miércoles, 8 de abril de 2015

Tangled #14




CAPITULO 14

Leí un articulo una vez que decía que tener relaciones sexuales extiende la vida humana. A este ritmo, Lali y yo vamos a vivir para siempre. He perdido la cuenta del número de veces que lo hemos hecho. Es como una picadura de mosquito — cuanto más te rascas, más te pica.
Me alegro de que compre la caja extra grande de condones en Costco.
Y en caso de que no puedas deducirlo por mis reacciones, simplemente lo voy a decir fuerte y claro: Lali Esposito es un fantástico polvo. Una espectacular pieza de culo. Si no estuviera seguro de que Benjamin Amadeo era un completo idiota e imbécil antes — desde que he probado lo que tiro — ahora estoy completamente seguro de ello.

Es aventurera, desvergonzadamente exigente, espontánea y confiada. Muy parecida a mí. Somos un ajuste perfecto, en más de un sentido.
Cuando finalmente salimos a la superficie, el cielo de la noche detrás de mi ventana se está volviendo gris. Lali está en silencio, su cabeza sobre mi pecho, sus dedos trazando contornos y ocasionalmente acariciando la capa de pelo allí.

Espero que después de todo lo que ya he dicho esto no sea una sorpresa, pero yo no me “acurruco”. Típicamente, después de que una mujer y yo hemos terminado, no hay cucharita, no nos acurrucamos, ninguna jodida charla de almohada. En ocasiones, puede, que tome una siesta antes de salir por la puerta. Pero no soporto cuando una chica se envuelve a mí alrededor como algún pulpo mutante. Es incómodo y molesto.

Con Lali, sin embargo, las viejas reglas no parecen aplicar. Nuestra caliente piel está encaja junta, nuestros cuerpos alineados, su tobillo sobre mi pantorrilla, mi muslo bajo su rodilla doblada. Se siente tranquilo. Relajante de una manera que no puedo describir completamente. No tengo absolutamente ningún deseo moverme de este lugar.
Si no es para darme la vuelta y follarla otra vez.
Ella rompe el silencio por primera vez. 


—¿Cuándo perdiste tu virginidad?

Me echo a reír. 

—¿Estamos jugando primero y diez otra vez? ¿O te estás preguntando sobre mi vida sexual? Porque si es así, creo que llegas un poco tarde, Lali.

Ella sonríe. 

—No. No es así. Sólo quiero saber... más.

Suspiro mientras trato de recordar. 

—De acuerdo. Mi primera vez fue...Janice Lewis. A mis quince años. Me invitó a su casa para darme mi regalo. Era ella.

La siento sonreír contra mi pecho. 

—¿También era virgen?
—No. Apenas por debajo de dieciocho años — una senior.
—Ah. La mujer mayor. ¿Así que te enseñó todo lo que sabes?

Sonrío y me encojo de hombros. 

—Aprendí algunos trucos en los últimos años.

Caemos de nuevo en silencio durante unos minutos, y luego me pregunta, 

—¿No quieres saber sobre el mío?

Ni siquiera tengo que pensar en la respuesta.

—No.

No quiero echar a perder el estado de ánimo, pero tenemos que detenernos aquí un segundo.
Cuando se trata del pasado de una mujer, ningún hombre quiere oír nada. No me importa si te has cogido a uno o a cien — guárdalo para ti misma.
Déjame ponerlo de esta manera: cuando estás en un restaurante y el camarero trae tu comida, ¿quieres que te diga sobre cada persona que tocó esa comida antes de colocarla en tu boca?
Exactamente.

También creo que es bastante seguro asumir que su primera vez fue con Amadeo — que fue su primero y único. Y de esa es la última persona que quiero estar discutiendo en este particular tiempo y lugar.
Ahora, de vuelta a mi habitación.

Ruedo sobre mi lado y me enfrento a Lali. Nuestras caras están cerca, nuestras cabezas compartiendo una almohada. Su mano metida bajo su mejilla de una manera inocente.

—Hay algo que quiero saber,— digo, sin embargo.
—Adelante.
—¿Por qué elegiste la banca?

Yo vengo de una larga lista de profesionales de cuello blanco. De Euge y de mí no se esperaba que siguiéramos los pasos de nuestros padres —sucedió de alguna manera. La gente siempre gravita hacia lo que saben, lo que es familiar.
Como los atletas profesionales. ¿Alguna vez has notado cómo muchos Juniors están en las Grandes Ligas de béisbol? Es para distinguirlos del Salón de la Fama de sus padres. El Manning quarterbacks-la misma historia. 


Pero me pregunto lo que atrajo a Lali a la banca de inversión teniendo en cuenta sus años adolecentes de pequeña delincuencia.

—El dinero. Quería una carrera donde sabía que haría un montón de dinero.

Elevo mis cejas. 

—¿En serio?

Ella me mira intencionalmente. 

—¿Esperabas algo más noble?
—Sí, supongo que sí.

Su sonrisa se atenúa. 

—La verdad es que mis padres se casaron jóvenes, me tuvieron joven. Compraron el restaurante en Greenville. Lo hipotecaron hasta las cejas. Vivíamos encima. Era… pequeño…pero agradable.
Su sonrisa se desvanece un poco más. —Mi padre murió cuando yo tenía trece años. Un accidente de auto, conductor ebrio. Después de eso, mi mamá siempre estaba ocupada. Tratando de mantener el restaurante a flote, intentando impedir no caer en pedazos.

Cuando se detiene otra vez, pongo mi brazo sobre ella y tiro hasta que su frente se apoya contra mi pecho. Y entonces continúa:

—Ella apenas nos mantuvo por encima del agua. No estaba privada de nada, pero... no fue fácil. Todo fue una lucha. Así que cuando me dijeron que iba a ser la primera de la promoción, y que recibiría una beca completa a Wharton, pensé — bien — la inversión lo es. Nunca quise estar indefensa o dependiente. Aunque tenía a Benja, era importante para mí saber que sería capaz de mantenerme a mí misma, por mi cuenta. Ahora que puedo, todo lo que realmente quiero hacer es cuidar de mi mamá. Le he pedido que se mude a Nueva York, pero hasta ahora ha dicho que no. Ha trabajado toda su vida...Yo sólo quiero que descanse.

No sé qué decir. A pesar de todos mis comentarios sarcásticos sobre mi familia, estoy seguro de que perdería mi cabeza si algo le pasara a cualquiera de ellos.
Alzo su barbilla así puedo mirarla a los ojos. Entonces la beso. Después de unos minutos, Lali se da vuelta. Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y tiro de ella encima de mí. Presiono mis labios en su hombro y acomodo mi cara en su pelo. Y aunque es técnicamente mañana, así es cómo permanecemos hasta que los dos quedamos dormidos.

...

Todo hombre sano en el mundo se despierta con una erección. Una gordita. Una madera mañanera. Estoy seguro que hay alguna explicación médica para el fenómeno, pero me gusta pensar que es una especie de regalo de Dios.

Una oportunidad de comenzar el día con la mejor polla ansiosa.
No puedo recordar la última vez que dormí junto a una mujer. Despertar al lado de una, sin embargo, definitivamente tiene sus beneficios. Y estoy dispuesto a sacar provecho de ellos.

Con los ojos aún cerrados, me volteo y busco a Lali. Planeo molestarla hasta despertarla antes de darle un “Buenos días” por detrás. Es la única llamada despertadora aceptable, en mi libro. Pero cuando mi mano se desliza sobre las sábanas, encontrando sólo un espacio vacío donde debería estar. Abro los ojos, me siento y miro alrededor. No hay ningún rastro de ella.
Eh.

Escucho por movimiento en el baño o el sonido del agua de la ducha. Pero sólo hay silencio. Ensordecedor, ¿verdad?
¿Adónde se iría?
Mi ritmo cardíaco patea una muesca ante la idea de que se escapó mientras yo dormía. Es un movimiento que yo mismo he realizado— en varias ocasiones, pero uno que nunca esperaría de Lali.

Estoy a punto de salir de la cama cuando aparece en la puerta. Su cabello esta agarrado en una de esas bandas elásticas que las mujeres siempre parecen sacar del aire. Lleva una camiseta gris de Columbia — mi camiseta gris de Columbia —y estoy momentáneamente fascinado por la forma en que sus tetas se mueven debajo de las letras mientras camina.

Lali coloca la bandeja que está llevando en la mesilla de noche

—Buenos días.

Hago pucheros. 

—Pudo haber sido. ¿Por qué te levantaste?

Ella se ríe. 

—Me muero de hambre. Mi estómago estaba gruñendo como un duende enjaulado. Iba a cocinar el desayuno para nosotros, pero lo único que pude encontrar en tu cocina es cereal.

El cereal es la comida perfecta. Podría comerlo en cada comida. Y no el saludable salvado-y-avena de mierda que tus padres empujan por tu garganta. Sólo voy por las cosas buenas: Lucky Charms, Fruity Pebbles, Cookie Crisp. Mi gabinete es una auténtica despensa de trigo inflado altamente azucarado.
Me encojo de hombros. 


—Pido mucho.

Me entrega un tazón. Apple Jacks, buena elección. Entre bocados, Lali dice: 

—Tome prestada una camiseta. Espero que no te importe.

Mastico mi desayuno de campeones y sacudo mi cabeza. 

—En lo absoluto. Pero me gustas mucho mejor sin ella.

¿Ves cómo baja la mirada? ¿Cómo se curvan sus labios en una suave sonrisa? Ves el color que se levanta en sus mejillas. Dios —se sonroja nuevamente. ¿Después de anoche? ¿Después de la maldición, los gritos, los rasguños? ¿Ahora se ruboriza?
Adorable, ¿verdad? Yo también lo creo.

—No pensé que cocinar desnuda fuera muy sanitario.

Pongo mi plato ahora vacío en la bandeja.

—¿Te gusta cocinar?— En los meses que hemos trabajado juntos, he aprendido mucho acerca de Lali, pero aún hay más que quiero saber.

Ella asiente con la cabeza y termina su cereal. 

—Crecí en un restaurante, es contagioso. Hornear es lo mío. Hago unas galletas geniales. Si podemos conseguir los ingredientes más adelante, voy a hacer.

Sonrío diabólicamente. 

—Me encantaría comer tu galleta, Lali.
Sacude la cabeza—¿Por qué tengo la sensación de que no estás hablando de la variedad de chocolate?

¿Recuerdas ese regalo de Dios? No puedo dejarlo perder. Eso sería un pecado — y realmente no puedo darme el lujo de más. Me arrastro hasta la cama y tiro de la camiseta por encima de su cabeza.

—Porque no lo estoy. Ahora, sobre esa galleta...

...

—Reina a B-7.
—Alfil a G-5.

Los juegos son divertidos.

—Caballero a C-6.
— Jaque.

¿Juegos sin ropa? Son más divertidos.
La frente de Lali de frunce mientas observa el tablero de ajedrez. Este es nuestro tercer juego. ¿Quién ganó los otros dos? Por favor, como si tuvieras que preguntar.
Hemos estado negociando historias mientras jugamos. Le hable de la vez que me rompí el brazo jugando con el monopatín cuando tenía doce años. Me contó el día que ella y Delores tiñeron la piel de su hámster a rosa. Le dije sobre el apodo que Agus y yo tenemos para Euge. (Lali pellizcó mis pezones después de eso. Duro. Recordó el día que la llamé “Una Euge” en mi oficina).

Es cómodo, fácil y agradable. No tan agradable como follar— pero un cercano segundo lugar. Estamos tumbados en la cama, la cabeza apoyada en la mano, el tablero en el centro.
Ah— y en caso de que lo olvidaras, estamos desnudos.

Ahora, sé que algunas mujeres tienen problemas con sus cuerpos. ¿Tal vez tengas un poco más de basura en el maletero? Supéralo. No importa. Un culo desnudo patea un culo modesto constantemente. Los hombres son visuales. No estaríamos cogiéndote si no quisiéramos verte.
Puedes escribir eso, si quieres.

Lali no tiene ningún problema en estar desnuda. Ella está definitivamente cómoda en su propia piel. Y es sexy, muy sexy.

—¿Vas a mover o quemar un agujero en el tablero mirándolo?
—No me presiones.

Suspiro. 

—Bien. Tómate todo el tiempo que necesites. No hay ningún lugar al que puedas ir de todos modos. Ya te tengo acorralada.
—Creo que estás haciendo trampa.

Mis ojos se abren ampliamente. 

—Eso duele, Lali. Estoy herido. Yo no hago trampa. No lo necesito.

Levanta una ceja hacia mí. 

—¿Tienes que ser tan arrogante?
—Ciertamente eso espero. Y hablando sucio no conseguirás nada. Basta de rodeos.

Suspira y acepta la derrota. Hago mi movimiento final. 

—Jaque mate. Quiero volver a jugar.

Rueda sobre su estómago y dobla las rodillas para que sus pies casi toquen sus cabeza. Mi polla se mueve a la vista.

—Vamos a jugar otra cosa.

¿Twister? ¿Ocultar el salami? ¿Adivinanzas del Kama Sutra?

—¿Tienes Guitar Hero?

¿Tengo Guitar Hero? ¿La justa de nuestro milenio. ¿El mejor videojuego de todos los tiempos? Claro que sí.

—Tal vez deberías escoger otra cosa,— dije. —Si te sigo ganando así, podría dañar tú frágil ego femenino.
Lali me fulmina con la mirada —Arréglalo.

Su impaciencia debería haber sido una bandera roja. Fue una masacre. Absolutamente brutal. Ella me pateó el culo—de un extremo del apartamento al otro.

En mi defensa, Lali sabe tocar una guitarra de verdad. Y... nos hizo poner ropa. ¿Qué tan jodidamente malvado es eso? Intenté echar un vistazo a ese suculento culito asomando debajo de mi camiseta. Me distrajo.
Nunca tuve una oportunidad.

...

Así que, por ahora te estás preguntando qué demonios estoy haciendo, ¿verdad? Quiero decir este soy yo. Un paseo por cliente — no retrocedo, no repito. Así que ¿por qué estoy perdiendo mi sábado por la tarde jugando a Adán y Eva con Lali?

Este es el trato: he trabajado durante meses para llevarla a donde está ahora. He pasado interminable noche tras noche queriendo, soñando, fantaseando con ella.

Digamos que te quedas varada en una isla desierta y no puedes comer durante una semana. Y luego el barco de rescate finalmente aparece con un plato de comida. ¿Tomas un bocado y tiras el resto?
Por supuesto que no. Te tragas cada bocado. Devorando cada migaja. Hasta lamer el plato limpio.
Voy a pasar el rato con Lali hasta que esté... lleno. No leas más en ello que eso.

...

¿Mencioné que Lali tiene un tatuaje? Venga, sí. Una etiqueta de zorra. Un sello de vagabunda. Llámalo como quieras. Está justo por encima de las olas de su culo, en su zona lumbar. Es una pequeña mariposa turquesa.
Es sabroso. Ahora estoy trazándola con mi lengua.

—Dios, Peter...

Después de la desgracia de Guitar Hero, Lali decidió que quería una ducha. Y escucha esto— me preguntó si quería ser el primero.
Niña tonta. Como si ducharse solo estuviera en consideración.

Me levante y la provoque por detrás. Es más caliente que la maldita agua que nos golpea por todos lados. Muevo su cabello hacia un lado y me doy un festín en ese exquisito cuello. Mi voz es ronca cuando le digo

—Abre las piernas para mí, Lali.

Lo hace.

—Más.

Lo hace otra vez.
Doblo mis rodillas y deslizo mi polla en casa. Jesús. Ya han pasado dos horas desde que estaba dentro de ella así. Demasiado tiempo — toda una vida.

Gemimos juntos. Sus pechos están resbaladizos por el jabón cuando deslizo mis dedos a sus pezones y juego con ellos en una forma que sé la hace ronronear.
Ella deja caer su cabeza contra mi hombro y sus uñas rasguñan mis muslos. Silbo ante la sensación y acelero el ritmo sólo un poco.

Entonces se inclina hacia adelante, doblando la cintura y apoyando las manos contra los azulejos. Cubro sus manos con las mías, enredando los dedos juntos. Bombeo dentro y fuera sin prisas. Beso su espalda, hombro, oreja. 

—Te sientes tan jodidamente bien, Lali.

Rueda la cabeza en su cuello, y gime

—. Dios, te sientes tan... duro... tan grande.

¿Esa frase? Oír esa frase es el sueño de todo hombre que ha vivido. No me importa si eres un maldito monje; tú quieres oírlo.
Sí, lo he oído antes. Pero viniendo de Lali
 — con esa voz dulce — es como si lo escuchara por primera y única vez.
Y entonces ella está rogando. 

—Más duro, Peter... por favor.

Hago lo que me pide con un gemido. Dejo una mano en la pared y la otra la llevo a su clítoris, cada vez que empujo hacia adelante, corcovea contra mis dedos. Gimiendo ante el contacto.
Entonces es exigente


—. Más duro, Peter. Fóllame más duro.

Cuando su comando llega a mis oídos, me rompo, como el techo de espeleología de una enardecida casa en llamas. Empujo en ella hasta que esta clavada contra la pared, su mejilla descansando sobre el frío azulejo. Empujo duro y rápido. Los gritos complacidos de Lali hacen eco en las paredes, y llegamos en perfecta sincronización.
Es largo, intenso y muy glorioso.

Cuando el placer disminuye, ella se gira, envuelve los brazos alrededor de mi cuello y me besa lentamente. Entonces su cabeza esta sobre mi pecho, y permanecemos juntos bajo el chorro. No puedo guardar el asombro de mi voz cuando digo

—Dios, cada vez es mejor.

Se ríe.

— ¿Tú también? Pensé que era la única que lo sintió—. Ella me mira, muerde su labio y quita mi cabello mojado de mis ojos. Es un gesto simple. Pero hay tanta emoción detrás de él. Su tacto es suave, la mirada en sus ojos es tan apreciativa, como si yo fuera la cosa más maravillosa que haya visto. Como si fuera una especie de... tesoro.

Normalmente, esa mirada me tendría buscando escape — hacia la salida más cercana.
Pero mientras observo el rostro de Lali, una mano sosteniendo su cintura, la otra moviéndose a través de su pelo, no quiero correr. No quiero mirar hacia otro lado. Y no quiero dejarla ir.

—No...Yo también lo siento.


CONTINUARA...


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