lunes, 30 de marzo de 2015

Wild Horses 34





MARATON 1/?

CAPITULO 34

Lali sonrió al ver que él no hacía nada. Solo estaba allí, flotando, mirándola como si se tratara de una loca. Al parecer tendría que hacer algo más para hacerlo reaccionar de una buena vez. Entonces se acercó a la orilla y salió del agua, siempre dándole la espalda. Escuché una suave maldición por parte de él y se mordió los labios. Se acercó a su ropa y comenzó a vestirse. Cuando ya iba por el vestido, lo miró sobre su hombro. Él estaba en el mismo lugar. Realmente él estaba teniendo una guerra en su interior. Ella terminó de vestirse y se giró del todo a verlo.

—Ya que has planeado algo… vamos a hacer lo que preparaste —le dijo y entonces se dirigió hacia la pequeña casita.

Peter observó como ella se alejaba de allí e ingresaba a la pequeña casita. Bien, pensó, todo estaba saliendo perfectamente bien. Si, claro. Él se estaba comportando verdaderamente como un niño idiota que no sabía como reaccionar. Pero haber escuchado aquel ‘te amo’ de sus labios, lo había dejado completamente sin pensamientos, sin habla, sin reacción. Lo que si había reaccionado a ella había sido su cuerpo. Maldita sea, en situaciones así odiaba ser hombre y tener algo que demostraba completamente su excitación. Haber visto su cuerpo desnudo de espaldas, no lo había ayudado mucho a concentrarse. Peter Lanzani comenzaba a jugar con fuego y él sabía que ambos iban a quemarse.
Suspirando nadó hacia la orilla y salió para vestirse rápidamente. Cuando se colocó la camisa, se dio cuenta de que no podía abotonarla, así que la dejó así no más. Sacudió un poco la cabeza, para secar su cabeza y respiró profundamente antes de caminar hacia la casita. Bajó la mirada a su entrepierna, aun no se había calmado.

—Compórtate, compañero —le pidió —si te mantienes a la raya, va a ser mejor…

Se detuvo frente a la puerta y suspiró antes de entrar. Divisó que ella estaba parada mirando la parte de la pequeña cocina. Se giró a verlo y le entregó una dulce sonrisa.

—Esto es realmente hermoso, Peter —le dijo.
—Me alegro que te guste…
—Veamos que hay para cenar —ella se acercó a una cesta y comenzó a sacar la comida. Él solo la observaba. 


Entonces puso todo sobre la mesa y se sentó 

—¿No te sientas?

Él asintió y se sentó en la silla que estaba pegada a la de ella. lo miró fijo a los ojos, haciendo que él se sintiera más intimidado. Pero ¿Qué diablos pasaba con él? Allí estaba la mujer de su vida y lo único que podía hacer era comportarse como un completo imbécil.
Entonces ya no lo dudó. Nada ganaba con seguir con ese estúpido jueguito de quedarse callado y haciendo nada. Se acercó en una respiración a ella y tomó su boca con la suya, gimió suavemente contra sus labios. Peter la tomó de la nuca, acercándola más a su beso. Ella levantó los brazos y rodeó su fuerte cuello, para no caerse. Cada parte de ella temblaba con aquel hermoso sentimiento que latía en su corazón.

—Te amo —murmuró él soltando su boca levemente para comenzar a besar su mentón. Los ojos de ellas seguían completamente cerrados, entregándose a cada sensación. 

Peter bajó sus labios hacia su garganta. Encontró aquel punto en donde su pulso latía desenfrenado y la lamió suavemente. Un escalofrío caló hasta los huesos de la morena. Pequeñas gotas de agua caían cerca del escote de su vestido, desde el cabello húmedo de él, erizándole la piel. 
Peter volvió los besos hasta su rostro. Besó sus ojos, uno por uno, con suma delicadeza. Bajó a su nariz, luego besó sus mejillas y cuando ella esperó que volviera a su boca. Él se puso de pie. Ella abrió los ojos para mirarlo algo extrañada. Él estiró su mano y se la entregó. no lo dudó y la tomó. Peter la puso de pie, en un solo tirón y la pegó a él, volviendo a capturar su boca. Ahora ya no era un beso suave. Era un beso cargado de pasión y deseo. Un beso que le hizo temblar hasta el alma. Sus lenguas se mezclaron y a ella le costó respirar. Pero no podía detenerse, tampoco quería que él lo hiciera.
Sus manos se apoyaron sobre su pecho. Gracias a que la camisa estaba abierta pudo sentir el ardiente calor de su piel. Le cosquilleó el estomago con una irreverente expectación. Sabía que iban a hacer el amor. Pero no estaba lista para los sentimientos que se despertaban en su interior. Y se sintió asustada. Sintió miedo de no ser lo que él esperaba.

—Eres todo lo que siempre he soñado —dijo él como si acabara de leer sus pensamientos. levantó un poco la mirada para encontrarse con su profunda mirada —Eres eso y mucho más…
—¿Crees que esto funcione? —preguntó.

Necesitaba saber si él creía que aquello no era algo pasajero. Peter levantó la mano y acarició su rostro. Volvió a besar la punta de su nariz.

—Apostaría mi alma a que si…
—Te amo…
—Te amo.

Volvieron a besarse. Peter posó sus manos en la delicada espalda de Lali, y buscó el cierre de su vestido. Lo bajó delicadamente. Llevó la boca a su hombro derecho y lo besó delicadamente. hundió los dedos en sus cabellos. El pequeño bretel del vestido cayó hacia un costado y Peter se encargó del otro. La prenda cayó al suelo delicadamente. Ella tenía los ojos cerrados, sintiendo que así sentía todo más intensamente.
Entonces él la levantó en brazos, instintivamente colocó los brazos alrededor de su cuello y lo miró a los ojos.
Caminó con ella en silencio hasta llegar a un costado de la pequeña casita en donde se encontraba una cama, en la que apenas entraba una persona. la miró y luego volvió la vista a él. Iban a estar más que pegados en ese lugar. Acercó su rostro al de él y acarició su masculina mejilla con la nariz. Respiró profundamente para llenarse el cuerpo de su aroma.
Peter la tendió delicadamente en la cama, que hizo un pequeño crujido ante el nuevo peso que llevaba encima. Ella simplemente lo observó allí parado. Él se quitó la camisa y se inclinó sobre ella volviendo a besarla.
comenzó a recostarse, llevándolo junto a ella. Peter se posicionó cuan largo sobre el delicado cuerpo de la morena. Pero trasladó todo su peso a su brazo derecho, para no llegar a aplastarla. La ropa interior de ella le mojó el pecho y entonces sin dudarlo, se alejó un poco y se lo quitó. Ella contuvo el aliento, y sintió que un suave calor le cubría aquella parte de su anatomía y corría rápidamente hacia sus mejillas. ¿Ahora sentía vergüenza? Luego de haberse comportado tan descaradamente hacia unos cuantos minutos, no se atrevía a mirarlo a los ojos. Sintió que Peter le levanta la barbilla con el canto de su mano.

—No volverás a irte, ¿verdad? —le preguntó.
—No… —murmuró ella.

Él volvió a besarla, tomando hasta la última gota de dulzura de sus labios. Y sabía, sabía que jamás iba a poder dejarlo. Él estaba metido debajo de su piel, en su corazón.
El resto de las ropas que ambos llevaban terminaron silenciosamente en el suelo. Sus corazones latían al mismo ritmo, diciéndose todo sin decir nada.
Entonces rodeó aquellas fuertes caderas y Peter entró en ella, sin dejar de mirarla a los ojos. Ella se aferró a sus hombros y un suave gemido se le escapó de los labios. Notó que él estaba tenso, ¿creía que podía hacerle daño?

—¿Te provoco dolor? —preguntó él en un gruñido. Lo más odiaba era saber que podía lastimarla... de la forma que fuera.
—Se siente hermoso —murmuró ella y lo alentó a que se moviera un poco más. Era la gloria, su cuerpo tan pesado encima de ella, su piel tan caliente, sus músculos duros y fluidos —más, Peter. No voy a romperme. No puedes hacerme daño…

Entonces él se enterró en ella. gimió su nombre y arqueó su cuerpo hacia el suyo. Elemental como respirar, era tenerlo en su interior. Jamás había sentido nada como aquello. Y era simplemente suyo.
Cuando comenzó a moverse desenfrenadamente, sus labios encontraron los de ella y metió la lengua en su boca, tuvo el fugaz pensamiento de que nada en su vida volvería a ser lo mismo, jamás.
Y luego perdió su cuerpo, que se disparó por encima del borde, para caer en una lluvia de estrellas. Como si estuviera a cierta distancia oyó a Peter rugir y convulsionar, sacudiéndose una vez, y luego otra y otra más y muchas otras veces más.
Él se dejó caer sobre ella pesadamente, y Lali lo acunó con sus brazos, para luego besarle la frente que estaba a su alcance. Permanecieron unidos, entrelazados y sus respiraciones continuaron siendo agitadas durante un largo rato.
Peter levantó la cabeza y la miró a los ojos. Se sentía el hombre más afortunado del mundo. Nada podía salirle mal.

—… ¿Qué vamos a hacer respecto al futuro?
—Construirlo… juntos.

Él sonrió y la besó cortamente antes de volver a apoyar la cabeza en su pecho y escuchar los latidos de su corazón.

—Es muy novelesco esto de la hija del jefe y el peón de la estancia…

Ella rió entrecortadamente y acarició su espalda.

—Simplemente es nuestra historia. 




CONTINUARA...


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