viernes, 27 de febrero de 2015

Wild Horses 10





CAPITULO 10


Se asomó con cuidado detrás de aquella ventana. Ella tenía que lograr acercarse a él y saber como estaba. Desde que había sabido que sus hermanos lo habían herido, no había podido dormir, ni dejar de pensar en él. Cruel destino que no los dejaba en paz. Idiotas hermanos le habían tocado. A veces lograba odiarlos.
Se acercó más al vidrio, logrando ver en el interior de la
 habitación. Y allí estaba él, acostado en la cama, con los ojos cerrados, cara de tranquilo. El corazón se le estrujó. Levantó una mano y la apoyó contra el cristal, deseando que él la viera.
Entonces Gas giró la cabeza mientras abría los ojos, sus miradas se encontraron. Ella sonrió bobamente mientras retenía un par de lágrimas. No sabía por qué quería llorar. El rubio se sentó rápidamente en la cama, siseó ante el repentino dolor que le invadió el brazo.
—No, Gas —musitó ella. Él ignoró el dolor y se puso de pie, caminó lentamente hasta la ventana, se arrodilló ante ella y con la poca fuerza de su otro brazo logró abrirla.
—¿Qué haces aquí, princesa? —le preguntó de manera tierna.
Eran increíbles las cosas que ella le hacía sentir. Simplemente verla allí parada lo había hecho olvidarse de todo, hasta del dolor.
—Tenía que saber como estabas —dijo Rochi y de repente sus labios temblaron mientras trataba de no llorar —lo siento tanto, Gas —no pudo evitarlo, la primera lágrimas resbaló por su mejilla —te juro que no quería que eso pasara… casi muero cuando lo supe. Insulté a mi padre, a mis hermanos, a mi madre… me encerraron. Pero logré escapar.
—No no no, princesa, no llores —murmuró el rubio y estiró su mano para tocar su mejilla. Secó las lágrimas con su pulgar —como ya ves estoy vivito y coleando —Rochi esbozó una pequeña sonrisa —Y no me tienes que pedir perdón… no fue tu culpa.
Se quedaron en silencio, mirándose detenidamente a los ojos. Gas seguía acariciando su rostro. Se sentía dichoso, su corazón latía fuerte. Se agachó un poco más. Podía besarla. Jamás lo había hecho antes, tenía miedo de no… agradarle. Pero ahora que la tenía allí, con los ojos llenos de lágrimas, mirándolo de aquella manera tan linda, no podía evitarlo.
Rochi pestañeó. ¡Él iba a besarla! la respiración la abandonó por completo. Siempre había querido que el chico de sus sueños fuera el primero en besarla. Cerró los ojos lentamente, esperando sentir sus labios.
Gas sonrió, se veía adorable así. Se acercó un poco más. Su brazo protestó, pero no le prestó atención. Tenía algo mucho mejor al frente. Sus labios rozaron su nariz, depositó un casto beso allí. Bajó un poco más, y un suspiro chocó contra su mentón.
—Gas… ¿estás despierto?
Él se incorporó rápidamente al escuchar la voz de Peter a punto de entrar a la habitación. Miró hacia la puerta y luego miró a Rochi. Ella tenía el ceño levemente fruncido.
—Viene alguien —le contó. La castaña alzó ambas cejas en un gesto de asombro. Sacudió la cabeza, tenía que irse de allí —en una hora te veo detrás del gallinero.
—Pero, Gas, tu brazo…
—Shhh —la calló —te esperó allí, princesa —le sonrió bobamente. Ella copió su acción, sintiéndose demasiado tonta —no me falles.
Cerró la ventana y casi voló hasta su cama. Maldijo por lo bajo ante el asfixiante dolor que lo invadió.
‘Ella lo vale, ella lo vale’ —pensó.
La puerta se abrió y Peter entró. Gas lo miró extrañado. ¿Desde cuando su primo sonreía de aquella manera tan idiota? el azulino caminó hasta la cama que estaba a su lado y se dejó caer pesadamente con los brazos detrás de la cabeza.
—¿Cómo está tu brazo? —le preguntó luego de unos segundos. Gas frunció el ceño. Peter estaba raro… muy raro.
—Mejor —se limitó a contestar —oye… no es que sea extraño en ti, ni nada por el estilo. Pero ¿por qué estás sonriendo como imbécil?

Peter giró la cabeza para observarlo, y entonces comenzó a reír. Gas arqueó una ceja.
—No lo sé —siguió riendo —dime, tú ¿por qué tienes esa cara de idiota?
El rubio se tensó. ¿Tanto se le notaba? Pero no podía agarrar y decirla a Peter que Rochi había ido a verlo y que casi la besa. Sería como estar a punto de cavar su propia tumba. Ya que el azulino le había dejado claro que no quería que ellos se vieran hasta que las cosas estuvieran arregladas con los Igarzabal.
—No… nada, nada —miró al techo tratando de pensar en otra cosa para cambiar de tema y que Peter no lo descubriera. Y de repente sonrió —ya sé por qué estas así.
—Ah, ¿si? ¿por qué? —inquirió el castaño.
—Porque vino la hija del jefe —sonrió con picardía. Peter lo miró algo sorprendido. No esperaba que Gas dijera eso —la chica de la foto que tenías escondida…
—Claro que no —aseguró.
—Oh, vamos, primo, ambos sabemos que si.
—Que no, idiota.
—Peter está enamorado, Peter está enamorado —comenzó a cantar.

Peter tomó una almohada y se la arrojó, golpeándolo en la cabeza. Gas carcajeó y se apretó el brazo fingiendo que le había pegado allí.
—Pareces un niño, Gaston—lo retó —¿qué va a pensar Rocio?

Gas sonrió con soberbia.
—Ella me ama de cualquier forma.
—Si, si, seguro —ironizó Peter.
Se quedaron en silencio. Lanzani miró fijo al techo y una tonta sonrisa se curvó en su rostro. ¿Por qué se sentía tan idiota? todavía tenía en sus oídos el retumbe de su risa. No había cambiado nada… era igual de contagiosa que siempre. Y se sentía extraño por lo que había pasado en la caballeriza. Si el amigo de ella no hubiese entrado, quizás él hubiese hecho una estupidez. ¿Sería solo un amigo? Había algo muy raro en ese amigo. Más bien daba la vista de ser una… amiga. Sacudió la cabeza y se levantó.
—¿Quieres que le diga a mamá que te traiga algo para desayunar? —le preguntó.
—Mmm —pensó él mientras se tapaba hasta el cuello —puede que quiera unos cupcakes con mucha miel, un tazón de cereales, un poco de jugo de naranja y… ¡tocino! si que quiero eso. También sería muy agradable un par de tostadas con mantequilla y un café con leche, con mucha canela…
—¿Y si mejor te traigo el refrigerador completo? —le preguntó Peter con sarcasmo.
—Disculpe usted, señor campo comedor de carne compulsivo. Pero necesito reponer fuerzas comiendo cosas saludables.
—El tocino no es saludable —dijo Peter.
—Claro que lo es. Sino mírate… te la pasas comiendo porquerías y eres el hombre por las que todas las muchachas del pueblo suspiran —hizo ojitos.

Peter no pudo evitar reír.
—Eres un idiota, Gas.
—Ya, vete… tráeme el desayuno.
Peter salió de allí y se dirigió a la cocina. Se detuvo al escuchar una voz allí.
—¿Por qué me hablas así? —preguntó ella. Peter se asomó un poco y la divisó hablando desde un celular. Frunció el ceño —ya te dije por qué acepté acompañar a papá… era importante para él que yo viniera —Peter se acercó un poco más para escuchar mejor —no me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea —y sintió un presión en medio del pecho al escuchar aquellas palabras —¡tú no quisiste acompañarme! —ella comenzó a llorar —¡tuve que pedirle a Poli que lo hiciera! ¡tú nunca estás disponible! —no le gustaba verla llorar, jamás le había gustado —¿por qué me haces estás cosas, Benjamin? —se tomó la frente con una mano mientras apretaba los labios —¿sabes qué? Haz lo que quieras. ¿quieres dejarme? Hazlo. ¿Quieres engañarme? Hazlo. ¿Quieres… irte al demonio? Hazlo. Al final Poli siempre tiene la razón… no vales la pena —aquel infeliz que la estaba haciendo derramar lágrimas debía ser su pareja. Eso lo llenó de una extraña angustia —¡no, no me pidas perdón ahora, idiota! siempre haces lo mismo… aaargh, no quiero seguir hablando contigo.

Cortó y se sentó en una de las sillas con la cabeza gacha. Peter quiso entrar allí y acercarse a ella para abrazarla. Cuando eran niños siempre era él el que la consolaba y cuidaba de todo lo que pudiera hacerle mal. Tal vez ahora también podía hacerlo. Iba a entrar pero alguien se le adelantó.
Poli ingresó a la cocina y se arrodilló frente a ella. Lali lo abrazó por el cuello rápidamente y se echó a llorar con más fuerza.
Peter sonrió con amargura. Él ya no era su mejor amigo. Ya no era el que secaba sus lágrimas, ni el que la hacía reír para hacerla sentir mejor.
Alguien más ya había ocupado ese puesto. Y al parecer no era el único puesto que le habían usurpado. Su corazón también estaba ocupado por otro.
Soltó un suspiro. Aquello no tendría que importarle. Pero… ¡diablos! le importaba. Sacudió la cabeza y salió de allí antes de que alguno de los dos lo viera.
Era hora de entender que las cosas habían cambiado. Ellos ya no tenían 13. Y sus corazones estaban en distintos caminos. 

CONTINUARA...

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jueves, 26 de febrero de 2015

Wild Horses 9






CAPITULO 9

Se sentía como en una especie de película de espionaje. Y a decir verdad no había podido dormir en toda la noche, pensando en cómo haría para salir de allí sin hacer ningún ruido. Además de que no había podido dejar de pensar en Peter y en que la había citado en las caballerizas. ¿Hablarían bien allí? ¿Él le diría todo lo que pensaba de ella? su corazón se aceleró al pensar que estaría a solas con él. Logró salir de la casa sin hacer ningún escándalo. Soltó un suspiro y miró encantada a su alrededor. El sol comenzaba a asomarse, bañando a aquel campo de luz. Los suaves sonidos de las aves llegaron a sus oídos. Aquello si que era paz. Respiró profundamente y comenzó a caminar hacia las caballerizas. No se sentía demasiado segura de si era correcto. Pero de ninguna manera podía evitarlo. Tenía ganas de verlo, de saber por qué la había citado allí.
Comenzó a caminar hacia el lugar indicado. Se sentía como una boba niña de 15 años, estaba emocionada. Al parecer aun no había ningún peón por allí, ya que todo estaba completamente desierto.
Llegó y entró con cuidado. Aquel familiar olor volvió a invadirla. Miró a su alrededor buscando a Peter y él no estaba allí. Miró la hora en su reloj y marcaban las 7 en punto. Frunció el ceño. El sonido de un caballo le hizo levantar la mirada. Se congeló. No podía ser cierto… aquel, ese… ese era su caballo blanco. Sin poder evitarlo comenzó a caminar hacia él. El caballo se giró a mirarla y retrocedió unos pasos, mientras hacía un sonido con la boca. Se acercó un poco más pero se detuvo. Tenía miedo, el mismo miedo que había tenido la primera vez que lo había visto.

—No le tenga miedo —dijo él.

Lali giró rápidamente para encontrarlo parado en la puerta del establo, semi apoyado contra el marco.

—¿Es él? —le preguntó con un poco de timidez. Peter sonrió de costado e ingresó del todo. El pulso de Lali se aceleró.
—Si, es White.

Ella volvió a mirar al animal. Su corcel blanco estaba realmente hermoso. Sonrió levemente. Peter había cumplido su promesa de cuidarlo. En cambio ella… ella no había hecho nada. Se sintió una basura, y no era exagerado. El caballo resopló y Lali le prestó atención de nuevo. Quería tocarlo, pero no sabía como iba a reaccionar ante una desconocida.

—No le tenga miedo —volvió a decirle —el no le hará daño…

Lali volvió a mirar a Peter y ahora el ojiverde estaba un poco más cerca. Sintió una presión en el pecho.

—Es que… no me conoce, no tiene ni idea de quien soy —dijo ella.

Peter suspiró y caminó hasta estar a su lado. Lali fue muy consciente de sus diferencias. Mientras él era todo músculo y fibra, ella era toda delicadeza y ropa cara. Peter se veía sexy como el infierno con aquel sombrero de vaquero. Pero la ponía nerviosa. La ponía nerviosa no poder ver bien sus ojos, no saber si él la estaba mirando, o como la miraba. Quería quitarle ese sombrero de un manotazo. Tragó saliva.

—White —lo llamó él al caballo.

Al instante el animal lo miró e hizo un relinche. Lali lo miró asombrada, era increíble que le respondiera de esa manera.

—Es increíble —musitó.
—¿Sabes quien es ella? —preguntó él. White meneó la cabeza y volvió a contestar. Lali estaba perpleja —ella es la señorita Lali —el caballo relinchó un poco y golpeó el piso con una de sus patas —puede tocarlo, señorita, él sabe quien es usted.


Ella se armó de valor. Ya no era una niña, no podía temerla a un lindo animal como ese. Pero su valor se fue en un abrir y cerrar de ojos. No podía hacerlo, de verdad tenía miedo.
Peter se quitó el sombrero, soltó un suspiro y sin darle aviso se acercó a ella por detrás y tomó su mano. Ella se quedó completamente quieta sintiendo su cercanía. Su mano era el doble más grande que la suya. Fuerte, áspera, caliente. Con cuidado la hizo caminar hacia delante, aun sosteniendo su mano. La levantó un poco cuando el caballo se acercó a ellos. Lali retrocedió unos pasos soltando un suspiro de sorpresa. Pero se encontró con el pecho de Peter. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
White se acercó otro poco a ellos, hasta que la mano de Lali se apoyó sobre su hocico. La mano de Peter seguía sobre la de ella, e hizo el movimiento descendente para que ella acariciara a White. Se quedaron en silencio.
El corazón de Peter latía rápido. Él no sabía bien por qué estaba haciendo aquello. No debería estar tan cerca de ella. Su perfume lo rodeó. La tenía tan cerca, era como un sueño.
Ella se mordió los labios. La situación era la misma que hace diez años atrás. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Besarlo? Sacudió la cabeza.

—¿Lo ve? —inquirió él cerca de su oído —el no va a hacerle daño.

Lali se estremeció, su voz era tan masculina. Giró un poco la cabeza para encontrarse con sus ojos a escasos centímetros.

Él podía besarla si se inclinaba un poco, y la idea lo emocionó de una tonta manera. Ya no era un niño, no iba a besarla como tal. Pero, por dios, era como una extraña para él ahora. Aunque en su mirada chocolate podía ver que ella seguía siendo la misma de siempre. Se había ido una niña y ahora veía una mujer. Una hermosa mujer. Se alejó de ella rápidamente. Eso era extraño, él no podía comportarse de esa manera.

Lali se quedó quieta en su lugar, acariciando a White por si sola. No sabía que decir, ni que hacer. Todo era tan raro. Acomodó su garganta.

—Está realmente hermoso White, Peter —le dijo para romper el hielo.

Él se rascó la nuca y no la miró.

—Es el mejor caballo de la estancia.

Lali le sonrió al caballo y lo palmeó un poco. White se le acercó más hasta tocar su rostro con su hocico. Lali rió por lo bajo. Peter la miró, y su corazón palpitó. Se veía tan hermosa allí parada, casi abrazando a White. Al parecer el caballo no lo había olvidado. Él no se mostraba tan cariñoso con las personas.

—Peter—lo llamó ella sin mirarlo.
—¿Si? —le preguntó. Lali tenía los ojos cerrados y ahora abrazaba a White. Era como si estuviera recordando algo.
—¿Recuerdas cuando éramos niños y jugábamos a las escondidas? —inquirió y abrazó un poco más fuerte a su caballo. Se sentía bien así —tú te escondías en algún lugar de la caballeriza y yo tenía que buscarte. Y cuando te encontraba…

Abrió los ojos y él no estaba allí. Frunció el ceño extrañada. ¿Podía ser posible que él se fuera dejándola sola? Pero entonces escuchó el sonido de algo que se caía. Sonrió al recordar que esa era la señal. Él estaba escondido en algún lugar.
Comenzó a caminar, pero el sonido de paja bajo sus pies era muy delatador. Se quitó los zapatos y los tiró a un costado.

—¿Dónde podrá estar? —preguntó con cierto tono de burla.

Peter sonrió mientras estaba escondido detrás de uno de los caballos. No podía creer que ella recordara algo como aquello. Al parecer lo tenía presente. ¿Tendría presente también aquel beso que compartieron en aquel lugar? Tal vez no…
Un sonido proveniente de unas de las cuadras alertó a Lali, él estaba cerca. Ella se acercó en silencio y se asomó de repente pensando que él estaba allí. Pero no, no estaba. Miró hacia su derecha y sonrió con malicia. Ya sabía en donde estaba.
Peter no escuchó ni un sonido más. Aquello era extraño. Asomó la cabeza con cuidado y Lali no estaba por ningún lado. ¿Se habría ido?

—¡Te encontré! —exclamó de repente haciendo que él cayera hacia atrás.

La morena estalló en risas.

—Esto no debería ser así —se quejó él divertido mientras se incorporaba.

Lali no podía dejar de reír, estaba tentada. Trato de calmarse, pero cada vez que lo hacía volvía a estallar en carcajadas.

Peter arqueó una ceja cuando ella se calmó del todo. Era su turno de vengarse.

—Oh, no —musitó ella.

Sin pensarlo dos veces comenzó a correr, ya que lo que venía después de haberlo encontrado eran las malditas cosquillas.
Peter fue mucho más rápido de lo que ella había esperado y en un abrí y cerrar de ojos ya la había atrapado. Cayeron juntos al suelo. A Lali le dolía el estomago, la garganta y hasta el pelo de tanto reír. Él era malvado, si que lo era.
Pero de alguna manera lo logró y giró sobre la paja, quedando sobre él. Ella también podía vengarse. Recordaba que Peter no era muy cosquilludo como ella, pero si que tenía un punto débil. Y ese era el cuello. Peter intentó esquivar sus manos pero no pudo. Le dolía el abdomen de tantas risas. Volvió a girar para vengarse. Y otra vez, y otra vez…

—Ya… ya no… puedo más, Peter —dijo ella sin dejar de reír.

Él detuvo sus manos y ambos comenzaron a calmar sus risas. Aquello había sido tan divertido. Pero todo rastro de diversión se fue cuando fueron consientes de cómo habían quedado.
Ella lo miró fijo a los ojos. Él había quedado sobre su cuerpo. El peso masculino era simplemente agradable, y no la aplastaba.

Peter la observó detenidamente, ¿por qué iba a ser tan linda? y de repente su mirada bajó hasta sus labios. Estaban semi abiertos…

—Lali, ¿estás aquí…? —preguntó entrando a la caballeriza. Sus ojos se abrieron bien al ver la escena.
‘No way, arruiné el momento’ —pensó Poli.

Peter se puso rápidamente de pie y tomó una mano de Lali
 para pararla de un solo tirón. Ella comenzó a acomodarse nerviosamente, mientras que Lali levantaba su sombrero del suelo y se lo colocaba.

—¿Qué pasó, Poli? —preguntó nerviosa.
—Estaba buscándote —miró a Peter y volvió la mirada a ella —porque el desayuno ya esta listo…
—¿Ya? —preguntó asombrada —¿qué hora es?
—Más de las 8.30 —contestó su amigo.
—Bien —habló Peter—voy a ver si mi madre necesita ayuda.

Salió de allí rápidamente, dejando a Lali completamente sola con la escena a cuestas. Ella miró a su amigo y sin decir nada comenzó a quitarse la paja que le había quedado en el cabello. Poli se tocó el mentón, mientras reprimía una sonrisa.

—¿Y bien? —le preguntó.
—Y bien, ¿qué? —dijo ella.
—Vamos linda —dijo divertido —¿qué estaban por hacer?
—No seas mal pensado, Pablo Martinez —dijo con tono firme.
—¿Mal pensado yo? —inquirió —no, mi vida, estás muy equivocada. Porque déjame decirte que encontrar a dos personas en el suelo de una caballeriza, una encima de la otra, jadeantes… da que pensar.
—Pues, estás pensando mal… —lo miró bien —y no estábamos jadeantes.
—¿Entonces que estaban haciendo? —le preguntó y se acercó a ella para ayudarla con su cabello. La miró divertido —porque no estaban hablando, darling.
—Estábamos jugando —dijo ella.
—¿A que? ¿a revolcarse apasionadamente en la caballeriza? —dijo con cierto tono de burla.

—No, Peter
. Estábamos jugando a las escondidas. Lo encontré y comenzó a hacerme cosquillas y yo a él como cuando éramos niños.
—Pero ya no son niños, ¿qué necesidad tenían de jugar?
—Fue un… impulso —dijo algo fastidiada.
—Como su beso de hace 10 años —dijo enternecido —¿se besaron?
—¡No, no nos besamos!
—Solamente porque yo llegué —exclamó —soy un idiota, no tuve que haber venido, ¡no tuve que haber llegado!

Lali se alejó de él y comenzó a caminar hacia la salida. Poli la siguió

—Mira no sé que es lo que debe estar maquinando tu pervertida mente, Poli. Pero Peter es un gran amigo para mí, como un hermano.
—Si, por eso se besaron —dijo asintiendo.
—¡Éramos niños! —chilló —fue solamente para experimentar.
—Oh, por favor ¿acaso vas a decirme que no sentías nada por él cuando eran niños?

Lali siguió caminando hasta que estuvieron fuera del lugar. No le contestó enseguida a Poli porque estaba pensando en aquello. Lo que ella había sentido por Peter siendo una niña no lo podía explicar. Era algo que no había vuelto a sentir por otra persona. Era extraño. Sacudió la cabeza y miró a su amigo. 

—Una no sabe de esas cosas cuando es niña, por el simple echo de que es una niña. Pero no lo sé… creo que me gustaba.
—¿Y ahora te gusta? —le preguntó mientras movía ambas cejas en forma pícara.
Lali se aguantó las ganas de reír.
—Eres intratable, Poli.

—Pero me amas… admítelo —dijo mientras la empujaba levemente —y también admite que ese bombón campestre te movió hasta la médula.
—No, no me gusta —dijo ella poniendo sus ojos en blanco.
—Mentirosa —la acusó él —además es increíble como ese hombre te mira.
Lali se detuvo y lo miró bien.
—Eres un tonto… no me mira de ninguna manera —aseguró. Poli sonrió.
—Claro que si, Lali. Te desea, Sweetness, el papitaso de telenovela, te desea.



CONTINUARA...

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Wild Horses 8




CAPITULO 8


La cena había sido simplemente la cena más silenciosa de su vida. En sí los únicos que hablaban eran su padre y Peter. Algunas veces Poli opinaba algo, pero luego se quedaba quieto y le daba pequeños codazos debajo de la mesa para que lo mirara, y de una vez por todas dejara de mirar a Peter. Sacudió un poco la cabeza. ¿Qué era lo que estaba pasando con ella? siguió ordenando mientras miraba de vez en cuando a su alrededor… había vivido tantas cosas en aquella habitación. Se la pasaba tardes encerrada jugando con sus muñecas y haciendo tomar el té a Peter. Rió levemente al recordar aquello. Ahora no parecía ser alguien que tomara té. Y por la noche salía a andar a caballo con él. Volvió a sonreír al recordarlo de pequeño. De verdad estaba cambiado. Estaba mucho más… lindo y sexy de lo que ella recordaba. Todo un hombre frente a sus ojos.

Él se sentó lentamente en la cama y la miró fijo, esperando a que le dijera algo. Pero no, ella estaba muy concentrada terminando de guardar lo último de ropa que había dejado. No, él no era ningún jerk. Sabía perfectamente que algo pasaba entre ella y aquel guapetón de ojos mieles.

—Ya darling, ¿vas a decirme por que te perturbó tanto ese bombón campestre? —le preguntó al fin luego de unos cuantos segundos.

Lali se giró a verlo y reprimió una sonrisa al escuchar como lo había llamado.

—¿Cómo le dijiste? —le preguntó divertida.
—Bombón campestre —dijo él simplemente —¿por qué lo mirabas tanto?
—Él y yo crecimos juntos aquí, y cuando éramos chicos él era mi único amigo en este lugar. Fue él el que me enseñó a andar a caballo. Me enseñó a subirme a los árboles y todas esas cosas que se hacen en el campo —le dijo y volvió la vista a su armario.

Poli resopló. Eso no le decía nada. Cualquiera pudo haberle enseñado esas cosas y ni loca ella iba a mirarlo de esa manera.

—¿Solo por eso lo mirabas tanto? vamos, linda, no soy bolido. No solo lo mirabas porque te enseñó a subirte a un caballo.
—Bueno, en realidad no… —concedió ella —solo está muy cambiado.
—¿Esta hecho un papitaso como de telenovela, verdad? un estilo ‘pasión de gavilanes’. Es como un Mario Cimarro, pero con ojos verdes —le dijo. Ella estalló en risas. A veces su mejor amigo tenía cada ocurrencia.
—No, no es eso. Solo que me sorprendió lo cambiado que está. Nada más. Hacía diez años que no lo veía…
—¡¿Diez años?! —exclamó exaltado —con razón te miraba como si fueras una especie de hiper extraña roba campos. Te miraba con desconfianza, sweetheart.
—No creo que sea así. Quizás él también esté sorprendido de verme… date cuenta que pasaron muchos años —sin darse cuenta sonrió mientras su mirada estaba fija en un punto vacío, como recordando —además él fue mi primer beso…

Se maldijo internamente luego de soltar aquellas palabras. Cerró los ojos con fuerza. Ya se imaginaba las palabras que seguían… ‘Ajá, ¡te caché, linda!’

—Ajá, ¡te caché, linda! —casi gritó él. Lali rió por lo bajo. Poli se puso de pie y comenzó a caminar a su alrededor —o sea… que el bombón campestre fue el primero que besarte.
—Si, eso dije —dijo algo incomoda —pero teníamos 12 y 13 años…
—¿Cómo fue? —preguntó entusiasmado —quiero saberlo.
—Poli, no lo recuerdo —le mintió. Él entrecerró los ojos para mirarla mal.
—A mamá mona con bananas verdes no, chiquita —le aseguró él —me lo cuentas ahora o se lo voy a preguntar a Mimí.
—¡No! —exclamó ella —eres tan chismoso.
—Lo sé —dijo muy orgulloso de si mismo. Lali suspiró.
—Bien… fue en las caballerizas. Yo estaba mirando a mi nuevo caballo y él vino a buscarme. Yo le tenía miedo al animal y no me animaba a tocarlo. Él se acerco e hizo que lo tocara. Luego giré para mirarlo y nos besamos. Fue como un impulso.
—Juro que me muero muerto, ese debió ser el beso más romántico de toda la historia de los primeros besos románticos —dijo emocionado. 

Ella sonrió levemente. 

—Eres un extremista —dijo divertida —además estoy segura de que ni siquiera se acuerda bien de mí.
—Yo no estaría tan seguro —dijo él alzando un dedo y luego tocando su barbilla en forma pensativa —el bombón campestre parece estar tan perturbado como tú, por tu presencia… se le notaba a leguas en la manera que te miraba.
—¿Y cómo me miraba según tú? —quiso saber ella.
—Era extraño —asintió él —a veces su mirada decía: "Wow, no puedo creer que ella esté aquí" y en otras decía: "¿Por qué demonios está aquí?" — Lali lo miró extrañada. Poli giró y la miró fijo a los ojos —en su mirada había una especie de dolor, sweetness.

Lali pensó bien aquellas palabras. Y eran ciertas. En algunos momentos Peter la miraba con dolor. Creía saber por qué. Ella misma sentía ese dolor sin sentido a veces. Soltó un suspiro y al fin terminó de arreglar todo.

—Voy a ir a la cocina a buscar un algo de tomar, ¿quieres venir conmigo? —le preguntó a su amigo. Poli se dejó caer pesadamente en la cama.
—No, beauty, ve tú solita —le sonrió con los labios sellados —pero tráeme algo para tomar aquí.
—Está bien —resopló y salió de la habitación.

Sin hacer demasiado ruido bajó y entró a la cocina. Tenía tantos lugares para recorrer al día siguiente, que se sentía realmente emocionada. Pero a decir verdad tenía muchas ganas de encontrar a Peter y sentarse a hablar con él.
Se acercó a la cocina y prendió la hornalla. Si, iba a prepararse un té. La puerta se abrió…

—Mamá…

Él dejó de hablar al encontrarla a ella allí parada. Lali casi sonrió. Al parecer la suerte estaba de su lado. 

—Hola —lo saludó.
—Hola —dijo algo tímido —lo siento, solo estaba buscando a mi madre.

Dio media vuelta para salir de allí. Lali caminó hacia él.

—No, espera —le pidió. Peter se detuvo y giró para encontrarla un poco más cerca de él. Su corazón comenzó a palpitar rápido —tanto tiempo, ¿verdad?
—Si, diez años —asintió —usted está igual…

‘¿Usted?’ —pensó Lali

—En cambio tú has cambiado bastante.

El silencio se hizo algo insoportable entre ellos. Peter se quedó allí parado, observándola todo el tiempo. ¿Qué podían decirse? eran unos completos extraños ahora.

El agua comenzó a hacer un pequeño burbujeo, avisando que ya estaba hirviendo. Lali miró sobre su hombro.

—No he vuelto a tomar té después de que usted se fue —dijo él.

Ella volvió a mirarlo. Y sintió un nudo en el estomago.

—¿Quieres uno? —fue lo único que se atrevió a decirle.
—No, muchas gracias, señorita…
—¿Por qué me tratas de usted? no soy una anciana.
—Respeto.
—Bueno, no tienes por qué. Puedes tutearme.
—No creo que sea correcto.
—Oh, Peter —dijo ella divertida y se acercó a buscar una taza —estamos en el siglo XXI, no creo que sea necesario que me trates de usted.
—Bien, voy a intentarlo.
—Me alegra saberlo —le sonrió.


Él respiró profundamente. Si, iba a preguntárselo.

—¿Por qué no volviste más? —fue al grano sin rodeos.

El aire abandonó a Lali. En aquella mirada miel había mucho reproche. Y si, tenía derecho a reprocharle. Ella le había prometido que iba a volver. Y no lo hizo. Y el por qué era muy estúpido. Simplemente se había dedicado demasiado a sus estudios y a su nueva vida en la cuidad.

Se llenó de extravagantes lujos, y numerosos amigos. Pero aun así jamás se había sentido tan bien como en el campo… y con él.

—Peter…

Él negó con la cabeza levemente, impidiéndole hablar.

—Ya no importa.

Salió de allí sin darle tiempo a nada. Lali se quedó quieta mirando como la puerta se mecía levemente de un lado hacia el otro. Él volvió a asomarse. Ella se sobresaltó.

—Mañana la espero en las caballerizas a las 7 en punto. Ni más tarde, ni más temprano.

Se fue de allí de nuevo, dejándola totalmente desconcertada. 


CONTINUARA...

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miércoles, 25 de febrero de 2015

Wild Horses 7







CAPITULO 7

Salió de su despacho y miró a su alrededor para percatarse de que nadie lo veía. Se sentía como un tonto adolescente de 15 años… escondiéndose para no ser descubierto por sus padres. Volvió a observar por el pasillo. Soltó un suspiro. Al parecer todos estaban ocupados y él podría ir a verla sin ser interrumpido.
Desde que había llegado quiso estar a solas con ella. Pero si no era una cosa, era otra. Y jamás lo lograba. 


Tenía ganas de ver aquellos ojos ojiverdes que amaba en secreto desde hacía tanto tiempo. Sin dudarlo entró a la cocina, haciendo un poco de ruido.
Ella se sobresaltó y se giró a verlo con el corazón en la boca. Se sintió algo aliviada al saber que era él. Aunque de repente se sintió nerviosa. No quería estar a solas con Carlos Espsito. Carraspeó su garganta y volvió a mirar de nuevo al agua que comenzaba a hervir. Carlos se acercó un poco.
—¿Qué estás cocinando? —le preguntó y respiró profundamente para encontrarse con el inconfundible aroma al romero.
—Pastas —contestó ella simplemente.
—Mmm… mis favoritas.

Ella lo miró de reojo y su corazón dio un vuelco. ¿Por qué… por qué le seguía pasando aquello? era como que no podía superarlo. Lo había amado siendo una niña y lo seguía amando siendo una adulta. Ellos dos se conocían desde que su padre había sido contratado para ser peón de aquellas tierras. Carlos tenía 15 años y ella 13… se habían amado tanto. Pero luego el se fue. Y después de unos años volvió casado. Ella también había hecho su vida. A veces se reprochaba por no haberse jugado por su verdadero amor.
—Lo sé —le dijo luego de unos segundos.
Carlos se quedó quieto, observándola. Quería decirle algo, pero no sabía que. Tenía aquella estúpida sensación en el pecho. Se preguntaba a si mismo, qué era lo que le impedía confesarle que la seguía amando. Su esposa había muerto cuando Lali apenas era un bebé. Y Mimí se había separado del padre de Peter hacía muchos años.
—Mimí…
—¿Qué? —preguntó ella.
—¿Crees que aun estamos a tiempo?

Ella se giró a verlo como si hubiese dicho algo sumamente malo. Sus ojos estaban bien abiertos y había dejado caer el repasador sobre la mesada.
—¿Qué? —murmuró.
—¿No lo crees?
—Yo…

Él dio un paso hacia ella. Se limitó a observarla fijamente.
—Voy a quedarme a vivir aquí —los ojos de ella se abrieron aun más —y creo que voy a necesitar una… buena mujer para que me acompañe en la habitación grande.

Sus mejillas se tiñeron de un rojo casi intenso. 


— Carlos —chilló avergonzada. Él rió por lo bajo.
—Cásate conmigo, Mimí —ella sintió que iba a desmayarse —fui un cobarde hace 30 años atrás… por no pelear por ti.
—Éramos joven, Carlos —musitó ella y dejó de mirarlo.

No podía mirarlo. Le dolía hacerlo. Le dolía recordar la manera en la que ella lo había esperado tontamente… y luego lo había visto llegar de la mano con una hermosa joven de cuidad.
—Era un idiota —murmuró él —y lamento haberte hecho sufrir. Lamento… lamento todo lo que pasó.
—Ya no más —le pidió ella y se aguantó las ganas de llorar. Ya no era una niña, no iba a llorar delante de su dolor. Se armó de valor para mirarlo —la cena ya está lista, señor. Voy a avisarles a los muchachos…

Salió de allí dejándolo con el corazón acelerado. Carlos suspiró. Le iba a costar mucho trabajo hacerle entender a esa mujer que aun la amaba… más que a nada en ese mundo.Lali bajaba las escaleras con Poli al lado. Este le hablaba de algo sobre moda, pero ella no lograba prestarle demasiada atención. Desde que había vuelto de las caballerizas, le había costado horrores concentrarse. Aun le temblaban las piernas. No podía entender como aquel hombre podía ser Peter… 

—¿Por qué no me estás escuchando, Sweetness? —le dijo él mientras chasqueaba los dedos delante de su rostro. Lali sacudió la cabeza.
—¿Qué? —le preguntó. Poli frunció el ceño.

—Estás más bolida de lo normal… dime, ¿qué te sucede? —quiso saber.

Lali se tensó. Era increíble que alguien la conociera tanto. Poli podía darse cuenta de sus estados de ánimos en un abrir y cerrar de ojos. Eso a veces la aterraba. 


—No me pasa nada, Poli —dijo tratando de sonar muy convincente. Poli la miró entrecerrando los ojos, pero no le dijo nada.

Llegaron hasta la sala principal. Pattie había subido a avisarles que la cena estaba lista y que ya podían ir a sentarse. Lali la había notado algo rara. Pero lo dejó pasar.
Poli observó encantado aquel lugar. Amaba como estaba decorado y sin duda Mimí tenía una excelente mano para aquellas cosas. Se sentaron un al lado del otro.

Lali observó bien la mesa. Habían tres platos más aparte de los de ellos dos. Se preguntó quienes irían a cenar con ellos además de Carlos.
Una de las puertas se abrió y Carlos entró por allí. Les sonrió a ambos y luego se sentó en la cabecera.

—¿Ya se acomodaron? —les preguntó.
—Si, Carlos —dijo Poli —me gusta mucho mi cuarto… es bastante amplio y tiene una maravillosa vista desde el balcón.
—Me alegro, Poli —dijo contento.
—Papi —lo llamó ella. Carlos estiró su mano y acarició su mejilla.
—¿Qué, cariño? —inquirió.
—¿Quiénes van a cenar con nosotros? —le preguntó.
— Mimí y Peter —contestó él.

Y después de eso la puerta de la cocina se volvió a abrir y a Lali casi se le sale el corazón del cuerpo. Allí entraba él, ayudando a su madre con un par de bandejas. Tenía el cabello algo húmedo, peinado levemente hacia atrás. Llevaba puesta una camisa color celeste y unos vaqueros de jean. Por poco y se le hizo imposible respirar.
Peter levantó un poco la vista y se encontró con la de ella. Intentó sonreír pero nada salió de él. Todavía no entendía por qué… por qué no podía reaccionar ante ella. Pero entonces su mirada se posó en el hombre que estaba sentado al lado de ella. Sintió una pequeña presión en la boca del estomago.

—Apoya eso ahí, Peter —le dijo su madre, sacándolo de sus pensamientos.
Con cuidado puso la bandeja en medio de la mesa. Carlos se puso de pie y les indicó que se sentaran. Para su dicha y no tanta dicha Peter quedó justo frente a ella.
—Bueno… déjenme presentarlos —dijo Carlos —Poli, él es Peter Lanzani… mi mejor hombre en estás tierras.
—¿Qué tal, guapetón? —dijo el moreno. Lali se giró a verlo rápidamente.
—Poli —le dijo apretando los dientes.
—¿Qué? —inquirió él. Peter lo miró extrañado. Carlos rió por lo bajo. Aquello si que iba a ser divertido.
—Peter, él es Poli, el mejor amigo de Lali

Y el ojiverde volvió la vista a la morena. No estaba seguro de aquello. Podría ser que él fuera su pareja y ellos no quisieran decirlo. Pero a decir verdad aquel hombre era demasiado raro. ¿Guapetón? Nadie jamás lo había llamado así.

Ella percibió algo en su mirada, no estaba segura de qué, pero quería averiguarlo.

—Bien… ¿vamos a cenar? —dijo Pattie.
—Por favor —pidió Carlos sonriéndole tiernamente —muero de hambre.

Mimí comenzó a servir. Pero Lali y Peter no podían dejar de mirarse. Era como si estuvieran completamente atrapados el uno en el otro. Había tantas cosas para decirse, pero no encontraban la manera de enfrentarse.
Peter quería ponerse de pie y llenarla de preguntas. Quería saber por qué se había olvidado de todo aquello. De él, del campo, de White…
Lali quería ponerse de pie y pedirle perdón. Pedirle perdón por haberse olvidado de todo eso que ella había amado tanto. De él, del campo… de su caballo blanco.

—Oye darling, ¿Por qué no deja de mirarte así? —le murmuró Poli acercándose un poco a su oído.
—Cállate —le dijo ella sin dejar de mirar a Peter.

Ya sabía ella que tendría que sentarse a hablar largamente con aquel hombre. Pero lo que no sabía era que tal vez iba a volver a enamorarse en el intento.



CONTINUARA...

PERDON POR NO SUBIR ANTES PERO MI ORDENADOR SE ME QUEDABA TRABADO CADA 2 POR 3 

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Wild Horses 6







CAPITULO 6


Era como volver al pasado. Estar parado frente a ella era como tener 13 años de nuevo. Su corazón palpitó con fuerza. ¿Cómo podía ser posible? la había pensado todo el día y ahora ella estaba allí, mirándolo fijamente. Aquellos ojos profundos lo miraban con la misma sorpresa que él sentía. Recordó todo… una y cada una de las tardes que había pasado con ella vinieron a él. Y sintió una presión en medio del pecho. Quiso darse vuelta y salir de allí. No entendía bien por qué. Sacudió un poco la cabeza. Estaba confundido. Tal vez todo era un simple sueño y en cualquier momento iba a despertarse y ella no iba estar. De alguna manera tenía que comprobar que aquello era real. Dio un paso hacia ella.

Lali estaba totalmente consternada por la presencia del moreno. Se sentía una niña de nuevo, parada frente a aquel príncipe que ella había querido tanto. Su corazón latía rápido. Nada quedaba del Peter que ella tenía en la mente. Ahora era todo un hombre. Bonito hombre. La garganta se le secó. Más viendo la manera en la que él la estaba mirando. Aquellos ojos mieles que ella tanto había amado la miraban como si ella fuera un espejismo. Se notaba que estaba confundido.

Peter levantó una mano y sin dudarlo tocó su mejilla. Lali dejó de respirar al sentir aquella gran mano contra su piel, y pestañeó seguidamente. El aroma masculino entró por la nariz… llenandole el cuerpo de una extraña sensación. Peter olía a hombre, a sol y campo. Aroma suave y delicioso. Se estremeció.
Él frunció el ceño y movió el pulgar contra su suave piel, acariciándola. No se iba, el tacto era muy real. Su piel era sedosa y estaba algo fría, a comparación de su mano.

Lali no pudo evitarlo y sonrió. Él tenía una mueca muy graciosa, parecía estar pensando demasiado. Su cuerpo tembló cuando él volvió a repetir el movimiento de su pulgar. ¿Cómo podía algo tan insignificante como una caricia hacerla sentir tan… tonta? ¿cuándo había sido la última vez que un hombre la había acariciado de esa manera tan inocente? como queriendo conocer, recordar.

Entonces ella también levantó la mano y tocó su rostro. Su palma cosquilleó ante la sensación de la piel masculina, algo rasposa. El ojiverde levantó ambas cejas en un chistoso gesto de asombro.

—Hola, Peter —habló al fin.

Peter estaba anonadado. Se sentía un completo idiota. El corazón le latía demasiado rápido para ser normal. Un nudo se le formó en la garganta.

—Hola… —logró decirle.

Lali sonrió aun más, mostrándole todos sus dientes. Él se sintió contagiado por esa hermosa sonrisa que pensó que había olvidado. Pero ahora que ella volvía a sonreírle de aquella manera… se dio cuenta de que era imposible de olvidar.

—¡Aquí están! —exclamó ella.

Ambos giraron la cabeza para mirarla. Toda la magia se perdió. Se alejaron rápidamente, totalmente avergonzados. Mimí arqueó una ceja, y luego sonrió por lo bajo. Peter la fulminó con la mirada.

—¿Qué se te ofrece, madre? —le preguntó. Ella se aguantó la risa. Ambos estaban rojos como tomates. Como si ella los hubiese encontrado haciendo algo muy malo.
—Solo buscaba a la niña Lali —le dijo y miró a la morena —tu padre quiere verte… dice que tiene algo que mostrarte o algo así.
—Oh —musitó ella —gracias, Mimí.

Miró a Peter. Y le sonrió levemente. Él quiso decirle algo pero las palabras no salieron de su boca. Estaba tan sorprendido de que estuviera allí de nuevo. Jamás pensó que volvería a verla.

—Es gusto volver a verte, Peter…
—Igualmente, señorita.

Ella apretó los labios y caminó hacia la salida. Se giró a verlo una vez más y sin decir nada desapareció. El moreno se quedó quieto mirando por donde acaba de salir la morena.

—Creo que metí la pata —dijo Mimí divertida.

Peter seguía con la mirada fija en la salida.

—No puede creer que esté aquí —murmuró.
—Intenté decírtelo un millón de veces —exageró —pero siempre te ibas corriendo sin terminar de escucharme —el siguió con la mirada fija en aquel lugar. Todavía no lo entendía… ¿por qué estaba de nuevo después de tanto tiempo? —ya, Peter… quita esa cara de bobo.
—Ay, que graciosa eres, Mimí —dijo con sarcasmo.

Caminó hasta su madre para empujarla levemente y que caminara hacia la casa. Tenía pensado llegar, arreglarse e ir a cenar como su jefe se lo había pedido. Tenía que averiguar por qué ella había decidido volver... y quién demonios era el tal Poli.



CONTINUARA...

HOY SI QUE HAGO MARATON 

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martes, 24 de febrero de 2015

Wild Horses 5









CAPITULO 5

Peter y Carlos volvían de la charla con Robert, completamente en silencio. La charla no había sido buena. Y Peter temía que si la cosa seguía así de tensa, habría más enfrentamientos y tiros que nunca. 

—Tendré que tomar otras medidas con respecto a Igarzabal —habló Carlos al fin.
—Tranquilo, señor —lo calmó —todo va a estar bien. Solo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.
—No puedes prohibirle a Gas ver a Rochi…
—No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran. Y si necesitan apoyo… no estarán solos. Pero me preocupa lo que Rochi pueda llegar a hacer.
—Robert lo va a entender tarde o temprano, hijo.
—Eso espero —susurró el castaño.

Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande. Carlos se bajó con cuidado y se giró a verlo.
—Quiero que hoy cenes con nosotros —le dijo. Peter frunció el ceño. Seguro que se estaba refiriendo a él y a la pareja.
—¿Le parece, señor? —inquirió.
—Si… quizás te lleves una gran sorpresa.
—Está bien —asintió.

Carlos entró a la casa. Peter soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a intentar contarlas? miles… ¿lo había conseguido? nunca. Infinito el universo sobre su cabeza, lo llenaba de una cierta alegría. A veces él mismo se sentía infinito. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, un miedo nuevo, una pasión, una necesidad. 

No puedo evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarla. Jamás había conocido otra niña con una sonrisa tan bonita como la de ella. Jamás le había gustado, siendo un niño, tomar de la mano tanto a una niña como a ella.

Y de repente aquel día en el que ella se marchó entró a su cabeza. Aquel sentimiento que lo había invadido jamás volvió a sentirlo. Se había sentido totalmente desolado, angustiado, perdido. Era como si ese día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más. Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su mirada chocolate… ella no quería irse. Entonces, ¿por qué no volvió? un año después de su partida él la había estado esperando… pero jamás llegó. Tampoco le escribió como lo había prometido, tampoco lo llamó. Quizás ella si se olvidó de él. Sonrió con amargura, era completamente ilógico que él todavía pensara en ella… lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Carlos que había sido de la vida de Lali Esposito. Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado. En los últimos años ella ni se le había asomado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustada en su mente.
Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a si mismo. Estaba hecho un desastre. Tendría que ir a arreglarse si se jefe quería que cenara con él esta noche. Y tendría que fijarse que ropa adecuada para una cena iba a ponerse. Lo único que él solía utilizar eran camisas que terminaron como musculosa, vaqueros buenos para cabalgar y sus siempre cómodos borcegos. Tal vez iba ir así vestido a cenar… no iba a hacerse mucho problema.
Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Está se giró a verlo rápidamente con la mano sobre el pecho.
—Me asustaste —le dijo exaltada.
—Lo siento —sonrió él —no fue mi intención.

Ella respiró con más tranquilidad y se acercó a él.
—¿Cómo les fue con Igarzabal? —quiso saber.

Peter dejó el sombrero sobre la mesa y se sentó en una de las sillas.

—No muy bien —se lamentó —está demasiado cabreado con Gas. Y Rochi no ayuda mucho escapándose a cada rato.
—Pobre niña, Peter —dijo ella —hay que entenderla. A nadie le gustaría estar presa en su propia casa. Creo que Igarzabal necesita unas buenas clases de actualidad.
—Yo también lo creo, ma —dijo divertido —¿cómo está Gas?
—Bien —sonrió ella —gracias a dios solo fue un simple raspón… ahora está durmiendo.
—Ese chiquillo un día va a darnos un gran susto —aseguró y se rascó la nuca.

Pero entonces percibió algo… la cadenita no estaba allí. Apresurado se puso de pie y se alejó la musculosa del pecho para cerciorarse. Y si, no estaba. Maldijo por lo bajo.

—¿Qué pasó? —preguntó Mimí.
—Tengo… tengo que ir a guardar a los caballos —dijo lo primero que se le vino a la mente. No podía decirle a su madre que había perdido de nuevo la cadenita.
—¿No vas a cenar? —inquirió. Él caminó hacia la puerta y la miró.
—El señor Carlos me invitó a cenar con él… así que voy a guardar los caballos, vengo a ducharme y ceno con él —le dijo. Peter abrió la puerta.
—Hijo, espera… —él, de nuevo, pareció no escucharla —¡la hija del señor Esposito
 está aquí, en el campo! —gritó para ver si él regresaba. Pero no, no volvió. 

Había algo que no quería que Peter se enterara de que ella estaba de nuevo allí. Era la segunda vez que quiso decírselo, pero siempre pasaba algo… se encogió de hombros y volvió a prestarle atención a la cena. Tal vez era mejor que se encontraran ellos mismos.
Peter caminaba a paso rápido sin saber bien a donde. No sabía bien en dónde comenzar a buscar su cadenita. Hoy había estado en todos lados. ¿Y si se le había caído en el pequeño valle? ¿Y si se le había caído en la casa de los Igarzabal? mierda, si la encontraba iba a pegársela al cuello para que no se le cayera nunca más. Entonces se dirigió hacia las caballerizas… tal vez tenía suerte y la encontraba allí. Dios quiera que si.

Lali entró con cuidado. Aquel suave olor a alfalfa y animal le entró rápidamente por la nariz. Escuchó los sonidos de los caballos y miró a los que estaban allí guardados. Sonrió abiertamente… hacía tanto que no se subía a uno. Comenzó a caminar.

Se maldijo a si misma por haber salido con zapatos de tacón, y maldijo a Poli por casi obligarla a hacerlo. Según él, una mujer tenía que estar hermosa y con zapatos hasta para ir al baño. Suspiró y siguió caminando. Bajo sus pies la textura del suelo cambió, y miró por qué. Comenzaba a caminar sobre paja. Sonrió y volvió a mirar a su alrededor. ¿Cuántas cosas había vivido ella en ese lugar? miles. Pero principalmente… su primer beso. Se mordió el labio inferior y siguió mirando. ¿Dónde estaría él? ¿seguiría por aquellos campos? se había olvidado completamente de preguntarle a Mimí sobre su hijo. Él había sido muy importante para ella cuando era una niña. Su primer amor. Su primer dolor…

Tropezó con algo y cayó al suelo. Gracias a dios su caída no fue brusca, ya que la paja la amortiguó. Se sentó y se quitó los molestos zapatos. Y entonces escuchó que alguien entraba. Se quedó quieta y con sumo cuidado comenzó a arrastrarse hacia un rincón. No quería encontrarse con alguien desconocido estando sola. Quizás podrían pensar que ella era un ladrón o algo por el estilo. Llegó a un buen escondite y se quedó allí. 

—¿Y ahora por donde mierda voy a empezar a buscar? —escuchó que una voz masculina decía. Apretó los labios y se propuso salir de allí antes de que la viera.

Se inclinó y comenzó a moverse como si de un perro se tratara, mirando bien a su alrededor, fijándose si alguien la descubría.

Sintió una rara emoción, adrenalina. Ella no podía estar ocultándose como si fuera una extraña en sus propias tierras. Pero a decir verdad si lo era. Después de 10 años era una completa extraña para aquel lugar.

Fijó la mirada al frente y divisó algo que brillaba en medio de la paja. Puso la cabeza de costado y frunció el ceño. Sin poder evitarlo comenzó a acercarse hacia aquella cosa. Su mirada estaba fija en ello, sin prestar ni la más mínima atención a nada de lo que estaba a su alrededor. Entonces llegó al fin y lo observó bien. Era una pequeña cadenita que llevaba de colgante un caballo en su estado salvaje. Frunció más el ceño. Ella conocía esa cadenita, ella… ella la había comprado y se la había regalado a él.
Comenzó a estirar la mano para levantarla, pero entonces una mano más grande apareció frente a sus ojos y la tomó.

Al instante levantó la mirada y el aire se le quedó atrapado en los pulmones. Aquella mirada miel también enfrentó la suya. Él estaba agachado, en la misma posición que ella. El corazón de Lali comenzó a latir con fuerza. No estaba muy segura pero lo reconocía. Si… era él. Su amor de pequeña. Peter Lanzani. Allí estaba mirándola como si ella fuera una especie de fantasma. Se había puesto algo pálido y al parecer ni respiraba. 
Ella comenzó a incorporarse, él también lo hizo. Ambos se quedaron parados como estatuas, mirándose fijamente a los ojos.
—¿Peter? —inquirió al fin la morena. El castaño parpadeó atónito.
— Lali —murmuró sin poder creerlo.




CONTINUARA...

HOY TOCA MARATON ESPERO PODER HACERLA DE 10 CAPUTULOS AUNQUE NO PROMETO NADA 

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