lunes, 2 de marzo de 2015

Wild Horses 11











CAPITULO 11

Lali caminó hasta su habitación. Entró y se dejó caer pesadamente en su cama. Se le partía la cabeza de tanto llorar por Benja. ¿Por qué él era así con ella? ¿por qué pretendía que ella pusiera todo en aquella relación, mientras él no hacía más que reprochar? respiró profundamente y se quedó con la mirada fija en el techo. 


—No me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea.

Recordó sus propias palabras. Eso no era así. Claro que había cosas que le interesaban en ese campo. Ella había crecido allí, había sido muy feliz allí.
Se puso de pie, no iba a dejar que su novio le arruinara las hermosas vacaciones que tenía pensado pasar. Tenía muchas cosas por ver aun.
Se asomó al balcón y lo divisó a él. Llevaba un par de bolsas en ambas manos y caminaba hacia el establo. Su corazón latió con fuerza. Por ahí podía pedirle que la acompañara.

—¡Peter! —lo llamó.

El ojiverde detuvo sus pasos y apoyó las bolsas en el suelo. Giró la cabeza y levantó la vista para encontrarla parada en el balcón de su habitación. Un nudo se le formó en el estomago. Solo atinó a hacerle un movimiento de cabeza en forma de saludo. Pero en realidad no quería estar allí, quería mantener su cabeza en otro lugar. Tomó las bolsas con más firmeza y volvió a caminar.
Lali miró extrañada como él se alejaba. Y sin dudarlo entró a su habitación. Algo tenía que haber pasado para que él la ignorara de aquella manera. Salió de su habitación y bajó para luego salir de la casa. No entendía muy bien por qué se sentía así de afectada con respecto a Peter. Pero no le había gustado nada la forma en la que la había mirado.
Llegó al establo y entró sin dudarlo. Allí estaba él, dándole de comer a un par de caballos. Peter giró la cabeza y se sorprendió de verla allí.

—¿Necesita algo, señorita? —se atrevió a preguntarle.
—Si —asintió ella —necesito saber que te sucede.

El ojiverde volvió la vista al caballo y lo palmeó levemente mientras le terminaba de colocar el bozal para que comiera por si solo. Volvió la vista a Lali.

—No sé a qué se refiere…

Caminó hacia el segundo caballo, cargó su bozal y comenzó a colocárselo.

—Claro que te sucede algo, Peter —dijo ella —pasamos un momento muy divertido hace un rato. Y ahora estás… no lo sé.

Peter la miró sobre su hombro.

—No creo que le interese, señorita. Aquí no hay nada que le interese.

Volvió a prestarle atención a lo que estaba haciendo.
Ella se quedó quieta en su lugar, procesando las palabras que él acababa de decirle. ¿Acaso él había escuchado la conversación que ella había tenido con Peter?
—Peter —lo llamó. Él no la miró —Juan Pedro Lanzani, mírame.

Peter tensó la mandíbula. Solo ella lo había llamado así. Y que lo hiciera de nuevo, en aquel momento, lo hacía sentir enojado. ¿Con qué derecho se atrevía a hurgar en sus recuerdos, en sus emociones? ella se había olvidado de todo. ¿Por qué iba a importarle ahora?
Lali resopló y caminó hasta él. Lo tomó del brazo, haciendo que él girara para enfrentarla.

—Estoy trabajando, señorita. Si no le molesta… puede irse.

Ella lo miró ofendida.

—¡Claro que me molesta! —exclamó —no quiero que me trates como a una extraña.
—Es una extraña para mí.

Los ojos marrones se llenaron de lágrimas. Peter se maldijo internamente. No, no podía hacerla llorar. Ella no debía llorar delante de él.

—¡No quiero ser una extraña para ti! ¿olvidaste todo lo que vivimos juntos? ¿lo hiciste?

Peter no contestó al instante. Se quedó observándola detenidamente.

—¿Usted lo olvidó? —le contestó con otra pregunta.

Lali miró hacia otro lado. ¿Qué podía decirle? en realidad ella no lo había olvidado. Solo lo había dejado de lado… solo se había dedicado a sus estudios, a su futuro.

—No —le contestó luego de varios segundos —no lo he olvidado.
—¿Segura? —inquirió él.

Lali enfrentó su mirada.

—No lo olvidé, Peter —aseguró —solo… lo dejé pasar.

El ojiverde sonrió con los labios sellados.

—Ya no se preocupe por eso. Pasaron muchos años, ¿a quién podría importarle? eramos niños. Y ya nada queda de eso.

Los labios de Lali temblaron. Pero no iba a llorar, no debía llorar. Fijó la mirada en el pecho de Peter. Divisó una cadenita plateada que rodeaba su cuello. Lo miró a los ojos.

—¿Aun tienes mi regalo? —le preguntó.
Peter sacó a la vista la cadenita que estaba oculta entre él y su camisa.

—Yo cumplo mis promesas.

Y ella ya no pudo soportarlo. El primer sollozo escapó de sus labios. Peter se quedó quieto, sintiendo que su corazón se partía al escucharla llorar. Dio un paso hacia ella y la envolvió entre sus brazos. No podía dejarla llorar así.
Lali ocultó el rostro contra su pecho, sintiéndose minúscula, indefensa. Pero el reconfortante calor masculino la protegió.

—Lo siento, Peter —murmuró contra él —eras importante para mí… lo juro. Y aun lo eres. Es raro el motivo. Pero estar contigo es como volver a tener 12 años.

Él se quedó en silencio, la abrazó un poco más. Entendía como ella se sentía. A él también le pasaba. Verla, estar cerca de ella lo hacía sentirse un niño de nuevo.

—Usted también era… es importante para mí…

Ella se alejó para mirarlo.

—Vuelve a tratarme de usted y vas a arrepentirte —le advirtió. Peter rió por lo bajo.
—Voy a tenerlo en cuenta.
—Más te vale, Juan.

Se quedaron en silencio por varios segundos. Peter levantó la mano y secó las lágrimas que cubrían sus mejillas.

—¿Quiere… —sacudió la cabeza —quieres ir a montar?

Ella lo miró emocionada.

¿Me vas a acompañar?
—Si quieres.
—Si quiero —asintió contenta.
—Bien —sonrió él —prepararé a los caballos entonces.

Lali observó como él sacaba a White de su cuadra y luego agarra a otro caballo color café. Ella frunció el ceño levemente.

— Austin —le habló.
—¿Si? —preguntó.
—No estarás pensando que voy a subir a White ¿o si?

Él la miró sobre su hombro y le dedicó una galante sonrisa. Lali sintió cosquillas en la panza.

—Es tu caballo, enana —dijo divertido. Ella sonrió —obvio que vas a subirte a él. Además de que ya te dije que no tienes que tenerle miedo.
—¿Y cómo sabes que no va a hacerme daño? —quiso saber .

Peter les colocó las sillas a los animales. 

—Yo mismo lo crié y enseñé todo lo que sabe.
—Así que… ¿debo confiar en tu enseñanza?
—Claro que si.

Terminó de acomodar todo y se giró a verla. Ella lo miró algo nerviosa.

—Creo que olvidé como montar, Peter.
—Tonterías —dijo él y se subió al caballo café —ven aquí.

Lentamente ella se acercó hasta donde estaba él. Peter se inclinó un poco y sin el más mínimo esfuerzo la alzó y la colocó sobre White. El caballo protestó un poco y ella se agarró con firmeza del brazo de Peter. El rubio le habló al caballo y al instante este se quedó quieto. Lali lo miró sorprendida.

—¿Siempre es así de obediente? —quiso saber.
—Solo conmigo.

Peter le dio un leve golpecito a su caballo y este comenzó a galopar. Lali miró asombrada como se alejaba y salía del establo. Respiró profundamente y tomó las riendas de White. No era que ella había olvidado como hacerlo, no. Solo le faltaba un poco de práctica. Pateó el costado del caballo y este comenzó a andar a toda velocidad. Lali ahogó un gritito y la luz del sol le dio en el rostro cuando salió del establo. Divisó a Peter a unos cuantos metros, esperándola. El caballo se dirigió hasta él.
Ella lo detuvo cuando estuvo cerca. Peter la miró realmente divertido. Lali se aferró con firmeza y lo miró con seguridad.

—Te juego una carrera —le dijo. Él arqueó una ceja
—¿Una carrera? —inquirió.
—Si —sonrió ella —hasta el viejo roble.
—¿Aun recuerdas donde queda? —dijo sorprendido.
—Claro que si, salvaje.

Él sonrió bobamente. Lali se acomodó mejor y lo miró. Peter también se acomodó.

—Nada de trampas, enana.
—Jamás hice trampa —aseguró.
—No lo sé, no lo sé.

Ella rió divertida.

—¿Listo? —él asintió —¡ya!

White comenzó a tomar ventaja. Sorprendido, el ojiverde, intentó alcanzarlos. Pero le fue imposible, ese caballo era salvaje.
Ella llegó y detuvo a su caballo. Se bajó y comenzó a festejar divertida. Volvió a abrazar al gran corcel blanco. Parecía ese caballo de los cuentos de hadas, que traían encima al príncipe azul.

—¡Ay que lindo eres, White! gracias hermoso, gracias por dejarme ganarle —le dijo sin soltarlo. Peter llegó hasta ellos y se detuvo.
—Tú sigue, White, sigue que voy a contarle a Estrella que le estas coqueteando a la hija del jefe.

Lali se giró a verlo y sonrió divertida.

—¿Quién es Estrella? —le preguntó.
—Estrella es la novia de White —le contó

Ella se giro a ver al caballo.

—No puedo creer que mi caballo tengo una novia —le dijo divertida. El caballo pateo el suelo unas cuantas veces. Ambos rieron. Ella volvió a mirar a Peter —¡te gane!
—Eso fue trampa —dijo él.
—¿Trampa? claro que no —dijo ella sin poder creerlo —siempre haces lo mismo, eres un mal perdedor.
—¿Yo mal perdedor? tú eres una tramposa —le dijo él.
—Ahora por eso recibirás tu castigo.

Él la miró bien y cautelosamente comenzó a caminar.
Lali se agachó y buscó lo que estaba buscando. Barro.
Se puso de pie y le arrojó lo que había tomado.
Peter no pudo evitar la maldad de la morena, y no llegó a salirse a tiempo de su camino. El frío barro cayó justo en su brazo derecho. Se miró a si mismo para luego dirigir su mirada a Lali. Ella rió divertida y volvió a tomar barro. Se acercó a él y comenzó a pasarle barro por la cara.

—Creo que así, te verás muy bien —dijo divertida.

Cuando quitó sus manos de su rostro, Peter tomó un poco de barro de su cara e imitó su acción.
Lali cerró los ojos al sentir el asqueroso y frío barro sobre su piel.

—Creo que así, te verás igual de linda que Estrella —le dijo y se alejó de ella para empezar a correr.

Ella abrió los ojos y lo encontró corriendo.

—¡Ven aquí, Peter Peter ! —le dijo fuerte y comenzó a seguirlo.

El ojiverde rió divertido al verla correr detrás de él. Detuvo sus pasos y la esperó de espalda.
Lali corrió más rápido al verlo detenido. Cuando lo alcanzó se subió a su fuerte espalda.
Peter la sujetó con firmeza y comenzó a correr.

—¡Ya, Peter! ¡bájame! —gritó divertida.

Él no le hizo caso, siguió corriendo. Hasta que a causa del cansancio se dejó caer con ella encima. Ambos rieron divertidos.

—Creo que ya no tenemos 13 para hacer esto —le dijo agitado.

Ella rió divertida e intentó ponerse de pie, pero sus manos resbalaron en el barro y cayó de lleno sobre él. Lo volvió a mirar a los ojos.Peter pensó que iba a volverse loco y no podría detenerse si ella seguía mirándolo así. Había tantas cosas en aquella mirada. Su corazón se aceleró aun más
Lali otra vez intentó ponerse de pie, y está vez si tuvo éxito. Le entregó una mano y lo ayudó a ponerse de pie. Peter se rascó la nuca, algo nervioso.

—Creo… creo que deberíamos volver.
—Si, también yo... —asintió ella.

Se subieron a sus respectivos caballos y cabalgaron en el más completo silencio hasta la estancia. 


CONTINUARA...

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