lunes, 30 de marzo de 2015

Wild Horses 39




MARATON 6/?

CAPITULO 39

Una semana después…

Él arrojó el pedazo de tronco caído que llevaba sobre su hombro, en medio de la caballeriza. Los caballos protestaron ante el molesto sonido que irrumpió en la paz en la cual se encontraban. Peter suspiró y se secó la frente con el dorso de su mano. Tomó el hacha que había apartado y se dispuso a cortar el tronco en pequeños pedazos de madera para una futura fogata o lo que se precisara.
Hacía exactamente una semana que su vida era simplemente una porquería. No podía dormir, no quería comer. Ni siquiera sabía como era que seguía respirando. Todas las noches soñaba con ella y se despertaba a la mitad de su sueño para darse cuenta de que no estaba allí. Se sentía miserable. Era miserable sin ella.
Extrañaba verla sonreír, escucharla hablar, sentirla respirar. Extrañaba salir a cabalgar con ella. Extrañaba el calor de sus labios, su sabor.
Comenzó a cortar la madera con más fuerza. En todas las veces que ella había llamado jamás pidió hablar con él. Y lo sabía porque en más de una ocasión se había tomado el atrevimiento de escuchar la conversación por otro teléfono.

—Realmente eres un imbécil —dijo sacándolo de sus pensamientos.

Algo agitado dejó de hachar la madera y se enderezó para mirarlo.

—No estoy de humor para tolerarte, Gas —le advirtió.
—Óyeme, yo no tengo la culpa de que seas completamente infeliz en este momento. Tú eres el único culpable.

Peter lo miró coléricamente y comenzó a hachar de nuevo. Gas negó con la cabeza y suspiró. ¿Es que acaso su primo era un completo imbécil?

—¿No tienes nada más importante que hacer que estar ahí parado mirándome como un idiota, Gas? —le preguntó sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.
—Solo estoy tratando de entender por qué mi primo se está comportando como todo un cobarde…

Peter suspiró y tiró el hacha a un costado para mirar de frente al rubio.

—La amo, ¿entiendes eso? —preguntó.
—¿Y por qué sigues aquí, eh? ¿Por qué si tanto la amas no vas a buscarla? Peter… por una vez en tu vida, deja de pensar en el campo. No va a morirse, va a estar aquí siempre, esperándote. Pero Lali no, y creo que ella te necesita más a ti que el campo en este momento.
—No es tan fácil…
—¡Claro que es fácil, Peter! —exclamó —¿no eras tú el que me decía que debía jugarme por Rochi? —preguntó —Mírame, me jugué por ella y ahora su padre ha aceptado nuestra relación. Robert Igarzabal me acepta porque yo me jugué por su hija. ¿Qué hiciste tú por Lali? la dejaste ir…
—¿Qué pasa si no funciona? —preguntó frustrado.
—Jamás vas a saberlo si no te arriesgas. Por lo que sé Lali ha estado como loca con todas las cosas que tiene para hacer. Y con la ayuda de Poli no le basta, necesita de alguien más. Y ese alguien… eres tú…

Peter asintió levemente. Cada palabra que Gas le acababa de decir era cierta. Él se estaba comportando como un completo cobarde. Dejó que ella se fuera pensando que no la amaba realmente. La dejó ir y enfrentar las cosas sola. Realmente no se merecía el amor de esa mujer. Pero le rogaba a Dios que lo aceptara cuando fuera a buscarla. Si, eso mismo iba a hacer… en ese preciso momento.

Ella llegó a su departamento completamente destruida. Estar a cargo de una empresa jamás creyó que sería tan frustrante. Todos consultaban con ella. Todos la necesitaban. Todos le preguntaban que estaba bien y que estaba mal. Ahora entendía el estres por el cual había pasado su padre. Por eso mismo quería encontrar rápidamente un comprador.
Entró a su cuarto, se quitó los incómodos zapatos de tacón y se dio una pequeña ducha, para relajar un poco los músculos de su cuerpo. Se puso se camisón de dormir y encima una pequeña bata de seda. El clima había refrescado un poco por esos lados. Desde que había llegado los días habían estado algo nublados, como su vida.
A pesar de estar ocupada todo el día, no podía dejar de pensar en Peter, en cuanto lo extrañaba y necesitaba. Las veces que había llamado, había evitado preguntar por él. Solo para no sentirse peor. Extrañaba cada cosa de él. Su sonrisa, su voz, su mirada, sus besos, sus abrazos, su aroma…
Voy a estar bien, tengo que estar bien.
Pensó. Pero cada día que pasaba era una tortura. Daría lo que fuera por tenerlo allí con ella. Para que la ayudara con la empresa, para acompañarla en la cena, para mimarla en la noche. Necesitaba a su príncipe salvaje, más de lo que necesitaba vender la maldita empresa familiar.
El teléfono de su departamento comenzó a sonar. Corrió a atender antes de que cortaran.

—¿Hola? —atendió.
—¿Qué estás haciendo, Sweetness? —le preguntó él.
—Hola, Poli —suspiró y llevó el teléfono inalámbrico con ella hacia la cocina. Iba a cocinarse algo —acabo de llegar a casa.
—¿Tan tarde? —preguntó él —son casi las 10 de la noche, cariño.
—Lo sé, lo sé —asintió ella y comenzó a buscar algo en su refrigerador —pero las cosas en la oficina son un caos. No sabía que papá tenía tantos negocios por resolver y esas cosas.
—Debes estar agotada —dijo él preocupado —¿quieres que vaya a quedarme contigo?
—No, Poli, muchas gracias. Pero voy a comer algo y me voy a tirar a dormir. Necesito descansar, por el amor de Dios.
—Bueno —rió él —entonces te dejo tranquila. Solo llamaba para ver como estabas y para avisarte que ya resolví el problema de los pagares.
—Oh Dios, eso es genial —aseguró —muchas gracias, hermana, eres genial.
—Ya lo sé —dijo orgulloso —Te amo, adiós.
—Yo también. Adiós.

Colgó con una pequeña sonrisa en los labios. De verdad ella no sabía que sería de su vida si no tuviera a Pablo Marinez a su lado. El sonido del agua llegó a sus oídos. Frunció el ceño y se acercó a la ventana de la cocina. Llovía torrencialmente. Y de repente el sonido de un rayo, acompañado de un pequeño temblor, llegó a ella. La piel se le erizó del miedo y las luces del departamento se apagaron dejándola completamente a oscuras.

—Maldita sea, esto no puede estar pasando —murmuró entre dientes y salio de la cocina.

Acostumbró su mirada a la penumbra. Todo estaba tan oscuro y el sonido de la lluvia le daba aun más aquel aspecto tenebroso. Odiaba estar sola en momentos como ese.
Entonces unos golpes llegaron desde la puerta principal. Ella se paralizó. OH POR DIOS. ¿Quién podía ser a esa hora? Respiró profundamente y tomó un pequeño palo de metal que estaba cerca de la chimenea artificial que tenía en su sala de estar. Se acercó con cuidado a la puerta… tal vez ella solo estaba loca y era el encargado del edificio informando que había un corte parcial en el edificio. Bajó su arma de defensa pero no la soltó. Llegó a la puerta y la persona que estaba del otro lado volvió a golpear. El pulso de la morena se aceleró. Intentó mirar por la pequeña mirilla, pero del otro lado todo estaba oscuro y solo podía distinguir una enorme figura negra del otro lado. ¿Y si no era el encargado y era un asesino como en las películas de terror? Se le congeló la sangre.

—¡Lali, mi amor, ábreme por favor!

Ella se quedó totalmente quieta al oír aquella voz. Entonces no lo dudó más y abrió la puerta para encontrarse de frente con un empapado príncipe salvaje que fue hermosamente iluminado por un trueno que acababa de sonar.


CONTINUARA...

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