domingo, 8 de marzo de 2015

Wild Horses 16






CAPITULO 16

Lali se acostó pesadamente en su cama luego de haber salido de la ducha. Poli se acostó a su lado en el más completo silencio. Ella se veía enojada, molesta, enojada de nuevo. Y desde que habían salido de la cocina no le había dicho ni una sola palabra. 

—¿Vas a decirme que te sucede, darling? —inquirió. 
—No me pasa nada —musitó ella.

En realidad ni ella misma sabía que le pasaba. Pero a decir verdad tenía muchas ganas de golpear a alguien… a alguien llamada Belen. Sacudió la cabeza. Eso era completamente absurdo.

—Es porque el Bombón Campestre tiene novia, ¿cierto? —preguntó con suma delicadeza. No quería alterar la delicada línea de paz de Lali.
—¡Ppffff! —escupió ella —¡ja! ¿por qué debería estar así por eso?

Poli no pudo aguantarse la risa, pero trató. Había tanto sarcasmo en las palabras de su mejor amiga.

—No lo sé —prosiguió él —quizás estás un poquitín celosa.
—¿Celosa? —inquirió y se echó a reír —ay, Poli, no estoy celosa de esa… de esa campesina desubicada.
—¿Campesina desubicada? —inquirió divertido —¿desde cuando utilizas la palabra CAMPESINA para insultar a alguien?
—Bueno —ella se sonrojó un poco —en realidad no quise decir eso… pero si lo de desubicada. ¿Quién se cree que es para entrar así a mi casa?
—¿La novia del cuidador de este campo y casa? —inquirió con algo de duda. Ella lo miró molesta.
—Eso no le da derecho a entrar como si estuviera pancha por su casa.
—Es una muchacha bonita.
—Seeee, claro —murmuró entre dientes —se nota a leguas que es teñida…
—¿Y? —quiso saber él.
—¡Y nada, Poli, nada! —chilló molesta y escondió el rostro en la almohada.

Poli se puso boca a bajo y se apoyó sobre sus brazos para observarla realmente divertido. Era genial verla celosa… jamás la había visto de esa manera.

—Vamos, Lali, admite que estás muy celosa de que el Papitaso tengo una novia tan linda...

Ella sacó el rostro de la almohada y lo miró.

—No, no estoy celosa… no tengo por qué estarlo. Peter puede tener 1 millón de novias si tiene ganas. No me interesa.
—Mentira —sonrió.
—Además, yo también tengo novio.
—Oh, por favor… no empieces a hablarme de ese imbécil. Y se te nota, se te nota terriblemente que te mueres por dentro. Tú quieres ser la novia de ese hombre, tú quieres estar con ese hombre. ¡Por dios! si vieras como sonríes cuando está cerca… simplemente eres otra…
—¡Ya basta, Pablo Andres Martinez!

Él la miró sin poder creerlo, como si ella acabara de darle el peor insulto de toda su vida. Se puso de pie y la miró con cara de pocos amigos.

—¡Cuando aclares tus sentimientos y estés totalmente segura de lo que te pasa, podrás llamarme Pablo Martinez! —dijo enojado —antes no…

Él salió de la habitación de la morena dando un firme portazo. Lali resopló y volvió a esconder el rostro en la almohada. Quería agarrar y romper algo. No podía entender por qué estaba celosa. SI, CELOSA. Muy celosa. Como jamás lo había estado por nadie en su vida.
Y lo peor de todo aquello era que al parecer Peter jamás le había hablado de ella. Pero ahora que lo pensaba bien ella tampoco le había hablado a Benjamin sobre Peter.
Todo era demasiado confuso. No quería sentirse más así, no.

—¿Lali?

Ella levantó rápidamente la cabeza y en ese mismo instante se puso de pie.

—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó nerviosa.

Él estaba allí parado con cara de sueño, un pantalón de dormir y una musculosa blanca que dejaba a la vista los fuertes músculos de sus brazos. Lali tragó saliva.

—Necesitaba hablar contigo —dijo Lali.
—¿Sobre qué? —dijo y sacó su vista de él.
—Sobre lo que pasó en la cocina…
—Nada pasó en la cocina —se apresuró a decir.
—¿No? —inquirió él —te fuiste así, como si nada…
—De verdad no pasó nada —sentenció la morena —y voy a pedirte que por favor te vayas. Ya es tarde… y que la próxima vez golpeas antes de entrar. Ya no somos unos niños —él la miró extrañado —y que tu novia no vuelva a entrar así…
—Comprendo —asintió él —y perdón.
—No, no es nada.

Peter caminó hasta la puerta y luego se giró a verla.

—Hasta mañana —le dijo.
—Adiós —asintió ella.

Peter salió de allí. Ella se quedó quieta observando la nada… lentamente se sentó en la cama y de repente la culpa la invadió. Ella no tenía derecho de tratarlo de esa manera. Él solo había ido para hablar.
Se acostó en su cama y apagó la luz de la mesita de noche. ¿Qué estaba pasando con ella, por dios? no se sentía igual que hacía una semana atrás.
Soltó un suspiro y cerró los ojos. Quizás mañana se le iría todo el mal humor y las ganas de comportarse como una salvaje…
Se despertó peor de lo que se había acostado. Su humor no solo había empeorado, sino que se había despertado sin voz.

—No te aguanto más —le dijo Poli. Ella lo miró indignada.
—Ni yo —le dijo con poca voz mientras ambos bajaban las escaleras para ir a desayunar.

Desde que se habían encontrado en el pasillo no habían parado de pelear. Poli al parecer estaba decidido en fastidiarla. Y ella no estaba muy tolerante para eso.

—Te escuchas tan horrible —le aseguró él —¿sabes por qué estás así?
—Si, lo sé —aseguró ella con aquella horrible voz que le salía.
—Estás así por hacerte la Heidy ayer, por eso.

Ella lo miró mal. Pero no pudo decirle nada porque justo llegaron a la sala en dónde Carlos ya estaba sentado leyendo el diario y tomando un café.
Cada uno tomó su lugar y comenzaron a desayunar.

—¿Cómo durmieron? —les preguntó Carlos.
—Ay, yo muy bien, Lesteri —dijo Poli sonriente —gracias a dios los mosquitos no entraron a mi cuarto y dormí como un bebé. Pero no sé como habrá dormido la mudita.
—¿Mudita? —inquirió y miró a Lali.
—No… no tengo voz —logró decir ella.
—Oh, hija… ¿qué le pasó a tu voz?
—Quise hacerme la campirana, papi —Poli imitó a la perfección la voz de Lali mientras se acercaba la taza a la boca.


Lali se puso rápidamente de pie.

—Eres intratable —le dijo con la poca voz que le quedaba.

Salió rápidamente de allí. Carlos miró algo confundido a Poli. El moreno se encogió de hombros y le dio un mordisco a una tostada.

—¿Qué? —preguntó —ella empezó, lo juro.

Lali salió de la casa y paso rápido comenzó a caminar hacia el establo. Necesitaba despejarse un poco, calmarse. Tenía que controlar su humor, porque sino iba a ser mucho peor. Y ella ya no quería estar así.
Entró, pero se detuvo al verlo allí. Peter giró a verla, pero al instante volvió la vista a White, que estaba parado frente a él. El ojiverde le cepillaba el pelaje.

—Buenos días, señorita ¿se le ofrece algo? —le preguntó sin mirarla.

Ella pudo notar el tono de ‘indiferencia’ en sus palabras. Se mordió el labio con algo de fuerza. Quería acercarse a él y pedirle perdón por lo que había pasado anoche.

—Peter… —logró decir.

Él se giró a verla y soltó un suspiro para luego dejar las cosas que estaba utilizando para arreglar a White, en el piso. Se acercó unos pasos a ella.

—Vamos a dejar las cosas claras —le dijo — aunque creo que usted las dejó bien claras anoche…
—Pero… —él volvía a tratarla de usted.
—Y va a ser mejor que las cosas se queden como están. Usted es la hija del jefe, y yo soy su empleado. Va a ser mejor no mezclar más las cosas.
—No, Peter…
—Ya no somos unos niños —se fue de allí, dejándola con la palabra en la boca. 



CONTINUARA...

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