jueves, 12 de marzo de 2015

Wild Horses 20





CAPITULO 20


Peter se puso rápidamente de pie y de un tirón paró a Lali a su lado, la acercó a él lo más que pudo. Había alguien allí, y él estaba dispuesto a enfrentarse a quien fuera con tal de que ella no fuera lastimada.
Lali se aferró a él como si su vida dependiera de ella. Otro trueno sonó, ella ahogó un grito.

—Tengo mucho miedo, Peter —murmuró con un hilo de voz.
—Tranquila, enana… no voy a permitir que nada te pase —le aseguró él.

Le tomó una mano y entrelazó sus dedos. Buscó algo para protegerlos a ambos, y en sus pies encontró un largo palo de madera. Iba a atacar con eso si era necesario.

—¿Pero que demonios pasa aquí? —dijo una vieja y rasposa voz.

Y de repente una luz se prendió sobre sus cabezas. Ambos entrecerraron un poco los ojos y luego miraron al frente.
Lali por poco y se desmaya de todos los nerviosa que su corazón estaba sufriendo. Pero comenzó a calmarse al ver que no era un monstruo, ni nada por el estilo lo que estaba ahí.
Solo era un viejo y arrugado hombre que los apuntaba con una vieja escopeta. Vestía un anticuado piloto color patito, tenía botas y sombrero de lluvia.
Peter lo miró bien, entonces su boca se abrió del asombro. ¿Podría ser él? ¿era aquello posible?

—¿Señor Mcadams? —inquirió. El anciano bajó la escopeta y los miró bien.
—Si, ese soy yo —dijo y se quitó el sombrero de lluvia —¿quiénes son ustedes y qué hacen en mis tierras?
—Soy Peter Lanzani, señor. Peón de la estancia de los Esposito —le contó —y ella es Lali Esposito, hija del dueño.

Los miró consecutivamente, reparó en que ambos estaban algo desnudos. Entonces sonrió mostrando unos amarillentos y astillados dientes.

—¿Qué hacen aquí y con esta lluvia, hijos? —quiso saber y arqueó una ceja —¿acaso iban a usar mi establo como lugar de encuentro prohibido?

Las mejillas de Lali no tardaron en mostrar su vergüenza y se ocultó mejor detrás de la espalda de Lali.

—No, no señor Mcadams —dijo algo nerviosa —solo nos perdimos en la tormenta y nuestro caballo huyó. No pudimos volver.

Él los miró con algo de desconfianza.

—Bien —suspiró —voy a creerles —caminó hacia la salida cojeando —veo que han encontrado un poco de mis cosas secas. Pero voy a traerles ropa y algo para comer. Será mejor que se queden aquí a pasar la noche… está tormenta planea quedarse hasta que amanezca.

Siguió caminando. Peter solo lo miraba. Pero quería saber un poco de él. Todo el mundo creía que ese hombre estaba muerto. Y no lo estaba.

—Señor Mcadams —lo llamó él. El anciano se detuvo y se giró a verlo —todo el mundo cree que usted está muerto, ¿por qué no ha salido a desmentir aquello?

El hombre se encogió de hombros, y Lali vio la tristeza en sus grisáceos ojos. Según lo que ella sabía, o mejor dicho lo que su padre le había contado cuando era una niña, era que hace muchos años hubo un gran incendio en la casa de los Mcadams, en la que murió toda la familia, menos el hombre que estaba parado frente a ellos. Supuestamente Joe Mcadams había quedado completamente loco después de aquello, ya que no había podido salvar a su esposa e hijos. Entonces un día desapareció y nadie supo más de él. Se decía que se había suicidado y que su alma vagaba por aquellas tierras lamentando la perdida de sus seres queridos.

—Es como si lo estuviera, muchacho —murmuró sacándola de sus pensamientos.

Salió de allí, dejándolos solos y desconcertados. Peter giró la cabeza para mirarla.

—¿Cómo estás? —le preguntó.
—Algo perturbada —asintió ella —no puedo creer que ese hombre esté vivo…
—Yo no estaba seguro, pero lo sospechaba. Varias veces vi movimientos por estos lados.
—¿Y si en realidad es su fantasma y nosotros estamos perdiendo completamente el juicio, Peter?

Él se rió y se alejó de ella solo para observar bien el lugar en el que estaban, ya que ahora tenían un poco de luz.

—Enana, nada de eso es verdad. Y no estamos perdiendo el juicio.

Ella asintió y buscó su celular. ¡Tenía señal! lo abrió rápidamente y marcó el número de Poli. Luego del primer tono, atendió.

—¡POR EL AMOR DE CRISTO, LALI ESPOSITO! ¿DONDE DEMONIOS ESTÁS?

Ella tuvo que alejarse un poco el teléfono ante el histérico grito de su mejor amigo.

—Tranquilo, Poli —intentó calmarlo —estoy bien…
—¿Es Lali, Poli? —ella escuchó que su padre preguntaba y luego le quitaba el teléfono a Poli —¿dónde estás, dios santo? ya estaba montando un operativo para salir a buscarte a ti y a Peter... tampoco sabemos donde está él. Mimí está por sufrir un ataque.
—Peter está conmigo, papá —le dijo ella.
—¿Contigo? —inquirió.
—Si… es largo de contar ahora. Pero para hacerlo corto, nos perdimos, el caballo escapó y estamos atrapados en el establo de los Mcadams.
—Dios santo —suspiró Carlos —juro que llegué a pensar lo peor. Gracias al cielo estás bien, mi vida. Y por suerte bien acompañada.

Ella miró a Peter y le sonrió.

—Si, es una suerte muy grande.
—¿Están bien protegidos? ¿podrán aguantar hasta que la tormenta acabe? —le preguntó.

Lali miró a su alrededor. Gracias a la luz, aquel lugar ya no era tan tétrico. Miró hacia la ventana y vio el fuerte viento que había.

—Si, papi… estamos bien. Podemos esperar.
—Cuídate mucho, mi cielo —dijo dulce —y ahora pásame con Peter.
—Adiós —se despidió ella y le dio el teléfono al azulino.
—Señor —dijo él al atender. Lali lo observó atenta, reparando en aquel devastador gesto de concentración. ¿Por qué era tan lindo? sacudió la cabeza —está bien, señor, no se preocupe.

Colgó y le devolvió el aparato.

—Aquí tienen, muchachos —dijo el viejo Mcadams entrando de nuevo.

Se giraron a verlo y se acercaron a él. Les había traído todo lo que les había prometido. Peter tomó las cosas.

—De verdad muchas gracias, señor Mcadams —le dijo Lali —y… perdón por creer que estaba muerto.

El anciano sonrió cortamente y volvió a caminar hacia la salida.

—No se preocupe, niña. No me ha hecho ningún mal. Ahora los dejo. Que pasen una buena noche.

Lali se acercó a Peter para buscar algo que ponerse. Él le dio una vieja remera de mangas largas y un pantalón gris de dormir. Ella los aceptó más que encantada. Fue hacia un rincón para cambiarse. Él también se apartó para hacer lo mismo. Se cambiaron el silencio, escuchando los movimientos del otro. Lali se aguantó las ganas de girar a verlo… no podía hacerlo. Suspiró aliviada al sentirse seca y abrigada. Volvió hacia el fuego y vio que Peter terminaba de colocarse la remera.

—Ven, vamos a comer un poco —le dijo él mientras se sentaba.
—No tengo hambre —dijo ella y se sentó a su lado. Pero entonces su estomago gruñó. Peter la miró divertido y le tendió un poco de pan.
—Mentirosa, tu panza está implorando por un poco de lo que sea.

Ella rió y tomó el pan. Volvieron a quedarse en silencio, comiendo despacio. El sonido de un rayo llegó a sus oídos y la luz se fue en un instante.

Lali buscó la mano de Peter en la oscuridad, pero encontró que él se acercaba por detrás y la abrazaba, formando un refugio para ella con su cuerpo. Más tranquila se apoyó contra su pecho. Al parecer la luz se había cortado. Ella pensó en Poli, sabía lo miedoso que era con la oscuridad.
Entonces sintió que él tomaba una de sus manos y la elevaba un poco, ella miró sus manos unidas y observó sus diferencias. Su mano era el doble de la de ella, era fuerte y caliente.

Peter no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Ella tenía el anillo que él le había regalado antes de que se fuera. Con uno de sus dedos acarició la pequeña joya.

—Aun lo tienes —murmuró más para si mismo que para ella. Pero ya que Lali estaba apoyada contra su pecho lo escuchó.
—Siempre lo cuidé mucho, por eso lo tenía guardado —le contó y giró un poco la cabeza para observarlo. Él miraba fijamente su mano —fue raro… antes de volver hacia aquí lo había estado perdiendo cada dos por tres, por eso había decidido guardarlo en mi joyero.

Peter alzó ambas cejas y siguió mirando el anillo. Aquello era bastante extraño. Se tocó, con la otra mano, el pecho, buscando su medallita. Y allí estaba, pegada a su corazón.
Desde que Lali estaba allí, no había vuelto a perdérsele.
¿Aquello era casualidad o algo más?




C
CO
CON
CONT
CONTI
CONTIN
CONTINU
CONTINUA
CONTINUAR
CONTINUARA
CONTINUARA.
CONTINUARA..
CONTINUARA...


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