incluso en una inspección de cerca, no puede ser ubicado. Pero no quiero ofenderla. Dijo que acaba de graduarse. Tengo amigos que tienen que pasar por la escuela de negocios, y los préstamos pueden ser aplastantes.
Así que me inclino por una táctica diferente: honestidad 


—Incluso mejor. ¿No vienes a lugares como estos? No tengo relaciones amorosas. Encajamos perfectamente. 

Deberíamos explorar más esta conexión, ¿no crees?
Se ríe de nuevo, y nuestras bebidas llegan. Ella toma la suya.

—Gracias por la bebida. Debería regresar con mis amigas ahora. Ha sido un Le doy una rápida sonrisa, incapaz de contenerme a mí mismo.
—Nena, si me dejas sacarte de aquí, le daré a la palabra placer un significado completamente nuevo.

Sacude la cabeza con una sonrisa, como si estuviera consintiendo a un niño malhumorado. Después grita por encima de su hombro mientras se aleja:

—Que tenga una buena noche, Sr. Lanzani.

Como dije, normalmente soy un hombre observador. Sherlock Holmes y yo, podríamos juntarnos. Pero estoy tan cautivado por la vista de ese dulce trasero, que no logro verlo al principio.
¿Te diste cuenta? ¿Captaste el pequeño detalles que pasé de largo?
Así es. Me llamó “Sr. Lanzani”… pero nunca le dije mi apellido. Recuerda eso también.
Por el momento, dejo que la misteriosa mujer de pelo negro se retire. Pienso soltarle algo la cuerda, después recoger el sedal: anzuelo, cuerda y atrapada. Planeo perseguirla el resto de la noche si tengo que hacerlo.
Sencillamente ella es así de malditamente sexy.
Pero entonces Pelirroja, síp la del baño de hombres, me encuentra.

—¡Ahí estás! Pensé que te había perdido —empuja su cuerpo contra mi costado y frota mi brazo íntimamente
— ¿Qué tal si vamos a mi casa? Está a la vuelta de la esquina.
Ah, gracias—pero no gracias. Pelirroja rápidamente se ha convertido en un débil recuerdo. Mi mira está fijada en mejores, más intrigantes prospectos. Estoy a punto de decírselo cuando otra pelirroja aparece junto a ella.
—Esta es mi hermana, Mandy. Le hablé de ti. Ella piensa que los tres podríamos… tú sabes… pasar un buen rato.

Mi mirada se vuelve hacia la hermana de la Pelirroja— su gemela, de hecho. Y en un abrir y cerrar de ojos, mis planes cambian. Lo sé, lo sé… dije que no monto la misma montaña rusa dos veces. ¿Pero montañas rusas gemelas?
Déjame decirte, ningún hombre dejaría pasar un viaje como ese.


CONTINUARA...

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TANGLED PROLOGO

TANGLED PROLOGO

Peter Lanzani es un ganador. Guapo y arrogante, hace tratos de negocios multimillonarios y seduce a las más hermosas mujeres de Nueva York con sólo una sonrisa. Tiene amigos leales y una familia indulgente. ¿Entonces por qué ha estado encerrado en su departamento con las persianas cerradas por siete días, miserable y deprimido?
Él te dirá que tiene gripe.
Pero todos sabemos que eso no es realmente cierto.




Lali Esposito es brillante, hermosa y ambiciosa. Se rehúsa a dejar que nada, ni nadie, estropee su camino al éxito. Cuando Lali es contratada como la nueva socia de la firma de banca de inversiones del padre de Peter, cada aspecto de la vida del galante mujeriego es lanzado en picada. La competencia profesional que ella provoca es desconcertante, la atracción de él hacia ella distrae, su fracaso en atraerla a su cama es desesperante.


Entonces, justo cuando Peter está en la cúspide de tener todo lo que quiere, su abrumadora confianza amenaza con arruinarlo todo. ¿Será capaz de desenmarañar sus sentimientos de lujuria y cariño, frustración y plenitud? ¿Se mostrará a la altura del más importante desafío de su vida?
¿Podrá Peter Lanzani
 ganar en el amor?

Tangled no es la novela romántica de tu madre. Es una escandalosa, apasionada e ingeniosa historia de un hombre que sabe mucho de mujeres... sólo que no tanto como él cree que sabe. Conforme cuenta su historia, Peter aprende que la única cosa que nunca quiso en la vida, es la única sin la que no puede vivir.




MAÑANA SUBO EL PRIMER CAPITULO DE ESTA NOVELA QUE AMI ME ENCANTO Y ESPERO QUE A VOSOTRAS TAMBIEN BESOS.

Wild Horses 40




MARATON 7/?

CAPITULO 40

La luz volvió al lugar, iluminando el departamento y el sector en el cual él estaba parado. Era un sueño, ella estaba segura de eso. Estaba realmente empapado, con un pequeño bolso en la mano. Estaba vestido de una manera diferente a la que ella estaba acostumbrado verlo. Llevaba una camiseta blanca, que a causa de la lluvia se le pegaba al cuerpo, unos pantalones color crema y unas zapatillas de lona negras. Era un Peter muy despreocupado, vestido de aquella forma. Respiraba como si hubiese estado corriendo mucho.

—Perdón —fue lo primero que los labios masculinos soltaron.

Ella sonrió emocionada y luego se mordió el labio inferior para tirarse sobre él y plantar su boca en la suya.
Peter la abrazó con fuerza contra él, sintiéndose completamente dichoso de ser amado por Lali. Le respondió el beso desesperadamente. La había extrañado demasiado. Lali soltó su boca solo para besarle el resto de la cara. Él rió por lo bajo y luego ella lo abrazó, escondiendo el rostro en su cuello.

—¿No es un sueño, verdad? —le preguntó.
—No, princesa —susurró él mientras le acariciaba la espalda —No es un sueño. Vine a buscarte… no podía seguir viviendo sin ti…

Ella se alejó un poco para mirarlo a los ojos. Debería simplemente arrojarle algo por la cabeza y decirle que no lo necesitaba. Pero… ¡No podía! No podía hacerlo. Porque aquello sería completamente mentira. Claro que lo necesitaba… por Dios, lo necesitaba tanto.

—Ay, Peter, te necesito tanto…
—Ya estoy aquí, mi amor —sonrió levemente y acarició su rostro —Perdóname, por haber sido tan imbécil, Lali.
—Ya está, ya no me pidas más perdón… ya estás aquí. Eso es todo lo que necesito, mi amor, mi vida —lo besó de nuevo en los labios.

Y aquel suave beso pasó a ser demandante y desesperado. Ambos sabían lo que necesitaban. En ese momento no podían detenerse y ponerse a hablar de todo lo que había pasado. Necesitaban sentirse, ser uno…
Lali acercó a Peter un poco más a ella, incitándolo a entrar del todo al departamento. El ojiverde dio los primeros pasos, pero entonces recordó que su bolso estaba afuera. Maldita sea, realmente necesitaban controlarse un poco. Soltó los labios femeninos.

—Mi amor, mis cosas —susurró agitado.

Lali lo soltó al instante y rió algo nerviosa. Simplemente se estaba comportando como una desesperada. Él estaba empapado y seguramente cansado por el largo viaje. Era una pervertida. Peter tomó su bolso y entró al departamento de Lali. Ella cerró la puerta y soltó un suspiro cuando se giró a verlo. Todavía no podía creer que él estuviera allí.

—¿Quieres darte un baño? —le preguntó. Peter estaba mirando atentamente a su alrededor. Aquel lugar era agradable. Él volvió la mirada a ella…
—¿Qué tipo de baño? —quiso saber. Ella sonrió.
—Un baño… para poder ponerte cómodo y sacarte esa ropa mojada.
—¿Lo tomare solo?

La morena sintió cosquillas en su vientre, y en su mente se filtró la imagen de él y ella en la ducha. Sería grandioso. Aunque ella ya se había bañado. Pero al demonio, no iba a gastarse por un poco más de agua.

—¿Te gustaría que te acompañe? —le preguntó.
—Estoy loco por ello.

Lali sonrió pícaramente y lo tomó de la mano para conducirlo hacia el pequeño baño que aun retenía algo de vapor en su interior. Encendió la luz y giró rápidamente para encontrarse con la boca de su salvaje.
Peter vagó sus manos sobre el cuerpo de ella mientras sus lenguas se encontraban en un caliente baile. Le quitó la pequeña bata. Aquel pequeño camisón que llevaba puesto comenzaba a estorbarlo de una manera increíble.
Lali fue un poco más rápida, soltó sus labios para poder quitarle la camiseta mojada y tirarla al suelo. Él copió su acción y se deshizo de su camisón.
Lali soltó una pequeña risita y se escapó de sus brazos para entrar a la ducha y prender el agua. Desesperadamente Peter terminó de quitarse el resto de sus ropas y entró detrás de ella. Intentó abrazarla de nuevo, pero Lali se hizo a un lado dejando que el agua cayera sobre él.

—Primero la ducha —dijo ella y entonces tomó la esponja y la llenó de jabón para después comenzar a pasarla sobre el pecho de él. Levantó la mirada para encontrarse con sus mieles ojos llenos de amor y deseo. Antes de que se derritiera por él lo hizo girar para poder pasar la esponja por aquella majestuosa espalda —¿Cómo llegaste hasta aquí?
—Charlie me fue a buscar al aeropuerto —le contó él sobre su hombro. Ella bajó la esponja hasta sus hermosas nalgas. Sonrió al ver que él daba un respingo.
—¿Por qué decidiste venir? —quiso saber.
—Porque era infeliz sin ti, Lali —dijo él entonces giró, quitándole la esponja de la mano y mirándola como jamás ningún hombre la había mirado – Porque cuando tenía 13 años no podía ir detrás de ti, no sabía lo que realmente era el amor. Pero ahora si pude, tardé un poquito, pero pude. No iba a pederte de nuevo…

Ella sonrió con lágrimas en los ojos y él la tomó de la nuca para acercarla a sus labios y besarla dulcemente. Lali gimió suavemente ante la sensación de tener de nuevo su cuerpo pegado al suyo. La colocó con cuidado contra la pared de la ducha… Ella no pudo respirar cuando él bajó la cabeza para atormentar sus pechos. El éxtasis la invadió. Enterró las manos en sus cabellos acercándolo más a ella.
Peter estaba desesperado por tocarla, por hacerla reaccionar, por escuchar como susurraba su nombre con aquella encantadora nota de placer. Volvió a subir sus besos hasta encontrar el lugar dónde latía desencadenadamente su pulso.
La lamió allí con cuidado…

—Te amo, Peter —susurró ella en su oreja —te he amado toda mi vida…

Ella se agarró con fuerza de sus hombros y soltó un alto gemido cuando él entró en ella de manera imprevista, llenándola completamente. Era el paraíso.
Peter gruñó por el sentimiento de estar dentro de ella otra vez. Cada parte de su ser gritaba aliviado. Estaba en dónde tenía que estar. Alzó la vista para encontrarse con aquellos hermosos ojos marrones mirándolo necesitadamente.
El agua caliente de la ducha caía sobre ambos, mezclándose con sus gemidos y la leve transpiración que bañaba a ambos. Y el lugar al que ambos querían llegar los envolvió. Lali enterró las uñas en sus brazos mientras gritaba su nombre y se envía a si misma contra él una y otra vez. Peter se le unió, mirándola siempre a los ojos, para dejarle ver cuanto amor le tenía.
Cuando todo se calmó, ella lo abrazó con fuerza, escondiendo el rostro contra su pecho. Depositó un suave besó sobre el lado dónde latía su corazón. Peter le alzó el rostro y besó cortamente sus labios.

—Te amo, princesa, te amo.
—También yo a ti —le besó y decidieron terminar con aquella ducha.

Terminaron y se secaron con dos grandes toallas blancas. Lali volvió a ponerse su camisón mientras que Peter solo sacó un pantalón de dormir de su bolso.
Apagaron las luces del departamento y Lali lo llevó hasta la habitación. Se dejaron caer en la cama y ella se acurrucó como un animalito contra él. Afuera seguía lloviendo, pero ella ya estaba completamente tranquila, no estaba sola.
Peter comenzó a acariciar su cabello y cerró los ojos, sintiéndose completamente en paz. Había sido la mejor decisión de su vida venir por ella, claro que si.

—Peter —lo llamó.
—¿Qué, mi amor? —preguntó en un susurró.

Ella se acomodó mejor contra su pecho y alzó la cara para poder mirarlo. Sonrió al verlo con los ojos cerrados.

—¿Vas a quedarte conmigo?

Él abrió los ojos y la miró. Su corazón palpitó… era como tener un caballo salvaje latiendo en su tórax. Ella lo hacía sentir así, salvaje, libre, completamente ajeno al mundo que los rodeaba. Iría con ella hasta el fin del mundo si era necesario.

—Iré a dónde vayas, mi amor —le dijo. Ella suspiró aliviada y lo besó antes de volver a acomodarse para dormir.
—Mañana voy a llevarte a conocer toda la cuidad —le aseguró.
—Eso me asusta… por lo poco que vi mientras venía en ese auto amarillo, horrible color para un auto, parece una jungla de cemento.
—Lo es —asintió divertida —pero sé que va a gustarte. Pero, mi amor, volveremos al campo, o iremos a otro, no lo sé, pero sé que estaremos bien.
—Yo también sé eso, mi vida —suspiró —hasta mañana, enana de mi corazón.
—Hasta mañana, príncipe salvaje de mis sueños.

Cerraron los ojos y durmieron con una leve sonrisa en el rostro. Un nuevo comienzo los esperaba.



FIN.


ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO LA NOVELA Y ADEMAS NO TIENE EPILOGO ASIQUE DIRECTAMENTE SUBO EL PROLOGO DE TANGLED BSS





PD: QUIEREN QUE SUBA AHORA EL PROLOGO Y EL PRIMER CAPITULO???

lunes, 30 de marzo de 2015

Wild Horses 39




MARATON 6/?

CAPITULO 39

Una semana después…

Él arrojó el pedazo de tronco caído que llevaba sobre su hombro, en medio de la caballeriza. Los caballos protestaron ante el molesto sonido que irrumpió en la paz en la cual se encontraban. Peter suspiró y se secó la frente con el dorso de su mano. Tomó el hacha que había apartado y se dispuso a cortar el tronco en pequeños pedazos de madera para una futura fogata o lo que se precisara.
Hacía exactamente una semana que su vida era simplemente una porquería. No podía dormir, no quería comer. Ni siquiera sabía como era que seguía respirando. Todas las noches soñaba con ella y se despertaba a la mitad de su sueño para darse cuenta de que no estaba allí. Se sentía miserable. Era miserable sin ella.
Extrañaba verla sonreír, escucharla hablar, sentirla respirar. Extrañaba salir a cabalgar con ella. Extrañaba el calor de sus labios, su sabor.
Comenzó a cortar la madera con más fuerza. En todas las veces que ella había llamado jamás pidió hablar con él. Y lo sabía porque en más de una ocasión se había tomado el atrevimiento de escuchar la conversación por otro teléfono.

—Realmente eres un imbécil —dijo sacándolo de sus pensamientos.

Algo agitado dejó de hachar la madera y se enderezó para mirarlo.

—No estoy de humor para tolerarte, Gas —le advirtió.
—Óyeme, yo no tengo la culpa de que seas completamente infeliz en este momento. Tú eres el único culpable.

Peter lo miró coléricamente y comenzó a hachar de nuevo. Gas negó con la cabeza y suspiró. ¿Es que acaso su primo era un completo imbécil?

—¿No tienes nada más importante que hacer que estar ahí parado mirándome como un idiota, Gas? —le preguntó sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.
—Solo estoy tratando de entender por qué mi primo se está comportando como todo un cobarde…

Peter suspiró y tiró el hacha a un costado para mirar de frente al rubio.

—La amo, ¿entiendes eso? —preguntó.
—¿Y por qué sigues aquí, eh? ¿Por qué si tanto la amas no vas a buscarla? Peter… por una vez en tu vida, deja de pensar en el campo. No va a morirse, va a estar aquí siempre, esperándote. Pero Lali no, y creo que ella te necesita más a ti que el campo en este momento.
—No es tan fácil…
—¡Claro que es fácil, Peter! —exclamó —¿no eras tú el que me decía que debía jugarme por Rochi? —preguntó —Mírame, me jugué por ella y ahora su padre ha aceptado nuestra relación. Robert Igarzabal me acepta porque yo me jugué por su hija. ¿Qué hiciste tú por Lali? la dejaste ir…
—¿Qué pasa si no funciona? —preguntó frustrado.
—Jamás vas a saberlo si no te arriesgas. Por lo que sé Lali ha estado como loca con todas las cosas que tiene para hacer. Y con la ayuda de Poli no le basta, necesita de alguien más. Y ese alguien… eres tú…

Peter asintió levemente. Cada palabra que Gas le acababa de decir era cierta. Él se estaba comportando como un completo cobarde. Dejó que ella se fuera pensando que no la amaba realmente. La dejó ir y enfrentar las cosas sola. Realmente no se merecía el amor de esa mujer. Pero le rogaba a Dios que lo aceptara cuando fuera a buscarla. Si, eso mismo iba a hacer… en ese preciso momento.

Ella llegó a su departamento completamente destruida. Estar a cargo de una empresa jamás creyó que sería tan frustrante. Todos consultaban con ella. Todos la necesitaban. Todos le preguntaban que estaba bien y que estaba mal. Ahora entendía el estres por el cual había pasado su padre. Por eso mismo quería encontrar rápidamente un comprador.
Entró a su cuarto, se quitó los incómodos zapatos de tacón y se dio una pequeña ducha, para relajar un poco los músculos de su cuerpo. Se puso se camisón de dormir y encima una pequeña bata de seda. El clima había refrescado un poco por esos lados. Desde que había llegado los días habían estado algo nublados, como su vida.
A pesar de estar ocupada todo el día, no podía dejar de pensar en Peter, en cuanto lo extrañaba y necesitaba. Las veces que había llamado, había evitado preguntar por él. Solo para no sentirse peor. Extrañaba cada cosa de él. Su sonrisa, su voz, su mirada, sus besos, sus abrazos, su aroma…
Voy a estar bien, tengo que estar bien.
Pensó. Pero cada día que pasaba era una tortura. Daría lo que fuera por tenerlo allí con ella. Para que la ayudara con la empresa, para acompañarla en la cena, para mimarla en la noche. Necesitaba a su príncipe salvaje, más de lo que necesitaba vender la maldita empresa familiar.
El teléfono de su departamento comenzó a sonar. Corrió a atender antes de que cortaran.

—¿Hola? —atendió.
—¿Qué estás haciendo, Sweetness? —le preguntó él.
—Hola, Poli —suspiró y llevó el teléfono inalámbrico con ella hacia la cocina. Iba a cocinarse algo —acabo de llegar a casa.
—¿Tan tarde? —preguntó él —son casi las 10 de la noche, cariño.
—Lo sé, lo sé —asintió ella y comenzó a buscar algo en su refrigerador —pero las cosas en la oficina son un caos. No sabía que papá tenía tantos negocios por resolver y esas cosas.
—Debes estar agotada —dijo él preocupado —¿quieres que vaya a quedarme contigo?
—No, Poli, muchas gracias. Pero voy a comer algo y me voy a tirar a dormir. Necesito descansar, por el amor de Dios.
—Bueno —rió él —entonces te dejo tranquila. Solo llamaba para ver como estabas y para avisarte que ya resolví el problema de los pagares.
—Oh Dios, eso es genial —aseguró —muchas gracias, hermana, eres genial.
—Ya lo sé —dijo orgulloso —Te amo, adiós.
—Yo también. Adiós.

Colgó con una pequeña sonrisa en los labios. De verdad ella no sabía que sería de su vida si no tuviera a Pablo Marinez a su lado. El sonido del agua llegó a sus oídos. Frunció el ceño y se acercó a la ventana de la cocina. Llovía torrencialmente. Y de repente el sonido de un rayo, acompañado de un pequeño temblor, llegó a ella. La piel se le erizó del miedo y las luces del departamento se apagaron dejándola completamente a oscuras.

—Maldita sea, esto no puede estar pasando —murmuró entre dientes y salio de la cocina.

Acostumbró su mirada a la penumbra. Todo estaba tan oscuro y el sonido de la lluvia le daba aun más aquel aspecto tenebroso. Odiaba estar sola en momentos como ese.
Entonces unos golpes llegaron desde la puerta principal. Ella se paralizó. OH POR DIOS. ¿Quién podía ser a esa hora? Respiró profundamente y tomó un pequeño palo de metal que estaba cerca de la chimenea artificial que tenía en su sala de estar. Se acercó con cuidado a la puerta… tal vez ella solo estaba loca y era el encargado del edificio informando que había un corte parcial en el edificio. Bajó su arma de defensa pero no la soltó. Llegó a la puerta y la persona que estaba del otro lado volvió a golpear. El pulso de la morena se aceleró. Intentó mirar por la pequeña mirilla, pero del otro lado todo estaba oscuro y solo podía distinguir una enorme figura negra del otro lado. ¿Y si no era el encargado y era un asesino como en las películas de terror? Se le congeló la sangre.

—¡Lali, mi amor, ábreme por favor!

Ella se quedó totalmente quieta al oír aquella voz. Entonces no lo dudó más y abrió la puerta para encontrarse de frente con un empapado príncipe salvaje que fue hermosamente iluminado por un trueno que acababa de sonar.


CONTINUARA...

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Wild Horses 38




MARATON 5/?

CAPITULO 38

Ella terminó de sacar la última valija que le quedaba. Charlie la tomó y la metió en el baúl de la camioneta que iba a llevarla a ella y a Poli a tomar el avión que salía dentro de dos horas de allí. Soltó un suspiro y miró hacia la casa que estaba detrás de ella. Su mejor amigo salía de allí con todos sus bolsos y cosas. Ella sonrió levemente y se acercó a para ayudarlo.
—¿Por qué te niegas a decirme que pasó? —le preguntó él y la dejó ayudarlo.
—Ya te dije que no pasó nada, Poli…
—Mentira —sentenció él —llegaste llorando y te encerraste en tu cuarto a hacer las valijas.
—Solo las cosas no van a suceder como yo lo creí…
—¿Lo vas a dejar aquí? —preguntó.
—No puedo obligarlo a ir conmigo… este es su lugar y lo entiendo.
—Debería ir a patearle el trasero… —ella sonrió y llegaron hasta Charlie. El chofer terminó de acomodar las cosas. Carlos salió de la casa con Mimí del brazo.
—¿Están listos? —les preguntó.
Lali respiró profundamente y asintió. Su padre se acercó a ella y le dio los pasajes y varias carpetas con negocios y esas cosas. El cielo relampagueó y ellos miraron hacia arriba. Ya comenzaba a lloviznar.
—Vamonos —informó Charlie —antes de que los caminos se llenen de lodo y lleguemos más tarde de lo que tenemos que llegar.
El chofer se subió al auto y prendió el mismo. Poli se acercó a Mimí para abrazarla cariñosamente.
—Te voy a extrañar muchísimo, Mimí, eres un encanto de mujer. Y yo mismo me voy a encargar de mandar a hacerte el mejor vestido de novias del mundo…
Mimí sonrió con los ojos vidriosos.
—Muchas gracias, Poli. Me alegro mucho de haberte conocido. Más te vale que estés aquí para la boda…
—¡No me la pierdo ni loca! —exclamó y rieron por lo bajo. Se alejó de ella y abrazó a Carlos.
—Cuida bien a mi princesa —le indicó.
—Siempre, Carlos, ¿con quien crees que estás hablando? —preguntó divertido. Se despidió de ellos con la mano y se subió al coche.
Ally se acercó a la pareja y les dedicó una pequeña sonrisa. Mimí miró a Carlos y él también la miró a ella, para luego volver la mirada a su hija.
—Dale tiempo… —le dijo Mimí —está asustado. 
Lali apartó la mirada de ella y sintió que el nudo en su pecho se hacía más grande. En ese momento Peter era lo que ella más necesitaba… y él simplemente la dejaba caer. 

—Nos veremos en un par de meses, Mimí —le sonrió y la miró —cuida mucho a mi papito lindo… sé que lo dejo en un muy buenas manos.
—Claro que si —dijo ella y se acercó a abrazarla. Lali cerró los ojos y dejó que aquel abrazo la llenara. Mimí era una mujer que le trasmitía seguridad —él te ama, Lali, jamás dudes eso —le susurró al oído —pero solo teme no poder darte lo que él cree que necesitas…
—Yo solo lo necesito a él —murmuró ella.
—Lo sé, lo sé —asintió Mimí y le acarició el cabello.
Charlie tocó la bocina, avisándole a Lali que se apresurara, ya que la lluvia comenzaba a caer con más fuerza. La morena se alejó de Mimí y abrazó a su padre.
—Te llamaré cuando lleguemos —le dijo.
—Está bien, mi cielo… no sabes como te agradezco que estés haciendo todo esto por mí. Te amo.
—Y yo a ti, papi —asintió.
Él besó su frente. En ese momento Gas salió de la casa. Lali le dedicó una pequeña sonrisa.
—Adiós, señorita Lali —le dijo él —muchas gracias por todo lo que ha hecho por nosotros.
—Adiós, Gas.
Suspiró y salió de debajo del pequeño techo que los resguardaba de la lluvia para acercarse a la camioneta. La lluvia empapó un poco su rostro y cabello. Estaba por subir cuando escuchó el relinche de un caballo a lo lejos. Giró la cabeza hacia el sonido y allí los vio a ambos. Peter y White la miraban desde la distancia.
—Estaré bien —musitó ella, creyendo que él por ahí podía leer sus labios. Pero en realidad no lo estaría. Claro que no.
Peter vio como ella se subía al auto y cerraba la puerta. La lluvia comenzó a caer con más fuerza, empapándolo aun más. White se movió algo nervioso, pero él lo calmó.
La camioneta arrancó y con ello la desesperación de Peter. Ahí se iba de nuevo el amor de su vida. Lo dejaba. La veía alejarse, la perdía esa noche. No lo entendía… no entendía por qué simplemente no podía agarrar e irse con ella.
No entendía por qué no podía mantenerla a su lado. Golpeó a White a un costado y el caballo salió a toda velocidad por el medio de un camino de árboles que daba justo al costado del camino por el cual la camioneta iba pasando.
Logró alcanzar la velocidad del vehículo. Pero no podía ver a Lali, ya que los vidrios eran polarizados. Y entonces el auto aceleró, la lluvia se hizo más intensa. White se detuvo y ella y todas sus esperanzas desaparecieron bajo el temporal.
Otra vez se sentía como un niño de 13 años, al que le arrebataron una parte de su corazón. Entonces las primeras lágrimas cayeron por sus empapadas mejillas. La había perdido de nuevo, solo que ahora él tenía toda la culpa. 

CONTINUARA...

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Wild Horses 37



MARATON 4/?

CAPITULO 37

Él salió del baño luego de haberse dado una merecida ducha. Realmente estaba agotado y lo que necesitaba era tirarse a dormir, por lo menos una hora. Miró la hora en el reloj de pared y marcaban las dos de la tarde. ¡Que rápido que pasaba la hora!
Luego de haber dejado a Lali en la puerta de la casa, se había dirigido a las caballerizas, había acomodado a White y se había puesto a trabajar un poco con un par de sus compañeros. Luego su panza había gruñido del hambre y decidió dejar sus tareas para otro momento. Su cuerpo estaba pidiendo a gritos parar por un par de horas.
Se dejó caer en la cama, luego de ponerse un pantalón cómodo para dormir. Hacía algo de calor, así que había obviado la remera. Colocó los brazos detrás de su cabeza y miró fijamente al techo. Enseguida ella llegó a su mente…
En ningún momento Lali había salido de sus pensamientos. Constantemente recordaba cada beso y caricia compartida y se estremecía como un niño. Sonrió divertido. Ella tuvo razón en decirle que iba a pasar todo el día pensando en lo que pudieron haber hecho si se quedaban…
Dos suaves golpes llegaron a la puerta. Él se incorporó y dio el permiso para que entraran. Ella se asomó y él sonrió abiertamente.

—Estaba pensando en ti… —le confesó.
Ella sonrió tímidamente e ingresó del todo. Cerró la puerta con cuidado y se acercó lentamente a la cama. Se iba a sentar en la silla que allí estaba, pero Peter fue rápido y la tomó de la cintura para sentarla sobre su regazo. Pudo notar que había algo raro en ella, ya que su expresión era algo seria.
—¿Estabas por dormir? —le preguntó ella dulcemente y le acarició el rostro, para luego acomodar un poco sus cabellos.
—Solo estaba descansando el cuerpo —respondió él. Lali evitaba sus ojos. Miraba su boca, su nariz, su frente… pero no sus ojos —¿Qué sucede?
—Tengo que decirte algo…
—¿Qué cosa? —inquirió algo preocupado.

Ella sonrió y entonces le plantó un largo besó en los labios. Era un beso simple, sin necesidad, pero con amor. Separó sus bocas y volvió a jugar con su pelo.
Pero él no se conformó. Le tomó el rostro con una mano y la posicionó a su comodidad, para luego capturar su boca y besarla a gusto.
Lali suspiró y le rodeó el cuello con ambos brazos, acercándolo a ella hasta casi ahogarlos a ambos.
Cuando se alejaron, ambos luchaban por encontrar un poco de aire que llenara sus pulmones. Peter le acarició el cuello, subió hasta sus mejillas y tocó sus labios húmedos.

—Peter…
—No quiero escuchar si es algo malo.
—Pero por ahí no es algo malo.
—¿Lo es? —preguntó.
—No… no lo sé.
—Entonces, de verdad, no quiero saberlo, Lali…
—Pero… Peter…
—Lali…
—Solo…
—No…
—… Escúchame…
—… Necesito…
—… Por un segundo…
—…Saberlo…
—¡Debo irme a la ciudad hoy mismo! —elevó un poco más su voz sobre la de él.

Peter se quedó mirándola fijamente. ¿Qué es lo que ella acababa de decir? No, no podía ser verdad. Sacudió la cabeza y la miró bien.
—¿Qué dijiste?
—Voy a viajar dentro de 4 horas a la ciudad…
—Me dijiste que no ibas a irte —murmuró perplejo.
—Si, lo sé, pero escúchame —dijo y tomó su rostro con ambas manos, manteniendo la mirada de él sobre la suya —quiero que vengas conmigo.

Él frunció el ceño y volvió a repetir mentalmente las palabras que ella acababa de decirle.
—¿Qué?
—Papá necesita que vaya a la ciudad para hacerme cargo de la empresa hasta que logremos venderla…

Peter se puso de pie, separándose de ella y comenzó a caminar de un lado hacia el otro. Lali lo miraba nerviosa, sabía que aquello no iba a ser bueno.
Entonces así como si nada el ojiverde salió de la habitación. Ella tardó un poco en reaccionar pero siguió sus pasos, llamándolo repetidas veces. Él no se detuvo y siguió caminando hasta estar fuera de la casa. Cuando estuvo fuera se sorprendió de ver las nubes negras que cubrían el cielo. Y sintió una presión en el pecho.

—¡Peter! —lo llamó ella de nuevo saliendo de la casa también. Peter giró para mirarla. Lali caminó a paso rápido hasta quedar frente a él —¡¿Por qué diablos me dejas sola cuando estoy tratando de decirte algo importante?!
—No puedo irme… —musitó con los ojos vidriosos.

Ella dejó de parecer alterada, para pasar a asombrada y algo… decepcionada.
—¿No… no vas a venir conmigo? —preguntó con duda.
Él apretó los labios. ¿Cómo demonios él iba a dejar todo aquello que lo rodeaba? Pero principalmente ¿Cómo iba a dejarla ir de nuevo? ¿Otra vez? ¿Otra vez la iba a perder? Pero él no era un hombre de ciudad. No le iban las aglomeraciones, ni las grandes construcciones. El tráfico incontrolable y el caos de cada día en aquel infierno urbano. Él era un hombre de campo, al que le gustaba despertarse por las mañanas con el fresco aire de campo entrando por sus pulmones y gracias al canto de algún gallo. Le gustaba su trabajo. Amaba los caballos que cuidaba. Aquel era su lugar.
—No, no voy a ir…
Lali sintió algo más que decepción al oír sus palabras. Sabía que por ahí aquello era todo muy exagerado, ya que solo se iría por un par de meses y podría volver y todo estaría bien y ellos podrían seguir con su historia juntos. Pero… ¿Por qué ella iba a sacrificar todo lo que amaba de la ciudad por él, cuando él no lo hacía por ella? Claro que a Lali le encantaba el campo y se sentía ella misma en ese lugar. Pero saber que Peter no estaba dispuesto a jugarse por ella, solo un poco, la llenaba de simple dolor.
Asintió y sacó su mirada de él para fijarla en el horizonte. ‘Tormenta’ pensó al ver las nubes negras que estaban allí.

—Bien —habló luego de unos segundos —respeto tu decisión, Peter, y te entiendo… Poli vendrá conmigo, así que no estaré sola…
—Pero no quiero que te vayas…

Ella rió, pero en una especie de frustración.
—No puedes estar hablando en serio…
—Claro que estoy hablando en serio —dijo ya algo nervioso —te dije que te amaba y que quería pasar el resto de mi vida contigo hace un par horas y ahora… ¿te vas?
—No me voy porque quiera irme —aseguró ella apretando los dientes. ¿Acaso él creía que ella se iba porque amaba la idea de volver al caos? —Me voy porque tengo que irme… Y de verdad, Peter, me encantaría que vinieras conmigo…
—¿Acaso no lo entiendes, Lali? —preguntó —yo no pertenezco a ese lugar, ¿Qué voy a ir a hacer allí mientras tú estés de reunión en reunión todo el día? ¿Me vas a llevar a las fiestas que se te van a presentar en la alta sociedad? ¿Me presentaras como que? ¡Soy un simple peón! Sé leer, sé escribir, sé algunas cosas de historia y soy bueno con los números. Pero eso no le alcanza a tu gente… para ellos no seré más que tu empleado, que seguramente esta intentando sacarle ventaja a la situación…
—No es así —musitó ella.
—¿No? —dijo y rió nerviosamente —claro que es así… ya me puedo imaginar lo que dirán tus amigas cuando digas que te enamoraste del capataz del campo de tu padre: Lali, que bajo has caído.
—¡No me importa lo que digan los demás! —exclamó ella ya no conteniendo las lágrimas en sus ojos.
—¡Pues a mí si! —dijo él, dio unos pasos hacia atrás, alejándose de ella —no quiero que el día de mañana me recrimines que no soy lo suficiente bueno para ti, cuando empieces a darte cuenta de que en realidad no soy lo que esperabas…
—Peter…


Él negó con la cabeza y dio media vuelta para dirigir sus pasos hacia otro lugar. Necesitaba pensar un poco. Ella vio como él se iba haciendo más pequeño a medida que caminaba. Se le estrujó el corazón. Él no entendía aun lo que ella sentía por él, y ella no entendía que más tenía que hacer para demostrarselo. Pero sabía que en ese momento no podía hacer nada. Simplemente iba a irse...
Peter siguió caminando, sin mirar atrás. Le dolía saber que en realidad no todo era color de rosa. Se pasó la mano por el rostro, frustrado.


—Te amo, princesa...
—Te amo, salvaje…


Murmuraron los dos a la vez pero sin saber que el otro también lo decía. 



CONTINUARA...




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