viernes, 24 de abril de 2015

TANGLED #28



CAPITULO 28







Nosotros llegamos a la cama. Eventualmente.
Un par de horas y tres orgasmos más tarde, estamos recostados lado a lado uno frente al otro. Compartiendo una almohada. La almohada.

—Dilo de nuevo.

Es la décima vez que me lo ha pedido. Pero no me importa. Lo diré hasta que mi cara se ponga azul si ella quiere.

—Te amo, Lali.

Ella suspira. Parece contenta

—Voy a ser muy pegajosa y necesitada por las próximas semanas. Deberías estar preparado.
—Yo estaré inseguro y celoso. Funcionará de maravilla.

Hay una sonrisa en su voz. 

—Me dijiste que no eras celoso.

Me encojo de hombros. 

—También dije que nunca más iba a mentirte.

Sus manos peinan suavemente mi cabello en la parte de atrás

—¿Cuándo lo supiste?
Sonrió. 
—La primera vez me dejaste estar dentro de ti sin condón.

Jala mi cabello. Duro.

—¡Ay! ¡Jesús!

Su voz es exasperada, como la una madre que acaba de pillar a su hijo tomando una galleta fuera de los límites por décima vez.

—Peter. Eso no suena muy romántico.
—¿No lo crees?

Encuentro la fuerza para levantar la cabeza, y luego la bajo sobre su ya endurecido pezón. Lo chupo, lo provoco con mis dientes, antes de lentamente dejarlo ir con un pop.

—Porque creo que llegar dentro de ti es muy, muy romántico.

Cuando empiezo a dar el mismo tratamiento a la otra belleza, ella jadea. 

—Es un buen punto.

Me río entre dientes. 

—Todos lo son, cariño.

Recuesto mi cabeza de nuevo, arrastrando mis dedos por su brazo, fascinado por la carne de gallina que se eleva a medida que avanzo.

—¿No vas a preguntarme cuándo lo supe?— pregunta.
—¿Cuándo qué?

Lali rueda sobre su estómago. Y su cabello se mueve sobre su hombro, llegando a la piel en mis costillas. Haciendo cosquillas como una pluma. Es excitante. Sensual. Y así, estoy listo para otra ronda.
Edward Cullen puede tomar su estúpida heroína y morirse de una sobredosis. Lali es mi propia marca de Viagra.

—Cuando supe que estaba enamorada de ti.

¿Has notado que Lali no ha devuelto ninguno de mis “te amos”? Yo ciertamente sí. Pero como he dicho, no intento poner mucha fe en las palabras. 
Las acciones dicen más. Y cada movimiento que Lali hace me dice que estamos en la misma página. 
Aun así, tengo curiosidad.

—¿Cuándo?

Ella se inclina hacia adelante y besa mis ojos... mis mejillas... y luego la punta de mi nariz antes de plantar un dulce beso en mis labios. Entonces se recuesta.

—¿Recuerdas ese día en mi oficina? Después de que Benja y yo terminamos y me puse a llorar.

Asiento con la cabeza.

—Debería haber estado devastada, lo estaba, por un rato. Pero entonces entraste, y colocaste tus brazos alrededor de mí. Y yo quise que nunca te fueras. Fue como si todo lo que siempre había necesitado, todo lo que quería, estaba ahí delante de mí. Y ahí fue cuando lo supe. Que, de alguna manera, me habías absorbido y estaba totalmente enamorado de ti. —se ríe suavemente—. Estaba tan asustada...
Apuesto que sí.
—...Porque nunca ni en un millón de años pensé que sentirías lo mismo.

Cepillo mi pulgar a través de su hermoso labio inferior. 

—Ya lo hacía, Lali. Sencillamente no lo sabía.

Ella sonríe y descansa su cabeza de nuevo sobre la almohada. Su voz es suave y sincera.

—Sí. A veces puedes ser un verdadero idiota.

¿Eso fue lo pensaste iba a decir? Yo tampoco.

—¿Perdón?

Levanta una ceja con aire de suficiencia. 

—Sólo estoy diciendo, si buscas en nuestra historia… 

Antes de que pueda terminar, la tengo clavada debajo de mí, su espalda en mi pecho

—Esas son palabras de lucha Lali

Mis dedos bajan lentamente a sus costillas. Tortuosamente. Ella empieza a retorcerse y su trasero se frota contra mi polla.
Es agradable.

—Retira lo dicho.
—No.

Mis dedos se mueven suavemente y rápidamente sobre ella. Haciéndole cosquillas sin piedad.

—Di, “Peter Lanzani es un dios. Un brillante, e ingenioso dios”

Se retuerce y chilla

—¡Peter! ¡Detente! ¡No!
No me detengo. 
—Pídemelo amablemente y tal vez lo haga. Ruega por eso.
Ella se ríe mientras grita. —¡Nunca!
Sabes lo que dicen de nunca, ¿no?
Sí, esto va a ser divertido.

...

Ella rogó.
¿Tenías alguna duda? Luego se puso encima de mí, y yo era el que estaba rogando.

Ahora estoy acostado con la cabeza en los pies de Lali, masajeándolos. Su cabeza en mi muslo. ¿Quieres saber cómo terminamos en esta posición? No, voy a dejar que uses tu imaginación.

—Entonces, ¿qué te dijo Eugenia?— pregunto.
—¿Mmm?

Doblo mi codo y descanso mi cabeza en mi mano para poder ver la cara de Lali. Se ve completamente exhausta. Agotada. Usada no muy suavemente. Es una mirada realmente buena en ella.

—El otro día, en tu oficina, antes de que accedieras a salir conmigo. Parecías diferente. Más... receptiva. ¿Te amenazó?
Ella se ríe soñolienta y sus ojos se abren. 
—No, sin amenazas. Me dijo que debía pensar como la mujer profesional que soy. A mirarte como un emprendimiento comercial. Que cada inversión tiene riesgos, pero que tengo que pesarlos contra la ganancia. Dijo que basado en tu más reciente actuación, eres un riesgo vale la pena tomar.

Buena estrategia. Debería haber pensado en eso.

—Debería enviarle flores.
Su mano frota mi muslo. —Pero eso no es lo que me convenció para darte otra oportunidad.
Mi frente se arruga. 
—¿No?
—No.
—¿Entonces, qué?

Se desliza alrededor hasta que su cabeza está sobre mi pecho, y no hay nada de espacio entre nosotros. 

—Rufi.
—¿Cómo pudo lograrlo?
—Me contó una historia acerca de cómo tú la llevaste a Central Park el verano pasado. Y un niño le arrojó arena.

Recuerdo ese día. Estaba a punto de ofrecerle a un niño de seis años cincuenta dólares para que pateara al pequeño cabrón.

—Y entonces él se acercó a ella y le dijo que lo lamentaba. Pero ella no estaba segura de si quería volver a jugar con él. Y dijo que tú le respondiste que a veces los chicos son estúpidos. 
Y muchas veces hacen cosas estúpidas. Así que, de vez en cuando, ella debe tener piedad de ellos. Y si dicen que lo sienten, debe darles una segunda oportunidad. No una tercera o cuarta... pero le contaste que todo el mundo merece una segunda oportunidad.— hace una pausa. Y se ríe. 

—Y entonces le dijiste que si lo hacia otra vez, debía darle una patada en los huevos.

Todas las chicas deben saber defenderse. Una certera patada lo hará cada vez.
Es sorprendente, ¿no crees? Si no fuera por mi perfecta sobrina, no estaríamos aquí ahora.

—Tal vez debería comprarle dos ponis.

Lali sonríe. Y sus ojos me miran de esa manera que ahora anhelo. Como si fuera todo para ella.

—No tienes sentido del instinto de conservación, ¿verdad?
Niego con la cabeza. 
—No, no por el momento. Estoy demasiado enfocado en la fornicación. 

Ella trae su rodilla alrededor de mi cadera. 

—Voy a hacerte feliz, Peter Lanzani.

Aprieto mis brazos alrededor de ella. 

—Ya lo haces. ¿Después de esto? Ir al cielo va a ser una gran decepción.

Bajo mi cabeza y la beso. Es húmedo, lento y maravilloso. Y ella también me está besando. Como si nunca quisiera parar. Y ¿sabes una cosa?
Eso funciona muy bien para mí 

....

Así que ahí tienes. Gracias por venir a lo largo del paseo. Pero ciertamente deberías irte. Se acabó eso de vivir indirectamente a través de mi vida sexual. Porque, ¿recuerdas cuando dije que todos los chicos hablan a sus amigos del sexo?

Bueno, sí lo hacemos.
Pero nadie habla a sus amigos del sexo con su novia. Jamás.
¿Crees que yo quiero que alguien se masturbe con lo que Lali me permite hacerle? ¿O lo que me hace a mí? De ninguna manera.

Así que aquí es donde te bajas. No de la fantástica forma que yo estoy a punto, por supuesto, pero eso es muy malo para ti.
Aún… después de todas las pistas que te he dado, siento que te debo unas últimas palabras de sabiduría. Una lección. Algo significativo. Así que aquí vamos:

No asumas nada. Incluso si crees que lo sabes todo. Incluso si estás segura de que tienes la razón. Confirma. ¿Esa completo “mierda” cliché sobre asumir? Es solo para el dinero. Y si no eres cuidadosa, podría terminar costándote la mejor cosa que alguna vez te va a pasar.

Y otra cosa: no te acostumbres. Corre riesgos. No tengas miedo de ponerlo en la línea. Incluso si eres feliz. Incluso si crees que tu vida es perfecta.
Porque yo una vez tuve una vida. Una vida que amé. Era consistente. Divertida.
Era confiable. Segura.
Y luego una noche, una hermosa chica morena llegó y arruino todo el reino. Ahora mi vida es un desastre. En el buen sentido. Una red gigante e impredecible de metidas de pata y reconciliaciones. Frustración y ternura. Molestia y afecto. Amor y lujuria.
Pero eso está bien. ¿Porque mientras Lali Esposito esté enredada en esa red conmigo?
Bueno, no me imagino nada jodidamente mejor que eso. 



FIN 



CONTINUARA...


3 comentarios y mas 

Quedan creo q 2 par de extras mañana los subo

Lo siento si el capitulo de hoy no esta muy bien adaptado pasa que he tenido que hacerlo con el movil lo siento de verdad bss :) 

Tangled #27






CAPITULO 27

Cada nuevo asociado en Lanzani, Sierra y Riera consigue que redecoren su oficina. No somos la única firma con este tipo de política. Es un buen negocio. Hace que los empleados se sientan cómodos, como si una parte de la empresa perteneciera a ellos. Las opciones de colores y patrones de muebles no son ilimitados, pero en una empresa como la nuestra, la plataforma es muy vasta. Así es como conseguí mi inspiración. Cómo fui capaz de averiguar lo que Lali prefiere.

No le gustan los motivos florales, y gracias a Dios por eso. Le gusta las rayas, los diseño de cachemira y los tonos tierra. ¿Por qué te estoy diciendo esto, preguntas? ¿Qué tiene que ver con algo?
Recuerdas la bati-cueva, ¿no? Mi oficina en casa. Mi primogénito. ¿Mi espacio estrictamente sólo para pollas, para hombres? Bueno, ha sufrido un cambio de sexo. No, eso no es muy preciso. Ahora es más como una hermafrodita.
Observa.
Enciendo la luz y llevo a Lali hasta centro de la habitación. Luego desato el pañuelo.
Sus ojos se ensanchan. 


—Oh, mi…

Las paredes una vez borgoña son ahora de un majestuoso azul. El sofá de cuero inglés es historia. En su lugar hay dos sofás, a rayas en un cálido color marrón y el mismo fondo azul como las paredes. Mi escritorio fue desplazado a la izquierda—para hacer espacio para el nuevo escritorio color cereza que está situado a la par, lado a lado, como una novia y novio en el día de su boda. La ventana detrás de estos está enmarcada con cortinas en el mismo material que los sofás. Y la mesa póker todavía está en la esquina. Pero ahora tiene una dura cubierta marrón sobre si —para apoyar una planta grande y frondosa que descansa en la parte de arriba. Normalmente no me gustan las plantas vivas. Mi destreza en la jardinería es aproximadamente tan buena como la de Morticia Adams. Pero el decorador de interiores dijo que a las mujeres les gustaban. Alguna mierda sobre el instinto materno.

Increíble lo que puedes lograr en poco tiempo cuando tienes a tu disposición un decorador de interiores con un equipo de trabajadores y el dinero no es un problema, ¿no? Pero las cortinas son una verdadera maldición para colgar. Yo mismo lo hice —quería personalmente añadir unos toques. Y casi pongo la varilla a través de la ventana una jodida docena de veces antes de hacerlo bien.

Observo la cara de Lali con atención. Pero no puedo decir que está pensando. Está en blanco. Aturdida. Como un testigo de un doble homicidio.
Trago duro. Y comienzo el lanzamiento más importante de mi vida:

—Vi The Notebook otra vez.

Aún sigue siendo muy gay.
Sin embargo...

—Ahora lo entiendo. Por qué Noah hizo ese cuarto de arte para Allie. No fue porque era una coño, fue porque no tenía elección. Ella era para él. No importaba lo que hiciera, nunca iba a haber nadie más que ella. Así que todo lo que podía hacer era organizar el cuarto y rogarle a Dios que un día ella apareciera para usarlo. Y eso básicamente resume exactamente cómo me siento por ti. Así que hice esto — hago un gesto alrededor de la habitación — porque te quiero en mi vida, Lali. Permanentemente.

Sus ojos se posan sobre mí. Y están brillando con lágrimas.

—Quiero que te mudes aquí conmigo. Quiero caer dormido con tu cabello en mi cara cada noche. Y quiero despertar envuelvo en ti todas las mañanas. Quiero que pasemos todos los fines de semana desnudos. Quiero tener peleas limpias y sucio sexo de reconciliación.

Se ríe de ese. Y una sola lágrima se desliza silenciosamente por su mejilla.

—Quiero hablar contigo hasta que salga el sol, y quiero llevarte el cereal a la cama todos los domingos. Quiero trabajar mucho, interminables horas en esta oficina, pero sólo si estás aquí junto a mí.

Su voz es apenas un susurro. 

—¿Como una sociedad? ¿Cincuenta-cincuenta?

Niego con la cabeza. 

—No. No es un cincuenta-cincuenta. No puedes sólo tener la mitad de mí. Tienes todo de mí. Cien por ciento.

Respira profundo. Y muerde su labio. Y baja la mirada a su escritorio. Luego su cara se afloja.

—¿Dónde sacaste eso?

Es una foto de la boda de sus padres.

—Lo robé de tu oficina y lo copie mientras estabas en el almuerzo.

Sacude la cabeza lentamente. Y me mira de nuevo. Con admiración. 

—No puedo creer que hiciste todo esto.

Doy un paso hacia adelante.

—Sé que acabas de salir de una relación y yo nunca he estado en una. Y sé que tengo que decirte que si no estás preparada, eso está bien. Que podre ser paciente y esperar. Pero... si dijera esas cosas... estaría mintiendo. Porque...No soy un tipo paciente. Yo soy más un tipo de toma-al-toro-por-los-cuernos, aguanta-hasta-que-te-rompas-o-te-vuelvas-loco.

Ella ríe otra vez.

—Si esto no es suficiente, si necesitas algo más, dímelo. No importa lo que sea, lo haré. Por ti.

Cuando termino, solo se queda ahí. Mirándome.
Lame sus labios y seca sus ojos. 


—Tengo algunas condiciones.

Asiento cautelosamente.

—Sin mentiras. De verdad, Peter. Cuando me dices algo, tengo que saber que es la verdad. Que no tienes un motivo oculto.
—De acuerdo.
—Y ninguna otra mujer. Creo que soy muy aventurera en la cama cuando se trata de ti, pero soy monógama. No hago cambios. No hago tríos.

No hay problema. Mi pene sólo tiene ojos para Lali.

—Yo tampoco. Bueno, ya no. Quiero decir... de acuerdo.

Y entonces ella sonríe. Y es cegador. Luminoso.
Jodidamente incandescente.
Y camina hacia mí. 


—Bueno, Sr.Lanzani... parece que tenemos un trato.

Y eso es todo lo que necesito oír.
Me muevo como un resorte que hubiese sido estirado demasiado tenso y durante demasiado tiempo. Y antes de que Lali pueda tomar un respiro, la tengo aplastada contra mí — abrazándola, y levantándola de sus pies.
Nuestras bocas golpean juntas como dos imanes. Ella agarra mi camisa. Y mi lengua se desliza en su boca.
Jesús. El sabor de ella —mi memoria fue infamemente inadecuada. Me siento como un adicto de crack en recuperación que cayó en el vicio y nunca quiere salir.
Nuestras manos tantean el uno al otro. Es explosivo. Inflamable.

Arde, nena, arde.

Arrastro mis labios a través de su mandíbula. Ella inclina su cabeza para darme más espacio y ataco su cuello. Está jadeando. Ambos lo estamos. Mis manos están en su cabello, sosteniéndola como rehén. Y sus manos están en mi pecho rozando mis costillas y cintura. No tengo ninguna idea de cómo consiguió abrir mi camisa. Me alegra que lo hiciera. Deslizo mis dedos por su espalda hasta el borde de su vestido. Entonces acaricio debajo de él, ahuecando su suave y firme culo.
Debe estás usando tanga.
Masajeo y aprieto, presionando nuestras caderas. La boca de Lali sustituye sus manos, moviéndose a través de mi pecho y más abajo. Y empiezo a realmente perderlo. Tomo la parte trasera de su vestido con ambas manos y jalo —rasgándolo casi en dos. Como el increíble Hulk.

—Voy a comprar uno nuevo, lo juro.

Cae a su cintura. Y nuestros pechos desnudos se estrellan juntos.
Jódeme. Extrañaba esto. ¿Cómo en Cristo sobreviví una hora —deja aparte días— sin sentirla contra mí así? Demasiado malditamente largo.

—Dios, Peter.

Sus manos están ahora en mi espalda. Arañando y amasando. Mi boca está en su oído, demandando

—¿Cualquier ropa interior que tienes? Me voy a quedar con ella— Caigo sobre mis rodillas, abrasando el camino entre su pecho y estómago.

Lali jadea. 

—Eso podría ser un problema.
—¿Por qué?

Arrastro su vestido hasta el suelo. Y luego miro —fascinado—el coño desnudo de Lali.

—Porque no estoy usando.

Mi polla gime en agonía. Y luego levanto la mirada a ella. 

—¿Siempre vas de comando para las reuniones de negocios con los amigos?

Sonríe tímidamente. 

—Supongo que esperaba que me hicieras cambiar de opinión al respecto.

Por un segundo, estoy asombrado. Ella quería esto. Tanto como yo lo hacía. Y he perdido todo este tiempo comiendo Pollo Marsala, cuando podría haber estado comiéndola a ella.
Dios.
¡Maldita sea!
Sin otra palabra, me sumerjo. Como un niño probando su primer y delicioso sabor de pastel de cumpleaños. Hundo mi cara, mi lengua —en su coño. Su sabor es cálido y sedoso como azúcar líquido encima de pan de canela, pero más dulce.

Las rodillas de Lali colapsan, pero apoyo las manos en la parte baja de su espalda y deslizo sus piernas encima de mi hombro. Y entonces me recuesto en el piso para que ella se extienda sobre mi cara.
Como he soñado todas las noches.
Ella se retuerce y jadea encima de mí. Descaradamente. Y yo la devoro en un hambriento frenesí. Sus lloriqueos se vuelven más altos. Más fuertes. Su mano se extiende hacia atrás. Y acaricia mi polla encima de mis pantalones.

¿Has oído de dos pump chump? Bueno, si ella no deja de tocarme realmente pronto, va a obtener una vista panorámica de una.
Tomo su mano y entrelazo nuestros dedos juntos. Lali los usa como palanca a medida que gira sus caderas, frotando su hermoso coño contra mi boca. Se mueve una vez, dos veces... y entonces llega. Gritando entrecortadamente mí nombre.
Ella respira profundo cuando se viene. Luego se desliza sinuosamente sobre mi cuerpo hasta que nuestras bocas están alineadas. Y nos besamos. Es salvaje y brusco —toda lengua y dientes. Mis manos se empujan a través de su cabello, tirando. Sus caderas se mueven contra mi polla, y su humedad se filtra través de mis pantalones.

—Joder, Lali. Me voy a venir tan jodidamente duro.

Esperemos que en realidad esté dentro de ella cuando lo haga.
Ella gira su lengua alrededor de mi pezón antes de decirme


—Pantalones, Peter. Quitatelos.

Mis caderas se elevan del suelo mientras suelto el botón de los pantalones. Me las arreglo para empujarlos juntos con mis boxers hasta mis rodillas, pero estoy demasiado fuera de mi mente para sacarlos completamente.
Tomo sus caderas y la atraigo hacia abajo. Y mi polla se desliza sin esfuerzo dentro de ella.
Dios Todopoderoso.

Nos congelamos —nuestros rostros sólo a milímetros de distancia— nuestras respiraciones ásperas y entrelazadas. Mis ojos sostienen los de ella. Y entonces se mueve. Poco a poco. Atrayéndome casi totalmente fuera—antes de bajar de nuevo. Mi cabeza cae de nuevo y mis parpados se cierran.
Es perfecto. Divino.
Mis manos están sobre sus caderas. Ayudándola. Agarrándola con fuerza suficiente como para hacerle un cardenal. Y entonces ella se endereza, arqueando su espalda hasta que su cabello cepilla mis rodillas. Me fuerzo a abrir mis ojos, necesitando verla. Su cabeza está inclinada hacia atrás, sus pechos están en alto y sus labios están abiertos mientras gemidos eufóricos y palabras sin sentido escapan de ellos.

¿Alguna vez has leído sobre como las fotos de la esposa desnuda de un idiota se filtraron en internet? Nunca lo había entendido.
Pero ahora sí. ¿Porque si tuviera una cámara? Podría estar tomando fotos como un jodido paparazzi. Para capturar este momento. Para recordar cómo luce ahora Lali. Porque ella es así de magnífica. Más impresionante que cualquier obra de arte en el Museo del Louvre, más impresionante que todas las siete maravillas combinadas.
Se mueve más rápido, más fuerte. Y siento la presión construyéndose en mis entrañas.

—Sí, Lali. Móntame... justo así.

Sus tetas rebotan con cada empuje. Hipnóticamente. Y no puedo resistirme a saborearlas. Me siento y cubro una punta con mi boca, lamiendo y sacudiendo su pequeño y puntiagudo pico con mi lengua. Ella grita mientras sus piernas se aprietan en mi espalda —tirándome más fuerte— frotando su clítoris en mi sendero feliz.

Está cerca. Estamos tan malditamente cerca. Pero no quiero que termine. Todavía no.
Así que la hago rodar debajo de mí, acunando la parte posterior de su cabeza en mis manos, protegiéndolo contra el piso de madera, mientras descanso encima de ella. Los acogedores muslos de Lali se abren, y yo empujo aún más profundo dentro de ella.

—Oh Dios... Ay Dios...

El sonido de nuestros cuerpos golpeando y su voz entrecortada llena la habitación como una sinfonía erótica. La Filarmónica de Nueva York no es nada comparada con nosotros.

—¡Dios! ¡Oh Dios!

Sonrío mientras cojo el ritmo

—Dios no es él que te está follando, bebé.

Claro, estoy enamorado, pero aún sigo siendo yo.

—Peter...Peter... Sí...Peter!

Mucho mejor.
¿No creíste que iba a empezar ahora, arrojando enfermizas dulces, frases como papel higiénico? Lamento decepcionarte.

Además, me gusta la palabra follar. Implica un cierto nivel de calor. Pasión. Y es específico. Si el Congreso le hubiese preguntado a Bill Clinton si follo con ahora ¿cierto?
No importa mucho lo que dices cuando estás cogiendo de todas formas. O cómo lo haces. Lento y suave o rápido y violento —son los sentimientos detrás de la acción lo que quiere decir algo. Eso lo hace todo.
¿Dios, soy un iluminado o qué? ¿No estás orgullosa de mí? Deberías estarlo.

Doblo mis brazos y cubro su boca en un devorador, y áspero beso. Luego lamo mi camino a su hombro y, atrapado en el momento, muerdo. No con la fuerza suficiente para rasgar la piel, pero con suficiente presión para enviar a Lali sobrevolando el borde otra vez.

Enderezo mis brazos para poder observarla. Ella corcovea una vez más antes de ponerse rígida y tensarse debajo de mí. Los dedos de sus pies perfectamente pintados se curvan en el aire mientras llega. Sus músculos me aprietan con fuerza de la base a la punta, como unas manos desesperadas ordeñando un tubo de dentífrico desde abajo hacia arriba, sacándole hasta la última gota.
Mi cabeza rueda hacia atrás y mis ojos se cierran mientras gruño y maldigo. Y me siento indefenso —como un grano de arena en las garras de un tsunami. El placer sale por cada poro de mi cuerpo mientras llego con la fuerza de un maldito géiser.
Increíble.
Cabalgamos por la ola de éxtasis juntos hasta que ambos estamos jadeando por aire. Y entonces me desplomo encima de ella. Mi mejilla descansando en el valle entre sus pechos, mi estómago entre sus muslos. Y pocos segundos después, las manos de Lali llegan a mi espalda antes de bajar por mi espina en la más relajante manera.
Ahueco su rostro con mis manos y le doy un beso. Lentamente esta vez. Lánguidamente. Sus ojos fijamente en los míos. Pero ninguno de los dos habla. No lo necesitamos.

Y luego lo siento.
¿Has visto un caballo de carreras después de que se ha quedado atrás por un tiempo? Yo sí. Cuando regresan en la pista, es como si fuego disparase en sus venas. Sólo que ellos pueden correr y correr —innumerables vueltas— a la vez.
¿Ves adónde voy con esto?
Nos doy la vuelta así Lali una vez más está encima, sus rodillas extendidas sobre mis caderas, su cabeza contra mi pecho. Realmente deberíamos mover esto a la cama, el suelo está muy duro. Pero, por otra parte, yo también. Y eso prevalece.
Lali levanta su cabeza y sus ojos se ensanchan.


—¿Ya?

Elevo mis cejas. 

—Hemos perdido mucho tiempo últimamente. Al parecer a mi polla le gustaría compensar cada segundo de ello. ¿Juegas?

Roto mis caderas, y ella gime sólo un poco.
Tomaré eso como un sí.





CONTINUARA...

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PD: ME GUSTARIA QUE NO FUERAN TANTOS ANONIMOS EN LOS COMENTARIOS POR QUE NO SE SI ES UNA SOLA PERSONA O VARIAS BSS

PD2: ESTE ES UN NUEVO VIDEO LALITER QUE HE HECHO ESPERO QUE OS GUSTE 

https://www.youtube.com/watch?v=ZdozUhxCJhg






jueves, 23 de abril de 2015

Tangled #26






CAPITULO 26


¿Ves a ese elegantemente hombre guapo en pantalones carbón y camisa negra con las mangas medio subidas? ¿El que está organizando la vajilla china en esa mesa?

Ese soy yo. Peter Lanzani.
Bueno, no realmente. No el viejo yo. Soy nuevo y mejorado. Esto es DAK. ¿Puedes adivinar lo que eso significa? La mitad de las mujeres en esta ciudad darían su teta izquierda por tenerme donde estoy ahora. Coño-atrapado. Obsesionado.
Enamorado.
Pero hay sólo una mujer que fue capaz de ponerme donde esto. Ahora sólo necesito demostrarle que estoy aquí para quedarme. No la he visto en dos días. Dos largos y dolorosos días. No fue tan malo como los siete, pero estuvo cerca.
De todos modos, echa un vistazo. ¿Qué te parece? ¿Se me olvida algo?
Flores frescas cubren cada superficie disponible. Margaritas blancas. Antes, pensaba que verlas le recordaría a Amadeo, pero ahora no estoy preocupado por eso. Son las favoritas de Lali, así que son la única clase aquí. Bocelli toca suavemente en el sistema de sonido. Velas iluminan la habitación. Cientos de ellas — cercadas por vidrio.
No te equivocarás con las velas. Hacen que todo se vea mejor. Hacen que todo huela mejor.
Toc-toc.
Esa sería Lali. Justo a tiempo. Escaneo la sala una vez más. Esto es todo. Mi Super Bowl. Séptimo juego. Y todo está listo. Estoy listo. Como nunca lo estaré. Suelto una respiración profunda. Y abro la puerta.
Y entonces no me puedo mover. No puedo pensar. ¿Respirar? Tampoco no es una maldita opción.
El cabello oscuro de Lali está apilado en un moño alto sobre su cabeza. Elegantes zarcillos besan su cuello, acariciando el lugar que me pasé horas mordisqueando no hace mucho tiempo. Su vestido es de color rojo oscuro, brillante — tal vez satinado. Cuelga de delicadas correas que llegan a sus hombros y caen en su espalda baja. La parte inferior descansa sobre su rodilla, exponiendo sus suaves piernas pulgada por deliciosa pulgada.
Y sus zapatos...Madre de Cristo... sus zapatos son todo tacón, sostenidos por un intrincado arco negro atado a la parte posterior de su tobillo.
Cuando soy capaz de formar palabras, mi voz es áspera. 

—¿Hay alguna manera de que podamos renegociar la cláusula de no agarrar tu culo? Por qué tengo que decirte, ¿con ese vestido? Va a ser duro.
Y no es lo único, si me entiendes.
Ella sonríe y sacude la cabeza. 

—Todas las anteriores estipulaciones permanecen.
Me quedo atrás mientras ella entra, mirándome por el rabillo del ojo. Observa su cara de cerca. ¿Ves cómo sus ojos se oscurecen? ¿Cómo lame sus labios sin darse cuenta? Como una leona que acaba de ver a una gacela en la hierba alta.
Le gusta lo que ve. Quiere felicitarme. Lo quiere hacer, pero no lo hará. Estamos hablando de Lali aquí. Lali post-mi-colosal-metida-de-pata. Y a pesar de mi reciente progreso, está todavía defensiva. Desconfiada. En guardia.
Y eso está bien. No me ofende. Sus ojos me dicen todo lo que ella misma no deja decir.
La dirijo hacia la sala de estar, y ella muerdo su labio cuando dice

—Entonces, ¿A dónde vamos?
Y entonces se detiene cuando descubre las velas. Y las flores. Y la mesa perfectamente ajustada para dos.
Le contesto suavemente. 

—Ya estamos aquí.
Mira alrededor de la habitación. 

—Guau. Es... es hermoso, Peter.
Me encojó de hombros. 

—La habitación está bien. Tú eres hermosa.
Ella se ruboriza. Y es increíble.
Quiero darle un beso. Desesperadamente.
¿Has estado sediento? ¿Muy sediento? ¿Cómo en un día de verano de noventa y ocho grados cuando no tienes suficiente saliva en la boca para tragar? Ahora imagina que alguien pone una copa helada de agua delante de ti. La puedes mirar e imaginar lo perfecto que sabría—pero no puedes tocarlo. Y definitivamente no lo puedes beber.
Eso es bastante parecido al infierno que estoy viviendo en este momento.
Alejo mis ojos de la cara de Lali y le entrego una copa de vino tinto. Entonces tomo un largo trago del mío.
—¿Qué te pasó en los dedos?— Se refiere a las curas que cubren cuatro de mis diez dedos
—Los champiñones. Esos esponjosos y pequeños bastardos no aprecian ser rebanados.
Parece sorprendida. 

—¿Cocinaste?
Iba a llevar a Lali a un restaurante. El mejor de la ciudad. Pero es sobre calidad, ¿recuerdas? Y me imagino que ella podrá apreciar mi esfuerzo mucho más que cualquier cosa que podría hacer un chef gourmet.
Sonrío. 

—Tengo muchos talentos. Sólo has visto unos pocos.
Y esto podría ser verdad. Nunca he cocinado antes.
Lo que me recuerda, ¿Martha Stewart? Es mi nuevo ídolo. En serio. Solía pensar que sus ideas eran una broma. ¿Quién se convierte en un multimillonario mostrando a la gente cómo doblar las malditas servilletas correctamente? Pero eso era antes. Antes de que realmente tratara de usar mi horno o poner una mesa.
Martha es un dios. Como Buda. ¿Y si su receta me ayuda a arreglar todo esto? Adorare sus regordetes pies en sandalias cada día por el resto de mi vida.
Lali y yo nos sentamos en el sofá.
—¿Cómo van las cosas en la oficina?— pregunto.
Toma un sorbo de su vino y cepilla una inexistente arruga en su vestido. —Bien. Las cosas han estado bien. Ya sabes... tranquilo.
—En otras palabras, has estado muy aburrida sin mí.
—No. Ha sido productivo. He terminado un montón de cosas.
Sonreír. 

—Me extrañaste.
Ella aspira. 

—No dije eso.
No tenía que hacerlo.
—Vamos, Lali, yo aquí he tomado un voto de honestidad. Es justo que hagas lo mismo. — Me inclino hacia adelante—Mírame a los ojos y dime que no has pensado en mí, en lo absoluto, en los últimos días.
—YO …
Buzzzzz... buzzzzz... buzzzzz.
La cena está lista. Lali toma otro trago de su copa

—Deberías cogerlo, Peter. No quieres que se queme.
Y está salvada por el zumbido
Por el momento.

...

El pollo Marsala que hice parece… único ahora que en realidad está fuera del horno y en nuestros platos.
Bueno es malditamente aterrador. Lo admito.
La frente de Lali está surcada cuando empuja los terrones marrones como si estuviera diseccionando una rana en biología

—¿Mezclaste la harina con agua antes de añadirlo?
¿Agua? Martha no dijo nada sobre el agua. Esa perra.
—Sabes, Peter, algunos de los mejores platos culinarios de la historia parecen asquerosos. La presentación no cuenta mucho. Se trata del gusto.
—¿En serio?

Levanta su tenedor y toma una respiración profunda. 

—No. Solo estaba tratando de hacerte sentir mejor.

Observo mi plato. 

—Gracias por intentarlo.

Antes de que tome un bocado, extiendo mi mano y la pongo sobre la de ella. 

—Espero. Voy primero.

De esa manera, si la comida me hace inflar como un pez globo, al menos uno de nosotros estará consciente para llamar al 9-1-1. Además, si estoy hospitalizado, creo es una excelente oportunidad para que Lali sienta lastima por mi causa.
Y no creo por un momento que no lo aceptaría. En un maldito santiamén.
Trato de no respirar por la nariz cuando tomo un mordisco. Lali me mira fijamente. Mastico.
Y entonces sonrío lentamente. 

—No está mal.

Ella parece aliviada. Tal vez incluso un poco orgullosa. Desliza el tenedor a través de sus labios. Entonces asiente con la cabeza. 

—Está muy bueno. Estoy impresionada.
—Sí, consigo eso mucho.

A través de toda la comida, nuestra conversación fluye fácilmente. Cómodamente. Mantengo los temas seguros. Hablamos de su nuevo cliente, de Agus y de Delores con su floreciente relación y las travesuras políticas interminables en DC.
Para el postre, sirvo fresas con crema batida. Las fresas son las favoritas de Lali. Lo sabía desde Nuestro Fin de Semana Perdido. Originalmente, iba a escoger tarta de fresa. Pero no quieres saber cómo resultó el pudín. No creo que incluso Agus lo habría comido. Cuando Martha dijo que revuelva constantemente, no estaba jugando.

Mientras disfrutamos de nuestro último plato, menciono el inminente regalo de Navidad de Rufi.
Lali se ríe. Incrédula. 


—Realmente no vas a comprarle un poni, ¿cierto?
—Claro que sí. Es una niña. Todas las niñas deben tener un poni.

Toma un sorbo de su vino. Estamos a medio camino de nuestra segunda botella.

—Y voy a conseguir uno de esos carritos como los caballos en Central Park. De esa forma puede entrenarla para que la lleve a la escuela.
—Estamos en Nueva York, Peter. ¿Dónde lo va a guardar?
—Tienen un condo de 5 dormitorios. Dos de las habitaciones están llenas de las cosas inútiles de Euge. 


Supongo que pueden limpiar una y hacer de esa la habitación del poni.
Me mira con cara seria. 


—¿La habitación del poni?
—Sí. ¿Por qué no?.
—¿Cómo lo van a llevar a su piso?
—Elevador de carga. Todos los edificios más viejos tienen uno.

Se endereza en su silla. 

—Bueno, ¿pensaste de todo ¿no?

Tomo un trago. 

—Siempre lo hago.
—¿Ha pensado acerca de qué método utilizará tu hermana para matarte?
—Estoy seguro de que me va a sorprender. ¿Me defenderás cuando lo intente?

Toca su copa de vino y me observa a través de esas pestañas increíblemente largas. 

—De ninguna manera, Chico Poni. Ella es más grande que yo. Estás por tu cuenta.

Pongo mi mano sobre mi corazón. 

—Estoy destrozado.

No me cree. 

—Sobrevivirás.

Nuestra risa se desvanece en una relajada sonrisa. Y estoy contento con sólo observarla por un momento. Ella también me está mirando.
A continuación, aclara su garganta y mira lejos. 


—Ese es un buen CD.

Está hablando de la música que se ha estado reproduciendo en el fondo durante las últimas horas.

—No puedo tomar todo el crédito. Los chicos me ayudaron a elegir.

Justo en ese momento “I Touch Myself” por los Divinyls sale de los altavoces.

—Jack escogió ese.

Lali se ríe, y yo me levanto y presiono el botón en el reproductor de CD, cambiando la canción.

—Y desde que lo más probable es que sólo tenga un par de semanas de vida —extiendo mi mano hacia a Ally—¿Me concedes este baile?

Una nueva canción llena la habitación: “Then” por Brad Paisley. No estoy realmente en la música country, pero Brad es genial. Es chico para chicos, incluso para un cantante.
Ella toma mi mano y se levanta. Sus brazos van alrededor de mi cuello. Y mis manos descansan en su cintura, tratando de no apretar. Suavemente, empezamos a movernos.
Trago con fuerza cuando sus redondos, y oscuros ojos me miran sin frustración, enojo o dolor. Son todo calor, como el chocolate líquido. Y mis rodillas están jodidamente débiles. Deslizo mi mano por su columna vertebral hasta la parte posterior de su cabeza. Ella vuelve su mejilla y apoya la cabeza en mi pecho. Y la jalo contra mí aún más —más apretada.

Me gustaría decirte que es lo que se siente. Sostenerla de nuevo. Tener mis brazos alrededor de ella, y por último, su cuerpo presionado contra el mío.
Me gustaría, pero no puedo.
Porque no hay palabras — en inglés o en cualquier otro idioma, que incluso puedan acercarse a describirlo.
Inhalo el dulce aroma floral de su pelo. ¿Si el veneno en la cámara de gas olía a Lali?
Cada prisionero condenado a muerte moriría con una sonrisa en su rostro.
Ella no levanta la cabeza mientras susurra


—¿Peter?
—¿Mmmm?
—Quiero que sepas...Te perdono... por lo que dijiste ese día en tu oficina. Te creo, sé que no quisiste decirlo.
—Gracias.
—Y, en retrospectiva, me doy cuenta de que yo no ayude a la situación. Podría haberte dicho algo, dado algo... tranquilidad acerca de cómo me sentía... antes de que me fuera a hablar con Benja. Siento que no lo hice.
—Aprecio eso.

Y entonces su voz cambia, se vuelve más baja.
Triste.

—Pero eso no cambia nada.

Mi pulgar barre hacia adelante y hacia atrás a través de la piel desnuda de su cuello. 

—Claro que sí. Lo cambia todo.

Ella levanta la cabeza. 

—No puedo hacer esto contigo, Peter.
—Sí, puedes.

Observa mi pecho mientras intenta explicar. 

—Tengo metas. Aspiraciones. Por las que he trabajado duro, por la que me he sacrificado.
—Y quiero ver cómo alcanzas esos objetivos, Lali. Quiero ayudarte a hacer realidad tus sueños. Cada uno de ellos.

Levanta la mirada. Y sus ojos están rogando ahora —por comprensión. Por misericordia.

—Cuando Benja rompió conmigo, estaba triste. Me dolió. Pero fui capaz de seguir adelante. No perdí el ritmo. Esto contigo... es diferente. Es más… y no estoy demasiado orgullosa de admitir que, si no funciona, no voy a poder levantarme y seguir adelante. Puedes...podrías romperme, Peter.
—Pero no lo haré.

Mi mano se mueve en su mejilla. Y ella se apoya.

—Sé lo que se siente pensar que te he perdido, Lali. Y no quiero volver a sentirme así. Soy un hombre que sabe lo que quiere, ¿recuerdas? Y te quiero.

Sacude la cabeza lentamente. 

—Quieres esta noche. Pero qué pasa con…
—Te quiero esta noche, y te quiero mañana y al día siguiente. Y diez mil días después de eso. ¿No recibiste el 

memo en el cielo?
—Puedes cambiar de opinión.
—Podría ser golpeado por un rayo. O comido por un tiburón. Y ambas cosas son mucho más probables a pasar que el hecho de que un día no te quiera. Confía en mí.

Y creo que ese es el problema, ¿no?
Me mira por varios momentos, luego baja su mirada al piso. La canción termina. Y empieza a alejarse. 


—Lo siento, Peter. Yo solo... no puedo.

Trato de aguantar. Como un hombre ahogándose agarrando un salvavidas.

—Lali...
—Me voy.

No no no no no. La estoy perdiendo.

—No hagas esto.

Sus ojos se endurecen como lava fundida cuando se enfría en la roca negra. 

—El tiempo casi se termina. Ha sido encantador. Pero...

Esto jodidamente no va a pasar. Es como ver a tu receptor soltar el balón cuando faltan tres con veinte segundos en el reloj. Ella se vuelve hacia la puerta. Pero tomo su brazo y la obligó a mirarme. Mi voz suena desesperada. Porque lo estoy.

—Aguanta. No puedes ir todavía. Hay una cosa más que tengo que mostrarte. Dame diez minutos más. Por favor, Lali.

Observa su rostro. Ahora mismo.
Quiere quedarse. No, quiere que yo la convenza de quedarse. Para darle una razón para creer en mí otra vez. Y si esto no funciona, nada en esta tierra de Dios nunca lo hará.

—Bueno, Peter. Diez minutos más.

La respiración se precipita fuera de mí. 

—Gracias.

Dejo ir su brazo, tomo un pañuelo de seda negro de la silla y lo sostengo. 

—Puedes aguantar esto hasta que te lo diga, ¿de acuerdo?

Sospecha llena su rostro. 

—¿Esto es una especie de cosa rara sobre el sexo?

Me rio entre dientes. 

—No. Pero me gusta tu manera de pensar.

Rueda sus ojos al techo antes de que yo los cubra con el pañuelo y el mundo que ya conoce se desvanece a negro.




CONTINUARA...


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