miércoles, 1 de abril de 2015

Tangled #2



CAPITULO 2

¿HE DICHO QUE AMO MI TRABAJO?
Si mi firma fuera las Ligas Mayores de Beisbol, yo sería el MVP. Soy socio en una de las mejores bancas de inversión en la ciudad de Nueva York, especializada en medios de comunicación y tecnología. Sí, sí, mi padre y sus amigos más cercanos comenzaron la firma. Pero eso no quiere decir que no me haya partido el trasero para llegar adonde estoy... porque lo hice. Tampoco quiere decir que no como, respiro y duermo trabajo para ganarme la reputación que tengo, porque lo hago.
¿Ahora te preguntas qué es lo que hace un banquero como yo? Bueno, ¿conoces la escena de Pretty Woman, cuando Richard Gere le dice a Julia Roberts que su compañía compra otras y las vende pieza por pieza? Soy el que le ayuda a hacer eso. Gestiono los tratos, redacto los contratos, manejo la diligencia debida, hago los convenios de crédito, y muchas otras cosas que estoy seguro no tienes interés en escuchar.
Ahora probablemente te estas preguntando ¿por qué un hombre como yo está citando una película para chicas como Pretty Woman?
La respuesta es simple: Mientras crecía, mi madre les impuso a sus jóvenes hijos la “noche de película familiar” cada semana. A La Perra le tocaba elegir la mencionada proyección cada dos semanas. Pasó por toda esa obsesión con Julia Roberts y me lo metió por la garganta por, digamos, un año. Puedo recitar la maldita cosa textualmente. Aunque tengo que admitir que… Richard Gere. Es condenadamente genial.
Ahora de regreso al trabajo.
La mejor parte de ello es la emoción que siento cuando cierro un trato, un muy buen trato. Es como ganar en el blackjack en un casino de Las Vegas. Es como ser elegido por Jenna Jameson para estar en su siguiente película porno. No hay nada—y me refiero a nada— mejor.
Hago la prospección de mis clientes, les recomiendo cuáles movimientos deberían hacer. Sé cuáles compañías se mueren por ser compradas y cuáles necesitan una toma hostil. Soy el que tiene la información privilegiada sobre cuál magnate de los medios de comunicación está listo para saltar del Puente Brooklyn porque gastó demasiado de las ganancias de la compañía en costosas prostitutas.
La competencia por los clientes es feroz. Tienes que seducirlos, hacerlos desearte, hacerles creer que nadie más puede hacer por ellos lo que tú puedes. Es como follar. Pero en lugar de conseguir un pedazo de trasero al final del día, consigo un gran y gordo cheque. Hago dinero para mis clientes y para mí… montones de dinero.
Los hijos de los socios de mi padre también trabajan aquí, Agus Sierra y Nico Riera. Sí, ese Nico: el marido de La Perra. Al igual que nuestros padres, nosotros tres crecimos juntos, fuimos juntos a la escuela, y ahora trabajamos en la firma juntos. Los viejos nos dejan el verdadero trabajo. Ellos vienen de vez en cuando, para sentir como si aún estuvieran manejando las cosas, y después se dirigen al club campestre para meterse en un juego de golf por la tarde.

Agus y Nico también son buenos en el trabajo, no me malinterpretes. Pero yo soy la estrella. Soy el tiburón. Soy el que piden los clientes y al que temen las compañías que se hunden. Ellos lo saben y yo también.
La mañana del lunes estoy en mi oficina a las nueve a.m., igual que siempre. Mi secretaria, la pequeña rubia ardiente con buenos senos, ya está ahí, lista con mi programa para el día, mis mensajes del fin de semana, y la mejor taza de café en el área tri-estatal.
No, a ella no la he follado.
No es que no me encantaría. Créeme, si no trabajara para mí, golpearía eso más duro que Mohammed Ali.
Pero tengo reglas… valores morales, se podría decir. Uno de ellos es no joder en la oficina. No cago donde como, no follo donde trabajo. Sin olvidar los problemas por acoso sexual que acarrearía; sólo no es bueno para el negocio. Es poco profesional.
Así que, porque Cande es la única mujer aparte de mis familiares consanguíneos con la que tengo interacciones platónicas, es también la única miembro del sexo opuesto a la que he considerado mi amiga. Tenemos una fabulosa relación laboral. Cande es simplemente… maravillosa.

Esa es otra razón por la que no la jodería incluso si estuviera de piernas abiertas en el escritorio suplicando por ello. Lo creas o no, una buena secretaría, una verdaderamente buena, es difícil de encontrar. He tenido chicas trabajando para mí que eran más tontas que una cubeta de barro. He tenido otras que creían que podrían lograrlo con sólo trabajar sobre sus espaldas, si sabes a lo que me refiero. Esas eran las chicas que quería conocer en un bar en un sábado por la noche, no del tipo que quería contestando mis teléfonos los lunes por la mañana.
¿Así que ahora que tienes una pequeña percepción? Regresemos a mi descenso al infierno.

—Moví tu almuerzo con Mecha de la una en punto a una reunión a las cuatro de nuevo —me dice Cande mientras me pasa un montón de mensajes.

Mierda.
Mecha Communications es un conglomerado de comunicaciones multibillonario. He estado trabajando en su compra de una cadena de cable hispano-hablante por meses, y el CEO, Radolpho Scucini, es siempre más receptivo con el estómago lleno.

—¿Por qué?

Me tendió un folder.

—Hoy… almuerzo en la sala de conferencias. Tu padre presentará al nuevo socio. Sabes cómo es con estas cosas.

¿Has visto Un Cuento de Navidad? Por supuesto que sí, alguna versión de él en algún canal, en algún lado, cada día antes de Navidad. Bueno, ¿has visto cuando el Fantasma de la Navidad Pasada lleva a Scrooge de regreso en el tiempo a cuando era joven y feliz? ¿Y que tenía ese jefe, Fezziwig, el tipo gordo que daba las grandes fiestas? Sí, ese tipo. Ese es mi padre.
Mi papá ama esta compañía y ve a todos sus empleados como una extensa familia. Busca cualquier excusa para hacer una fiesta en la oficina. Fiestas de cumpleaños, baby showers, almuerzo por Día de Gracias, buffets por el Día del Presidente, cenas por el Día de Colón… ¿necesito continuar?
Es un milagro que cualquier trabajo actual se consiga lleva a cabo.
¿Y Navidad? Olvídate. Las fiestas de Navidad de mi padre son legendarias. Todo el mundo regresa a su casa borracho. Algunas personas no regresan a casa en absoluto. El año pasado atrapamos a diez empleados de una banca rival tratando de colarse, sólo porque la velada es así de condenadamente fantástica. Y todo se hace para conseguir la atmosfera, la vibra, que mi padre desea en esta firma.
Él ama a sus empleados, y ellos lo aman a él. Devoción, lealtad… lo tenemos por montones. Eso forma parte de lo que nos hace los mejores. Porque la gente que trabaja aquí más que nada vendería a su primogénito por mi viejo.
Aun así, hay días, como hoy, cuando necesito el tiempo para cortejar a un cliente, que estas celebraciones pueden ser un verdadero dolor en el trasero. Pero qué se le va a hacer.
Mi mañana del lunes está llena, así que voy a mi escritorio y comienzo a trabajar. Luego, antes de que pueda parpadear, es la una en punto y me dirijo a la sala de conferencias. Veo una cabeza familiar con brillante cabello naranja unida a un cuerpo de complexión baja y fornida. Ese sería Jack O’Shay. Jack comenzó en la firma hace seis años, el mismo año que yo. Es un buen hombre y colega frecuente los fines de semana. A su lado está Agus, hablando animadamente mientras pasa una gran mano por su cabello castaño.
Tomo mi comida del buffet y me uno a ellos justo cuando Agus está contando su noche del sábado.

—Así que entonces ella saca unas esposas y un látigo. ¡Un maldito látigo! Pensé que iba a perder el control ahí mismo, lo juro por Dios. Es decir… ella fue a un convento… ¡de hecho estudió para ser una condenada monja, hombre!
—Te lo dije, las tranquilas siempre están metidas en algo pervertido —comenta Jack con una risa.

Agus vuelve sus ojos color avellana hacia Nico y le dice:

—En serio, amigo. Tienes que venir con nosotros. Sólo una vez, te lo ruego.

Sonrío con suficiencia porque sé qué es lo que viene exactamente.

—Lo siento, ¿conoces a mi esposa? —inquiere Nico su frente arrugada por la confusión.
—No seas tan coñazo —Jack le da un ligero codazo en las costillas— dile que vas a jugar cartas o algo así. Vive un poco.

Nico se quita los anteojos y limpia las lentes con una servilleta mientras parece estar considerando la idea.

—Ciiiierrto. Y cuando ella lo descubra, Euge definitivamente lo hará, te lo aseguro, me servirá mis pelotas en una bandeja de plata. Con una buena salsa de mantequilla con ajo para dipear a un lado y un buen Chianti.
Hace un sonido de sorber a la Hannibal Lecter que me hace reír a carcajadas
—Además —alardea, poniéndose de nuevo sus gafas y estirando las manos sobre su cabeza— tengo filete mignon en casa, chicos. No estoy interesado en sándwiches de chile con carne.
—Cobarde —dice Agus tosiendo, mientras Jack sacude la cabeza hacia mi cuñado y dice:
—Incluso un buen filete se vuelve viejo si lo comes todos los días.
—No —se defiende Nico de forma insinuante—, si lo cocinas de forma diferente cada vez. Mi nena sabe cómo mantener mis comidas picantes.

Levanto la mano y suplico:

—Por favor. Por favor sólo detente ahí —hay algunas imágenes que no quiero en mi cabeza. Nunca.
—¿Qué hay de ti, Peter? te vi irte con esas gemelas. ¿Eran pelirrojas naturales? —me pregunta Jack.

Siento la sonrisa satisfecha estirar mis labios.

—Oh, sí. Eran verdaderas pelirrojas —y luego continuo describiendo mi noche salvaje del sábado con vívidos y deliciosos detalles.

Está bien, sólo detengámonos ahora mismo porque puedo ver esa mirada sentenciosa en tu rostro. Y también puedo oír tu chillona desaprobación: Qué imbécil. Tuvo sexo con una chica… bueno, en este caso, dos chicas… y ahora le está contando todo a sus amigos. Eso es taaaaan irrespetuoso.
En primer lugar, si una chica quiere que la respete, debe actuar como alguien digna de respeto. En segundo, no intento ser un imbécil; sólo estoy siendo un hombre. Y todos los hombres hablan de sexo con sus amigos.
Déjame repetir eso en caso de que te lo perdieras:
TODOS LOS HOMBRES HABLAN DE SEXO CON SUS AMIGOS.
¿Si un tipo te dice que no lo hace? Bótalo, porque te está mintiendo.
Y algo más, he escuchado a mi hermana y sus pequeñas amigas tener sus pláticas también. Algunas de las cosas que salen de sus bocas podrían haber hecho que Larry maldito Flynt se sonrojara. Así que no actúes como si las mujeres no hablaran tanto como lo hacemos los hombres… porque sé con certeza que lo hacen.
Después de hablar largo y tendido sobre los más finos puntos de mi semana, la plática en la mesa gira hacia el futbol americano y la efectividad de la ofensiva de Manning. Al fondo, escucho la voz de mi padre mientras se para al frente de la sala, detallando los grandes logros de la nueva socia, cuyo expediente no me molesté en abrir esta mañana. Wharton School en la Universidad de Pensilvania, primera en su clase, hizo prácticas con Credit Suisse, blah… blah… blah.
La cháchara se desvanece mientras mis pensamientos acuden a la parte de mi noche de sábado que no me moleste en contarle a mis amigos: la interacción con una diosa morena, para ser exactos. Aún puedo ver esos redondos ojos oscuros tan claramente en mi cabeza. Esa seductora boca, el luminoso cabello que no podía haber sido tan suave como parecía.
No es la primera vez que su imagen ha aparecido en mi cabeza, espontáneamente, en el último día y medio. De hecho, parece que cada hora una imagen de alguna parte de ella viene a mi mente, y me encuentro a mí mismo imaginando qué pasó con ella. O, mejor dicho, qué podría haber pasado si me hubiera quedado e ido tras ella.
Es extraño. No soy alguien que rememore a las desconocidas que conozco durante mis aventuras de fin de semana. Normalmente, desaparecen de mis pensamientos en el momento que escapo de su cama. Pero es sólo que hay algo en ella. Tal vez sea porque me rechazó. Tal vez porque no obtuve su nombre. O quizás fuera ese dulcemente tonificado trasero que me hacía querer agarrarlo y nunca soltarlo.
Conforme las imágenes en mi mente giran a enfocarse en ese rasgo en particular, una agitación familiar comienza en la región sur, si entiendes a lo que me refiero. Me sacudo mentalmente. No he tenido una erección espontánea desde que tenía doce años. ¿Qué me pasaba?

Parece que voy a tener que llamar a esa sexy chica que me pasó su número en la cafetería esta mañana. Normalmente reservo esa clase de actividades para los fines de semana, pero aparentemente a mi pene le gustaría hacer una excepción.
Para entonces, ya he logrado llegar al frente de la sala, en la fila para el habitual apretón de manos de bienvenida que se les da a todos los nuevos empleados. Conforme me acerco a la cabeza de la fila, mi padre me ve y se acerca para saludarme con una cariñosa palmada en la espalda.

—Me alegra que vinieras, Peter. Esta nueva chica tiene un verdadero potencial. Quiero que tú la tomes bajo tu ala personalmente, ayúdala a dar sus primeros pasos. Haz eso, hijo, y te garantizo que ella tomará vuelo y nos hará sentir orgullosos a todos.
—Por supuesto, papá. No hay problema.

Genial. Como si no tuviera mi propio trabajo del que encargarme. Ahora tengo que llevar de la mano a la nueva mientras navega por el oscuro y aterrador mundo de la América Corporativa. Estupendo.
Gracias, papá.
Finalmente, llega mi turno. Me está dando la espalda cuando doy un paso adelante. Asimilo su brillante pelo castaño recogido en un moño bajo, su complexión delgada y bajita. Mis ojos bajan por su espalda mientras le habla a alguien frente a ella. Por instinto bajan a su trasero y… espera.

Espera un maldito minuto.
He visto ese trasero antes.
De ninguna maldita manera.
Ella se da la vuelta.
Mierda.

La sonrisa en su rostro se amplía cuando sus ojos se encuentran con los míos. Ojos brillantes, infinitos con los que no recuerdo haber soñado hasta ahora. Levanta una ceja por el reconocimiento y extiende su mano.

—Sr. Lanzani.

Siento que mi boca se abre y cierra, pero no salen palabras. La sorpresa de verla de nuevo, aquí de entre todos los lugares, debe haber congelado momentáneamente la parte de mi cerebro que controla el habla. Cuando la sinapsis comienza a funcionar de nuevo, escucho a mi padre diciendo:

—… Esposito, Mariana Esposito. Ella va viento en popa, hijo, y con tu ayuda nos llevará a nosotros con ella.Mariana Esposito.

La chica del bar. La chica que dejé escapar. La chica cuya boca todavía estoy desesperado por sentir alrededor de mi polla.
Y trabaja aquí. En mi oficina, en donde juré que nunca… nunca… jodería. Su cálida y suave mano se desliza perfectamente en la mía, y dos pensamientos vienen a mi mente simultáneamente.
El primero es: Dios me odia. El segundo: He sido un chico malo, muy malo la mayoría de mi vida, y éste es mi pago. ¿Y ya saben lo que dicen de ello, no? Síp. La retribución es una mierda.





CONTINUARA...

4 COMENTARIOS Y MAS BSS

4 comentarios:

  1. jajaj em encantaaaaa la nove!!! subi massssssss

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  2. Holii tanto tiempo sin firmar no?
    Bueno estuve llena de exámenes y no tenia tiempo, y esta semana me puse al corriente la novela anterior me gusto mucho y esta me gusta aun mas, espero ya el próximo capitulo. Seguilo!!
    PD: ya subí cap
    Besos. Jenny

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