martes, 31 de marzo de 2015

Tangled #1





CAPITULO 1

¿Ves ese bulto sin bañar y sin afeitar en el sofá? ¿El hombre con la sucia camiseta gris y pantalones rotos?
Ese soy yo, Peter Lanzani.

No suelo ser así. Es decir, ese no soy yo en realidad.
En la vida real, estoy arreglado, mi barbilla está afeitada, y mi cabello castaño está peinado hacia atrás en los lados de un modo que me han dicho me hace ver peligroso pero profesional. Mis trajes son hechos a medida. Uso zapatos de vestir que cuestan más que tu renta.
¿Mi departamento? Sí, en el que estoy ahora mismo. Las cortinas están cerradas, y los muebles brillan con un tinte azulado por la televisión. Las mesas y el piso están cubiertos con botellas de cerveza, cajas de pizza y botes vacíos de helado.
Este no es mi verdadero departamento. En el que suelo vivir está impecable; tengo una chica que viene dos veces a la semana. Y tiene cada comodidad moderna, cada juguete de niño-grande que puedas imaginar: sonido envolvente, altavoces satelitales y una gran pantalla de plasma que haría que cualquier hombre cayera de rodillas pidiendo más. La decoración es moderna, un montón de acero inoxidable negro, y cualquiera que entra sabe que ahí vive un hombre.
Entonces, como decía… lo que ven ahora mismo no es mi verdadero yo. Tengo un resfriado.
Influenza.

¿Has notado que algunas de las peores enfermedades en la historia tienen un nombre lírico? Palabras como malaria, diarrea, cólera. ¿Crees que hacen eso a propósito? ¿Para que sea un modo amigable de decir que te sientes como algo que ha salido del trasero de un perro?
Influenza. Tiene un agradable timbre al decirlo, si lo dices lo suficiente.
Al menos estoy bastante seguro que eso es lo que tengo. Es por eso que he estado refugiado en mi departamento los últimos siete días. Es por eso que apagué mi teléfono, es por eso que sólo me he parado del sofá para usar el baño o traer la comida que ordeno del chico de las entregas.
¿Cuánto dura el resfrío de todos modos? ¿Diez días? ¿Un mes? El mío comenzó hace una semana. Mi alarma sonó a las cinco de la mañana, como siempre. Pero en lugar de levantarme de la cama para ir a la oficina en donde soy una estrella, lancé el reloj al otro lado de la habitación, rompiéndolo como el día del juicio final.
Era molesto de todos modos. Estúpido reloj. Estúpido pitido.
Me di la vuelta y me volví a dormir. Cuando finalmente arrastré mi trasero fuera de la cama, me sentía débil y con náuseas. Mi pecho dolía; mi cabeza también. ¿Lo ves?... un resfrío, ¿cierto? Ya no pude dormir, así que me planté aquí, en mi confiable sofá. Era tan cómodo que decidí quedarme justo ahí. Toda la semana. Mirando los grandes éxitos de Will Ferrell en la televisión.
Anchorman: La Leyenda de Ron Burgundy está justo ahora. La he visto tres veces hoy, pero todavía no me he reído. Ni una vez. Quizás la cuarta vez sea la vencida, ¿eh?
Ahora hay un golpeteo en mi puerta.
Maldito portero. ¿Para qué demonios está aquí? Lo va a lamentar cuando reciba mi propina de Navidad este año, puedes apostar tu trasero.
Ignoró el golpeteo, aunque vuelve a sonar.
Y de nuevo.

—¡Peter! ¡Peter, sé que estás ahí! ¡abre la maldita puerta!

Oh no.
Es La Perra. También conocida como mi hermana, Euge.
Cuando digo la palabra perra la digo del modo más cariñoso posible, lo juro. Pero es lo que ella es. Exigente, obstinada, implacable. Voy a matar a mi portero.

—Si no abres esta puerta, Peter, voy a llamar a la policía para que la tire abajo. ¡Lo juro por Dios!

¿Ves a lo que me refiero?
Agarro la almohada que ha estado en mi regazo desde que el resfrío comenzó. Entierro la cara en ella e inhalo profundo. Huele a vainilla y lavanda. Fresco, limpio y adictivo.

—¡Peter! ¿me escuchas?

Pongo la almohada sobre mi cabeza. No porque huele a… ella… sino para bloquear el golpeteo que continua en mi puerta.

—¡Estoy sacando mi teléfono! ¡Estoy marcando! —la voz de Euge es aguda por la advertencia, y sé que no está jugando.

Suspiro profundamente y me obligo a mí mismo a pararme del sofá. La caminata a la puerta lleva tiempo; cada paso de mis piernas tiesas y doloridas es un esfuerzo.
Maldito resfriado.
Abro la puerta y me preparo para la ira de La Perra. Está sosteniendo contra su oído el último iPhone con una mano perfectamente cuidada. Su pelo rubio está recogido hacia atrás en un simple pero elegante moño, y un bolso verde oscuro cuelga de su hombro, del mismo tono que su falda 
—Euge es aficionada a la combinación.

Tras ella, viéndose apropiadamente contrito en su arrugado traje azul marino, está mi mejor amigo y colega, Agus Sierra.

Te perdono, Portero. Es Agus quien debe morir.

—¡Jesucristo! —grita Euge horrorizada—. ¿qué demonios te ha pasado?

Te dije que éste no era el verdadero yo.
No le contesto. No tengo la energía. Sólo dejo la puerta abierta y caigo boca abajo sobre mi sofá. Es suave y cálido, pero firme.
Te amo, sofá— ¿Alguna vez te lo he dicho? Bueno, te lo estoy diciendo ahora.
Aunque mis ojos están enterrados en la almohada, percibo a Euge y Agus entrando lentamente al departamento. Imagino la sorpresa en sus rostros por la condición del departamento. Echo un vistazo fuera de mi capullo y veo que el ojo de mi mente dio en el blanco.

—¿Peter? —la escucho preguntar, pero esta vez hay preocupación entrelazada a lo largo de la corta sílaba.

Después está cabreada de nuevo.

—Por el amor de Dios, Agus, ¿Por qué no me llamaste antes? ¿Cómo pudiste dejar que pasara esto?
—¡No lo había visto, Eu! —dice Agus rápidamente. ¿Lo ves? Él también le tiene miedo a La Perra—. Vine todos los días. A mí no me abría la puerta.

Percibo que el sofá se hunde cuando ella se sienta a mi lado.

—¿Peter? —dice en voz baja. Siento su mano pasar suavemente por la parte de atrás de mi cabello—. ¿Cariño?

Su voz suena tan dolorosamente preocupada, me recuerda a mi madre. Cuando era un niño y estaba enfermo en casa, mamá venía a mi cuarto con chocolate caliente y sopa en una bandeja. Me besaba la frente para ver si aún estaba ardiendo en fiebre. Ella siempre me hacía sentir mejor. El recuerdo y los parecidos actos de Euge trajeron humedad a mis ojos cerrados.
¿Soy un desastre o qué?

—Estoy bien, Eugenia —le digo, aunque no estoy seguro de si me oye. Mi voz está perdida en la almohada con el dulce aroma—. estoy resfriado.

Escucho el abrir de una caja de pizza y un gemido cuando el hedor de queso podrido y salsa fluye del recipiente.

—No es precisamente la dieta de alguien con un resfriado, hermanito.

Escucho además que arrastran con los pies botellas de cerveza y basura, y sé que ella está empezando a arreglar el desorden. No soy el único fanático de la limpieza en mi familia.

—¡Oh, esto simplemente está mal! —inhala bruscamente, y, a juzgar por el hedor que se une a al aroma de la pizza podrida, estoy pensando que acaba de abrir un envase de helado de hace tres días que no estaba tan vacío como yo creía.
—Peter —sacude mis hombros suavemente. Me rindo y me siento, frotando el cansancio de mis ojos mientras lo hago—háblame —implora— ¿qué está sucediendo? ¿Qué pasó?

Mientras miro la afligida expresión de mi gran perra hermana, soy lanzado veintidós años atrás en el tiempo. Tengo seis años de edad y mi hámster, Sr. Wuzzles, acaba de morir. Y al igual que ese día, la dolorosa verdad es arrancada de mis pulmones.

—Finalmente pasó.
—¿Qué pasó?
—Lo que has estado deseando que me pase todos estos años —susurré—me enamoré.

Alzo la vista para ver la silueta de una sonrisa. Es lo que ella siempre había querido para mí. Ha estado casada con Nico por siempre, ha estado enamorada de él incluso más tiempo. Así que nunca ha estado de acuerdo con el modo en que vivo mi vida y no puede esperar para que yo siente cabeza. Para que encuentre a alguien que cuide de mí, del modo en que ella cuida de Nico. Del modo en que nuestra madre aún cuida de nuestro papá.
Pero le dije que nunca pasaría… no era lo que yo quería. ¿Por qué llevar un libro a la librería? ¿Por qué llevar arena a la playa? ¿Por qué comprar la vaca cuando consigues gratis la leche?
¿Comienzas a ver el punto aquí?
Así que, la veo comenzar a sonreír cuando, con una voz tímida que ni siquiera reconozco, digo: 


—Va a casarse con alguien más. Ella no… ella no me quiere a mí, Eu.

La compasión se extiende por el rostro de mi hermana, como mermelada en un pan. Y después determinación. Porque Eugenia es una persona que arregla. Puede destapar caños, parchar paredes abolladas y remover manchas de cualquier alfombra. Ya sé lo que pasa por su cabeza en este momento: si su hermanito está roto, ella solamente lo volverá a recomponer.
Desearía que fuera tan fácil. Pero no creo que todo el pegamento del mundo vaya a volver a recomponer mi corazón.
¿Mencioné que también tengo algo de poeta?

—Está bien. Podemos arreglar esto, Peter.

¿Conozco a mi hermana o qué?

—Ve a tomar una larga ducha caliente. Limpiaré este desastre. Después, vamos a salir. Los tres.
—No puedo salir —¿no ha estado escuchando? —estoy resfriado.

Sonríe compasivamente.

—Necesitas una buena comida caliente. Y una ducha. Entonces te sentirás mejor.

Tal vez ella tiene razón. Dios sabe que lo que he estado haciendo durante estos últimos siete días no me ha hecho sentir mejor. Me encojo de hombros y me levanto para hacer lo que ella dice. Como un niño de cuatro años con su mantita, me llevo mi preciada almohada conmigo.
En mi camino al baño, no puedo evitar pensar en cómo pasó todo. Una vez tuve una buena vida. Una vida perfecta. Y luego todo se fue a la mierda.
Oh… ¿quieres saber cómo? ¿Quieres escuchar mi tragedia? De acuerdo. Todo comenzó hace unos meses, en una noche de sábado normal.
Bueno, normal para mí de todos modos.

Cuatro meses antes.

—Joder, sí. Se siente bien. Sí, así.

¿Ven a ese hombre —traje negro, endemoniadamente guapo? ¿Sí, el que está recibiendo una mamada de la atractiva pelirroja en el compartimento del baño? Ese soy yo. El verdadero yo. YAR: Yo Antes del Resfriado.

—Dios, nena, voy a correrme.

Congelemos la imagen por un segundo.
Para aquellas mujeres ahí afuera que están escuchando, déjenme darles un consejo gratis: ¿si un hombre que acaban de conocer en un club les dice nena, cariño, ángel, o cualquier otra expresión cariñosa? No cometan el error de pensar que le gustas tanto que ya está pensando en apodos cariñosos.
Es porque no puede o no le importa recordar tu verdadero nombre.
Y ninguna chica quiere ser llamada por el nombre equivocado cuando está de rodillas haciéndote una mamada en el baño de hombres. Así que, sólo para estar seguros, me incliné por nena.
¿Su nombre real? ¿Acaso importa?

—Joder, nena, me corro.

Aparta la boca con un pop y lo atrapa como una de las ligas mayores mientras acabo en su mano. Después, voy al lavabo para limpiarme y subirme el cierre. La pelirroja me mira con una sonrisa mientras se enjuaga la boca con una botella de enjuague bucal tamaño viaje que saca de su bolso.
Encantador.

—¿Qué tal una bebida? —pregunta, en lo que pienso ella considera una voz sensual.

Pero he aquí un dato para ti… una vez que término, término. No soy el tipo de hombre que monta dos veces la misma montaña rusa. Una vez es suficiente, y después la emoción se va y también el interés.
Pero, mi madre sí me educó para ser un caballero.

—Claro, encanto. Ve a buscar una mesa, nos compraré algo del bar —pelirroja puso bastante esfuerzo en hacerme una mamada, después de todo. Se ha ganado una bebida.

Después de abandonar el baño, se dirige a una mesa, y yo voy hacia el oh-tan-atestado bar. Sí mencioné que era sábado por la noche, ¿cierto? Y esto es REM. No, no R.E.M1—rem, como en sueño REM2, como cuando duermes. ¿Comprendes?
Es el mejor club en Nueva York. Bueno, al menos esta noche lo es. Para la siguiente semana será algún otro club. Pero la ubicación no importa. El guion siempre es el mismo. Cada fin de semana mis amigos y yo venimos aquí juntos pero nos vamos separados— y nunca solos.
No me mires así. No soy un mal tipo. No miento; no embauco a las mujeres con floridas palabras sobre un futuro juntos y amor a primera vista. Voy directo al grano. Busco pasar un buen rato, por una noche, y así se los hago saber. Eso es mejor que el noventa por ciento de los otros hombres aquí, créeme. Y la mayoría de las chicas aquí están buscando lo mismo que yo.
De acuerdo, tal vez eso no exactamente cierto. Pero no puedo evitarlo si ellas me ven, me joden, y de repente quieren dar a luz a mis hijos. Ese no es mi problema. Como dije, les digo cómo son las cosas, les hago pasar un buen rato y luego les pago el viaje a casa en taxi. Gracias, buenas noches. No me llames, porque tan seguro como la mierda que yo no voy a llamarte.

Finalmente pasando por entre la multitud del bar, ordeno dos bebidas. Me tomo un momento para mirar los cuerpos retorciéndose y girando, fundidos el uno en el otro en la pista de baile mientras la música vibra por todos lados.
Y entonces la veo, a cuatro metros y medio de donde estoy parado, esperando pacientemente pero viéndose un poco incómoda entre la masa con brazos levantados, ondeando dinero, deseosos de alcohol tratando de conseguir la atención del barman.
¿Te dije que soy poético, cierto? La verdad es que, no siempre lo fui. No hasta ese momento. Ella es magnífica, angelical, preciosa. Elige una palabra, cualquier maldita palabra. La línea de su trasero es, por un momento, me olvido cómo respirar.
Su cabello es largo y castaño y brilla incluso en la tenue luz del club. Lleva un vestido rojo sin espalda, sexy pero con clase, que acentúa cada curva perfectamente tonificada. Su boca es llena y exuberante, con labios que ruegan por ser violados.
Y sus ojos. Dulce madre de Dios. Sus ojos son grandes y redondos e infinitamente oscuros. Imagino esos ojos mirándome hacia arriba mientras toma mi polla en su cálida boquita. El apéndice en cuestión despierta a la vida inmediatamente con el pensamiento. Tengo que tenerla.

Rápidamente me acerco, decidiendo aquí y ahora que ella es la afortunada mujer que tendrá el placer de mi compañía por lo que resta de la noche. Y qué placer pienso hacerlo.
Llegando justo cuando ella abre la boca para ordenar una bebida, intervengo con


—La dama va a tomar… —la miro para conjeturar lo que estaría tomando. Ese es uno de mis talentos. Algunas personas son bebedores de cerveza, otros de whisky con soda, otros de vino añejo, otros de brandy o dulce champaña. Y siempre puedo decir quién toma qué… siempre—… un Veramonte Merlot, 32003.

Ella se gira hacia mí con una ceja levantada, y sus ojos me evalúan de pies a cabeza. Decidiendo que no soy un perdedor, dice:

—Eres bueno.

Sonrío.

—Veo que mi reputación me precede. Sí, lo soy. Y tú eres hermosa.

Se sonroja. En verdad sus mejillas adquieren un maldito color rosado y aparta la mirada. ¿Quién se sonroja todavía? Es condenadamente adorable.

—Así que, ¿qué dices si buscamos un lugar más cómodo… y privado? ¿Para que podamos conocernos mejor?

Sin vacilar, contesta:

—Estoy aquí con mis amigas. Estamos celebrando. No suelo venir a lugares como éste.
—¿Qué celebramos?
—Acabo de terminar mi MAE 4y empiezo un nuevo trabajo el lunes.
—¿En serio? Qué coincidencia. Soy un administrador por mi cuenta. ¿Tal vez hayas oído de mi empresa? ¿Lanzani, Reinhart y Fisher? — Somos la mejor banca especializada de inversiones en la ciudad, así que estoy seguro de que está debidamente impresionada.

Hagamos una pausa aquí, ¿de acuerdo?
¿Viste el redondeo de la preciosa boca de la mujer cuando le dije en dónde trabajo? ¿Viste que abrió los ojos como platos? Eso debería haberme dicho algo.
Pero no lo noté a tiempo… estaba demasiado ocupado echando un vistazo a sus tetas. Son perfectas, por cierto. Más pequeñas de lo que normalmente elijo, no más que un puño. Pero por lo que a mí respecta, un puño es todo lo que necesitas.
Mi punto es, recuerdan esa mirada de sorpresa… tendrá sentido más tarde. Ahora, de regreso a la conversación.

—Tenemos mucho en común —digo—. Ambos estamos en los negocios, a ambos nos gusta un buen vino tinto… creo que nos debemos a nosotros mismos ver a dónde nos podría llevar esto esta noche.

Se ríe. Es un sonido mágico.
Ahora debería explicar algo aquí. Con cualquier otra mujer, en cualquier otra noche, para entonces ya estaría en un taxi, con mi mano en su vestido y mi boca haciéndola gemir. Sin dudas. Para mí, esto es trabajar por ello. Y muy extrañamente, es algo excitante.

—Soy Peter, por cierto —extiendo la mano—. ¿Y tú eres?

Levanta su mano.

—Comprometida.

Decidido, tomo su mano y beso sus nudillos, rozándolos tan ligeramente con mi lengua. Veo a mi reacia belleza tratar de suprimir un escalofrío, y sé, que a pesar de sus palabras, estoy consiguiéndola.
Verás, no soy del tipo que en verdad escucha lo que la gente dice. Presto atención a cómo lo dicen. Puedes aprender un montón de alguien si sólo te tomas el tiempo de mirar el modo en que se mueven, el cambio en sus ojos, la elevación y caída de su voz.
Ojos de Cervatilla puede que me esté diciendo que no… ¿pero su cuerpo? Su cuerpo está gritando, Sí, sí, fóllame en el bar. En el lapso de tres minutos, me ha dicho por qué está aquí, qué hace para vivir, y me ha permitido acariciar su mano. Esos no son los actos de una mujer que no está interesada… son los actos de una mujer que no quiere estar interesada.
Y definitivamente puedo trabajar con eso.
Estoy a punto de opinar de su anillo de compromiso; el diamante es tan pequeño que incluso en una inspección de cerca, no puede ser ubicado. Pero no quiero ofenderla. Dijo que acaba de graduarse. Tengo amigos que tienen que pasar por la escuela de negocios, y los préstamos pueden ser aplastantes.
Así que me inclino por una táctica diferente: honestidad 


—Incluso mejor. ¿No vienes a lugares como estos? No tengo relaciones amorosas. Encajamos perfectamente. 

Deberíamos explorar más esta conexión, ¿no crees?
Se ríe de nuevo, y nuestras bebidas llegan. Ella toma la suya.

—Gracias por la bebida. Debería regresar con mis amigas ahora. Ha sido un Le doy una rápida sonrisa, incapaz de contenerme a mí mismo.
—Nena, si me dejas sacarte de aquí, le daré a la palabra placer un significado completamente nuevo.

Sacude la cabeza con una sonrisa, como si estuviera consintiendo a un niño malhumorado. Después grita por encima de su hombro mientras se aleja:

—Que tenga una buena noche, Sr. Lanzani.

Como dije, normalmente soy un hombre observador. Sherlock Holmes y yo, podríamos juntarnos. Pero estoy tan cautivado por la vista de ese dulce trasero, que no logro verlo al principio.
¿Te diste cuenta? ¿Captaste el pequeño detalles que pasé de largo?
Así es. Me llamó “Sr. Lanzani”… pero nunca le dije mi apellido. Recuerda eso también.
Por el momento, dejo que la misteriosa mujer de pelo negro se retire. Pienso soltarle algo la cuerda, después recoger el sedal: anzuelo, cuerda y atrapada. Planeo perseguirla el resto de la noche si tengo que hacerlo.
Sencillamente ella es así de malditamente sexy.
Pero entonces Pelirroja, síp la del baño de hombres, me encuentra.

—¡Ahí estás! Pensé que te había perdido —empuja su cuerpo contra mi costado y frota mi brazo íntimamente
— ¿Qué tal si vamos a mi casa? Está a la vuelta de la esquina.
Ah, gracias—pero no gracias. Pelirroja rápidamente se ha convertido en un débil recuerdo. Mi mira está fijada en mejores, más intrigantes prospectos. Estoy a punto de decírselo cuando otra pelirroja aparece junto a ella.
—Esta es mi hermana, Mandy. Le hablé de ti. Ella piensa que los tres podríamos… tú sabes… pasar un buen rato.

Mi mirada se vuelve hacia la hermana de la Pelirroja— su gemela, de hecho. Y en un abrir y cerrar de ojos, mis planes cambian. Lo sé, lo sé… dije que no monto la misma montaña rusa dos veces. ¿Pero montañas rusas gemelas?
Déjame decirte, ningún hombre dejaría pasar un viaje como ese.


CONTINUARA...

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