viernes, 27 de febrero de 2015

Wild Horses 10





CAPITULO 10


Se asomó con cuidado detrás de aquella ventana. Ella tenía que lograr acercarse a él y saber como estaba. Desde que había sabido que sus hermanos lo habían herido, no había podido dormir, ni dejar de pensar en él. Cruel destino que no los dejaba en paz. Idiotas hermanos le habían tocado. A veces lograba odiarlos.
Se acercó más al vidrio, logrando ver en el interior de la
 habitación. Y allí estaba él, acostado en la cama, con los ojos cerrados, cara de tranquilo. El corazón se le estrujó. Levantó una mano y la apoyó contra el cristal, deseando que él la viera.
Entonces Gas giró la cabeza mientras abría los ojos, sus miradas se encontraron. Ella sonrió bobamente mientras retenía un par de lágrimas. No sabía por qué quería llorar. El rubio se sentó rápidamente en la cama, siseó ante el repentino dolor que le invadió el brazo.
—No, Gas —musitó ella. Él ignoró el dolor y se puso de pie, caminó lentamente hasta la ventana, se arrodilló ante ella y con la poca fuerza de su otro brazo logró abrirla.
—¿Qué haces aquí, princesa? —le preguntó de manera tierna.
Eran increíbles las cosas que ella le hacía sentir. Simplemente verla allí parada lo había hecho olvidarse de todo, hasta del dolor.
—Tenía que saber como estabas —dijo Rochi y de repente sus labios temblaron mientras trataba de no llorar —lo siento tanto, Gas —no pudo evitarlo, la primera lágrimas resbaló por su mejilla —te juro que no quería que eso pasara… casi muero cuando lo supe. Insulté a mi padre, a mis hermanos, a mi madre… me encerraron. Pero logré escapar.
—No no no, princesa, no llores —murmuró el rubio y estiró su mano para tocar su mejilla. Secó las lágrimas con su pulgar —como ya ves estoy vivito y coleando —Rochi esbozó una pequeña sonrisa —Y no me tienes que pedir perdón… no fue tu culpa.
Se quedaron en silencio, mirándose detenidamente a los ojos. Gas seguía acariciando su rostro. Se sentía dichoso, su corazón latía fuerte. Se agachó un poco más. Podía besarla. Jamás lo había hecho antes, tenía miedo de no… agradarle. Pero ahora que la tenía allí, con los ojos llenos de lágrimas, mirándolo de aquella manera tan linda, no podía evitarlo.
Rochi pestañeó. ¡Él iba a besarla! la respiración la abandonó por completo. Siempre había querido que el chico de sus sueños fuera el primero en besarla. Cerró los ojos lentamente, esperando sentir sus labios.
Gas sonrió, se veía adorable así. Se acercó un poco más. Su brazo protestó, pero no le prestó atención. Tenía algo mucho mejor al frente. Sus labios rozaron su nariz, depositó un casto beso allí. Bajó un poco más, y un suspiro chocó contra su mentón.
—Gas… ¿estás despierto?
Él se incorporó rápidamente al escuchar la voz de Peter a punto de entrar a la habitación. Miró hacia la puerta y luego miró a Rochi. Ella tenía el ceño levemente fruncido.
—Viene alguien —le contó. La castaña alzó ambas cejas en un gesto de asombro. Sacudió la cabeza, tenía que irse de allí —en una hora te veo detrás del gallinero.
—Pero, Gas, tu brazo…
—Shhh —la calló —te esperó allí, princesa —le sonrió bobamente. Ella copió su acción, sintiéndose demasiado tonta —no me falles.
Cerró la ventana y casi voló hasta su cama. Maldijo por lo bajo ante el asfixiante dolor que lo invadió.
‘Ella lo vale, ella lo vale’ —pensó.
La puerta se abrió y Peter entró. Gas lo miró extrañado. ¿Desde cuando su primo sonreía de aquella manera tan idiota? el azulino caminó hasta la cama que estaba a su lado y se dejó caer pesadamente con los brazos detrás de la cabeza.
—¿Cómo está tu brazo? —le preguntó luego de unos segundos. Gas frunció el ceño. Peter estaba raro… muy raro.
—Mejor —se limitó a contestar —oye… no es que sea extraño en ti, ni nada por el estilo. Pero ¿por qué estás sonriendo como imbécil?

Peter giró la cabeza para observarlo, y entonces comenzó a reír. Gas arqueó una ceja.
—No lo sé —siguió riendo —dime, tú ¿por qué tienes esa cara de idiota?
El rubio se tensó. ¿Tanto se le notaba? Pero no podía agarrar y decirla a Peter que Rochi había ido a verlo y que casi la besa. Sería como estar a punto de cavar su propia tumba. Ya que el azulino le había dejado claro que no quería que ellos se vieran hasta que las cosas estuvieran arregladas con los Igarzabal.
—No… nada, nada —miró al techo tratando de pensar en otra cosa para cambiar de tema y que Peter no lo descubriera. Y de repente sonrió —ya sé por qué estas así.
—Ah, ¿si? ¿por qué? —inquirió el castaño.
—Porque vino la hija del jefe —sonrió con picardía. Peter lo miró algo sorprendido. No esperaba que Gas dijera eso —la chica de la foto que tenías escondida…
—Claro que no —aseguró.
—Oh, vamos, primo, ambos sabemos que si.
—Que no, idiota.
—Peter está enamorado, Peter está enamorado —comenzó a cantar.

Peter tomó una almohada y se la arrojó, golpeándolo en la cabeza. Gas carcajeó y se apretó el brazo fingiendo que le había pegado allí.
—Pareces un niño, Gaston—lo retó —¿qué va a pensar Rocio?

Gas sonrió con soberbia.
—Ella me ama de cualquier forma.
—Si, si, seguro —ironizó Peter.
Se quedaron en silencio. Lanzani miró fijo al techo y una tonta sonrisa se curvó en su rostro. ¿Por qué se sentía tan idiota? todavía tenía en sus oídos el retumbe de su risa. No había cambiado nada… era igual de contagiosa que siempre. Y se sentía extraño por lo que había pasado en la caballeriza. Si el amigo de ella no hubiese entrado, quizás él hubiese hecho una estupidez. ¿Sería solo un amigo? Había algo muy raro en ese amigo. Más bien daba la vista de ser una… amiga. Sacudió la cabeza y se levantó.
—¿Quieres que le diga a mamá que te traiga algo para desayunar? —le preguntó.
—Mmm —pensó él mientras se tapaba hasta el cuello —puede que quiera unos cupcakes con mucha miel, un tazón de cereales, un poco de jugo de naranja y… ¡tocino! si que quiero eso. También sería muy agradable un par de tostadas con mantequilla y un café con leche, con mucha canela…
—¿Y si mejor te traigo el refrigerador completo? —le preguntó Peter con sarcasmo.
—Disculpe usted, señor campo comedor de carne compulsivo. Pero necesito reponer fuerzas comiendo cosas saludables.
—El tocino no es saludable —dijo Peter.
—Claro que lo es. Sino mírate… te la pasas comiendo porquerías y eres el hombre por las que todas las muchachas del pueblo suspiran —hizo ojitos.

Peter no pudo evitar reír.
—Eres un idiota, Gas.
—Ya, vete… tráeme el desayuno.
Peter salió de allí y se dirigió a la cocina. Se detuvo al escuchar una voz allí.
—¿Por qué me hablas así? —preguntó ella. Peter se asomó un poco y la divisó hablando desde un celular. Frunció el ceño —ya te dije por qué acepté acompañar a papá… era importante para él que yo viniera —Peter se acercó un poco más para escuchar mejor —no me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea —y sintió un presión en medio del pecho al escuchar aquellas palabras —¡tú no quisiste acompañarme! —ella comenzó a llorar —¡tuve que pedirle a Poli que lo hiciera! ¡tú nunca estás disponible! —no le gustaba verla llorar, jamás le había gustado —¿por qué me haces estás cosas, Benjamin? —se tomó la frente con una mano mientras apretaba los labios —¿sabes qué? Haz lo que quieras. ¿quieres dejarme? Hazlo. ¿Quieres engañarme? Hazlo. ¿Quieres… irte al demonio? Hazlo. Al final Poli siempre tiene la razón… no vales la pena —aquel infeliz que la estaba haciendo derramar lágrimas debía ser su pareja. Eso lo llenó de una extraña angustia —¡no, no me pidas perdón ahora, idiota! siempre haces lo mismo… aaargh, no quiero seguir hablando contigo.

Cortó y se sentó en una de las sillas con la cabeza gacha. Peter quiso entrar allí y acercarse a ella para abrazarla. Cuando eran niños siempre era él el que la consolaba y cuidaba de todo lo que pudiera hacerle mal. Tal vez ahora también podía hacerlo. Iba a entrar pero alguien se le adelantó.
Poli ingresó a la cocina y se arrodilló frente a ella. Lali lo abrazó por el cuello rápidamente y se echó a llorar con más fuerza.
Peter sonrió con amargura. Él ya no era su mejor amigo. Ya no era el que secaba sus lágrimas, ni el que la hacía reír para hacerla sentir mejor.
Alguien más ya había ocupado ese puesto. Y al parecer no era el único puesto que le habían usurpado. Su corazón también estaba ocupado por otro.
Soltó un suspiro. Aquello no tendría que importarle. Pero… ¡diablos! le importaba. Sacudió la cabeza y salió de allí antes de que alguno de los dos lo viera.
Era hora de entender que las cosas habían cambiado. Ellos ya no tenían 13. Y sus corazones estaban en distintos caminos. 

CONTINUARA...

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