martes, 7 de abril de 2015

Tangled #12



CAPITULO 12

El lunes por la mañana, estoy en la sala de conferencias a la espera de que comience la reunión. Todo el mundo está aquí. Todo el mundo, es decir, a excepción de Lali. Mi padre observa su reloj. Tiene una reunión temprano esta mañana, y sé que está ansioso por llegar. Me rasco detrás de mí oreja.
¿Dónde demonios está?

Finalmente, Lali llega corriendo todavía con su abrigo y un montón de carpetas cayendo de sus manos. Se ve... terrible. Es decir, es hermosa, ella siempre esta hermosa. Pero tómalo de alguien que la ha observado de cerca 

— Lali está teniendo un mal día. ¿Ves lo pálida que está? ¿Y el infierno de esos círculos oscuros bajo sus ojos? Su pelo esta agarrado en un moño desordenado, que sería sexy como el infierno si ella no se viera tan… mal.

Sonríe nerviosamente a mi padre. 

—Lo siento, señor Lanzani. Ha sido una mañana.
—No hay problema, Lali estamos sólo empezando.

A medida que mi padre recita sus anuncios, no quito mis ojos de ella. No me mira ni una vez.

—Lali, ¿tienes esas proyecciones para Pharmatab?

Es el acuerdo del que mi padre estaba hablando con el culo-de-mierda en la fiesta de la oficina. El que Lali cerró la semana pasada. Ella levanta la vista, sus grandes ojos marrones dándole un aspecto todavía más como un ciervo encandilado por los faros.
No las tiene.

—Ahh... están... um...

Me inclino hacia delante y proclamo. 

—Yo los tengo. Lali me las dio a mí la semana pasada para que las revisara. Pero las he dejado en mi escritorio en casa. Te las haré llegar lo antes posible, papá. —Mi padre asiente y ella cierra los ojos con alivio.

Finalizada la reunión, todos salen lentamente y yo camino al lado de Lali. 

—Hola.

Ella baja la mirada a las carpetas en sus manos y ajusta el abrigo en su brazo. 

—Gracias por lo que hiciste ahí, Peter. Fue muy amable de tu parte.

Sé lo que dije el otro día — que había terminado con ella. No quise decirlo. Estaba hablando de más, desahogándome y sexualmente frustrado. Ya lo saben. ¿Creen que Lali lo sabe? ¿Creen que a ella le importa?

—Tengo que hacer lo decente de vez en cuando. Para mantenerte de puntillas. —Le doy una pequeña sonrisa que ella no regresa.

Y todavía no me ha mirado. ¿Qué pasa con ella? Mi corazón comienza a martillar en mi pecho mientras corro todas las posibilidades. ¿Está enferma? ¿Le sucedió algo a su madre? ¿Fue asaltada en el maldito metro?
Jesús.
Lali entra en su oficina y cierra la puerta, dejándome parado en el exterior. Aquí es donde los hombres conseguimos cargar con la peor parte, gente. ¿Cuándo Dios le dio a Eva la costilla extra? Él debió darnos algo extra también. Como la telepatía.
Una vez oí a mi mamá decirle a mi padre que ella no tenía que explicar el por qué estaba enfadada. Ya que si él no sabía lo que había hecho mal, entonces realmente no lo sentía. ¿Qué significa eso? Noticia de última hora señoras: nosotros no podemos leer sus pensamientos. Y francamente, no estoy completamente seguro de que quiera hacerlo. La mente femenina es un lugar terrorífico en el que estar.

¿Los hombres? No dejamos mucho espacio para la duda: Eres un idiota. Me tiré a mi novia. Mataste a mi perro. Te odio. Directo. Claro. Sin ambigüedades. Chicas deberías probarlo. Nos llevaría un paso a la paz mundial.
Me alejo de la puerta de Lali. Parece que no voy a descubrir cuál es su problema pronto.

...

Más tarde ese día, me siento en un café frente a Agus, sin comer mi sandwich.

—Entonces, ¿Euge ya ha llegado a ti?

Se refiere a La Masacre del Día de Acción de Gracias — en caso de que lo hayas olvidado. Asiento con la cabeza

—. Ayer recibí la llamada. Al parecer me he comprometido a ser voluntario el mes que viene en la sociedad geriátrica de Manhattan.
—Podría haber sido peor.
—En realidad, no. ¿Te acuerdas de la tía Bernadette de Nico?

Las ancianas tienen una cosa por mí. Y no quiero decir a una especie de pellizcar-mi mejilla, dar-una-palmada-en-mi-cabeza. Me refiero a agarrar-mi-culo, frotar-mis-genitales, porque-no-empujas-mi-silla-de-ruedas-en-el-armario-asi-podemos-hacer-cosas-indecentes.
Es muy inquietante.

Agus ahora se está muriendo de la risa. Gracias por la simpatía.
La campana por encima de la puerta de la cafetería suena. Levanto la vista y decido que tal vez Dios no me odia después de todo. Porque Benja-Idiota-Amadeo acaba de entrar. Su cara, en cualquier otro momento, sin duda haría una abolladura en mi buen humor. ¿Pero en este momento? Él es justo el imbécil que necesito ver. Voy a estar bien.
Me le acerco. 


—Oye, hombre.

Rueda sus ojos. 

—¿Qué?
—Escucha, Benja, me preguntaba, ¿está todo bien con Lali?

Él gruñe, 

—Lali no es asunto tuyo.

Que conste, estoy tratando. Y él es un idiota. ¿Por qué no me sorprende?

—Veo lo que dices. Pero esta mañana, realmente no tenía buen aspecto. ¿Sabes por qué?
—Lali es una chica grande. Puede cuidar de sí misma. Siempre lo hace.
—¿De qué estás hablando?

Y entonces me doy cuenta. Al igual que un cubo helado de Gatorade después de un partido de fútbol.

—¿Has hecho algo con ella?

No contesta. Baja la mirada. Esa es toda la respuesta que necesito. Lo tomo por el frente de su camisa y rápidamente lo levanto. Un segundo después, Agus está diciendo que me calme. Sacudo sólo un poco al idiota. 

—Te hice una pregunta, hijo de puta. ¿Le has hecho algo a Lali?

Él me dice que le quite las manos de encima, y yo le zarandeo más duro.

—¡Respóndeme!
—¡Terminamos! Terminamos coño, ¿de acuerdo?

Quiere decir que él rompió con ella.
Aleja mis manos y me empuja. Se lo permito. Endereza su camisa, me fulmina con la mirada. Pero yo me quedo allí. Aturdido. Su dedo apuñala mi pecho


—. Me voy de aquí. Si alguna vez me pones tus manos encima otra vez, yo no me quedo fuera, imbécil.

Y con eso, se va. Agus lo observa irse, luego pregunta: 

—Peter, ¿qué diablos fue eso?

Diez años — casi once. Ella lo amaba. Eso es lo que dijo. Diez condenados años. Y él la abandonó.
Joder.

—Tengo que irme.
—Pero no has acabado tu sandwich. —La comida es importante para Agus.
—Es tuyo. Tengo que volver a la oficina.

Corro hacia la puerta...
Bueno, ya sabes a dónde voy.

...

La puerta de su oficina está todavía cerrada. Pero no llamo. En silencio, entro. Está sentada en su escritorio.
Llorando.
¿Alguna vez has sido golpeada en el estómago por un caballo?
Yo tampoco. Pero ahora sé lo que se siente.

Se ve tan pequeña detrás de esa mesa. Joven y vulnerable y... perdida. Mi voz es suave y cuidadosa. 

—Hola.

Lali levanta la mirada, sorprendida, luego aclara su garganta y limpia su rostro, tratando de juntar todo

—¿Qué necesitas, Peter?

No quiero avergonzarla, así que pretendo no notar la humedad que aún se aferra a sus pómulos. 

—Estaba buscando ese archivo...— Lentamente, doy un paso más cerca. —¿Tú... eh... tienes algo en el ojo?

Ella sigue el juego y limpia de nuevo debajo de sus ojos. 

—Sí, es una pestaña o algo así.
—¿Quieres que le eche un vistazo? Esas pestañas pueden ser peligrosas si no se tratan.

Por primera vez en el día de hoy, sus ojos se encuentran con los míos. Son como dos brillantes piscinas oscuras.

 —De acuerdo—Lali se levanta, y yo la guío hacia la ventana. Pongo mis manos en sus mejillas, sosteniendo suavemente su cara. Su hermoso rostro surcado por las lágrimas.

Nunca he querido hacerle daño físico a alguien con tantas ganas como a Benjamin Amadeo en este momento. Y estoy seguro de que puedo conseguir que Agus me ayude a enterrar lo que queda de él en el patio.
Limpio las lágrimas con mis pulgares. 


—Lo tengo.

Sonríe, incluso cuando más lágrimas brotan. 

—Gracias.

He terminado de fingir ahora. La empujo contra mi pecho. Ella me deja. Pongo mis brazos alrededor de ella y aliso la parte posterior de su cabello con mi mano. 

—¿Quieres que hable con él? ¿Fue todo... fue porque yo...?

No puedo imaginar que la basura estuviera muy feliz de encontrarnos en la oficina de Lali como lo hizo la semana pasada— con su aspecto recién follada y todo. Y no, no me he vuelto loco. La última cosa que quiero hacer es ayudarla a volver con el imbécil. Pero, maldita sea, me está matando aquí.
Una sola lágrima cae esta vez.
Ella se ríe en mi pecho. Suena amargo. 


—Fui yo. —Lali me mira y sonríe tristemente—. No soy la misma chica de la que se enamoró.

Debe haber sido difícil escuchar esas palabras. Es el truco más viejo del hombre en el libro. El juego de la culpa: “No soy yo, cariño. Eres tú”.
Sacude la cabeza. 


—Empacó todas sus cosas y se fue el sábado. Dijo que sería mejor un adiós rápido y limpio. Se está quedando con Dee-Dee hasta que pueda encontrar su propio lugar.

Mira hacia la ventana por un momento, y luego suspira con desaliento. 

—Ha venido por un tiempo, creo. No fue una sorpresa. Durante mucho tiempo, mi enfoque estaba en la escuela... y luego en el trabajo. Todo lo demás quedó en segundo lugar. Dejé...... No pude darle lo que necesitaba.
—Es sólo...Benja sostuvo mi mano el día que enterramos a mi padre. Me enseñó a manejar con transmisión manual, y me convenció de que era lo suficientemente buena para cantar delante de personas de verdad. Benja me ayudó a llenar mi solicitud para la Universidad y abrió la carta de aceptación por mí porque yo estaba demasiado nerviosa para verlo. Cuando yo estaba en el programa MBA, consiguió tres trabajos para que yo no tuviera que trabajar. Benja estaba allí el día que me gradué, y él vino conmigo cuando quise mudarme a Nueva York. Siempre ha sido una gran parte de mi vida. No sé quién seré sin él.

Mujeres. No se ofendan. Pero ella ni siquiera se da cuenta de lo que acaba de decir. Estos son sus logros. Desafíos que ella ha vivido. Imbécil era sólo para el viaje. En el fondo. Como el papel tapiz. En cualquier momento, tú puedes cambiar el color de las paredes y puede tener un aspecto diferente, pero la habitación sigue siendo la misma.

—Sé quién serás: Lali Esposito, extraordinaria banquera de inversión. Eres inteligente y divertida, eres obstinada y magnífica y... perfecta. Y seguirás siendo perfecta sin él.

Nuestros ojos se encuentran durante un minuto, y luego la abrazo contra mí otra vez hasta que las lágrimas desaparecen. Su voz es ahogada mientras susurra:

—Gracias, Peter.
—En cualquier momento.

...

No es hasta tarde en la noche, cuando me arrastro entre las sábanas de mi cama, que las ramificaciones de los eventos de hoy realmente me golpean.

Duermo desnudo, por cierto. Deberías probarlo. Si no has dormido desnudo, no has vivido. Pero eso no viene al caso.

El hecho de que no me haya dado cuenta hasta ahora es— Lali Esposito  está soltera. Libre. Disponible. El único obstáculo que se interponía entre ella, yo y el sofá de mi oficina se disparó a sí mismo en el pie. Mierda santa. Esto es lo que Superman debe haber sentido cuando volvió atrás en el tiempo y tiró a Lois lejos del auto. Es una repetición. Una segunda oportunidad. De volver a empezar.

Doblo mis manos detrás de mi cabeza y me instalo de nuevo en mis almohadas con la más grande, más brillante no-puedo-esperar-a-mañana sonrisa que jamás hayas visto.

Hace ya cuatro días que descubrí que idiota rompió con Lali. Al día siguiente, ella vino a trabajar luciendo como si misma otra vez. Para todos los efectos, parecía que había superado completamente al idiota. Pero Rufi tenía un resfriado, así que Euge tuvo que reprogramar el almuerzo para la próxima semana. Con el fin de semana que Lali tenía, era probablemente lo mejor.

Venga, sí. Sólo un detalle más pequeño que debes saber: No he tenido sexo en doce días.
Doce días.
Doscientas ochenta y ocho horas libre de sexo. No puedo calcular los minutos — es demasiado deprimente. 


¿Recuerdas que solo trabajo y nada de juegos hace de Peter un muchacho de mal humor? Bueno, en este punto, Peter es prácticamente un maldito psicópata, ¿entendido?

Doce días, quizá no parezca mucho tiempo para los aficionados allá afuera, ¿pero para un tipo como yo? Es un maldito record. No he tenido una sequía como esta desde el invierno del noventa y nueve. En enero, una enorme tormenta de nieve cubrió el área tres estados con veintiocho centímetros de nieve. Sólo los vehículos oficiales eran permitidos en las carreteras, por lo que estaba atrapado en el pent-house con mis padres.
Y tenía diecisiete años. Un año en la vida de un chico cuando la más ligera brisa es capaz de darle una erección. Pasé mucho tiempo en el baño, mi madre pensaba que tenía un virus. Por último, después del séptimo día, ya no podía soportarlo. Me enfrente a los elementos y fui al condominio de Rebecca Whitehouse al norte. Tiramos como conejos en el armario del conserje del edificio de sus padres.
Era una chica agradable.

De todos modos, una vez más, he sido reducido a masturbarme en la ducha. Es humillante. Me siento tan sucio. No es que tenga nada de malo un buen masaje y un buen tirón en la mañana para empezar bien el día. Especialmente si, como yo, este fin de semana y el típico marcador del sábado por la noche fue aplazado debido a las obligaciones relacionadas con vacaciones de familia. ¿Pero si esa es la única acción te queda? Bueno, eso es... triste.

¿El motivo de mi reciente extendida hambruna sexual? Yo culpo a Lali. Es su maldita culpa.
Al parecer, me ha vuelto la conciencia. No sé cuándo sucedió, no sé cómo pasó, pero no estoy feliz por eso.
Si pudiera, aplastaría ese hijo de puta de Pepito Grillo, como la cucaracha que es.
¿Ya sabes cómo algunas personas tienen radar-gay? Bueno, yo tengo radar-rechazadas. Es decir que puedo reconocer a una mujer que recientemente ha sido objeto de abandono a una milla de distancia. Son una presa fácil. Todo lo que tienes que decirles es que su ex es un idiota por dejarlas ir, y ellas estarán rogando que las cojas.

Lali entra ahora en la categoría de rechazadas antes mencionada. Debe ser algo seguro, ¿no?
Mal. Aquí es donde Pepe asoma su fea cabeza de insecto.
No me atrevo a hacer un movimiento. La idea me hace sentir como un maldito depredador. Es difícil saber si todavía está en carne viva. No parece estarlo, pero nunca se sabe. Podría simplemente estar poniendo buena cara. Y si ella esta — herida y vulnerable — así no la quiero. Cuando esto suceda entre Lali y yo, quiero que rasgue mi ropa, y las suyas para el caso, porque no puede esperar un segundo más para tenerme machacando contra ella. Quiero que gima mi nombre, aruñe mi espalda y grite a causa de la magnificencia de eso.


Maldita sea, ahí vamos de nuevo. Tengo una erección de sólo pensarlo.
Es un desastre. No puedo coger a Lali, y no quiero a nadie más. Es mi propia personal Tormenta Perfecta. Te dije que iba a recibir lo que merecía. ¿Eres feliz ahora?

Apago las luces en mi oficina y camino hacia Lali. Ella no me ve enseguida, así que cruzo mis brazos y me apoyo en el marco de la puerta, observándola. Su pelo está suelto, y está de pie, inclinada sobre su escritorio, mirando su equipo. Y cantando:

No more drinks with the guys
No more hitting on girls
I”d give it all up
And it”d be worth it in the end

If you were my lady
I would comprehend
How it feels to have something real
I would want to be a good man…


Tiene una gran voz. Y la manera en que está inclinada sobre su escritorio… simplemente quiero caminar detrás de ella y...Cristo. Olvídalo. Sólo me estoy torturando.

—Rihanna mejor cuida su espalda.— Ella levanta la mirada ante el sonido de mi voz, y su rostro se divide en una amplia sonrisa, avergonzada. Suelto—. No te detengas por mi cuenta. Estaba disfrutando del espectáculo.
—Muy gracioso. El espectáculo se ha acabó.

Sacudo mi dedo hacia ella. 

—Vamos. Te estoy echando. Son después de las once un viernes por la noche, y aún no has comido. Conozco un lugar. Yo invito. Hacen un gran pavo.

Lali apaga la pantalla y agarra su mochila. 

—Oohh, son mis favoritos.
—Sí, lo sé.

Tomamos una mesa en el área del bar y ordenamos. La mesera trae nuestras bebidas y Lali toma un sorbo del margarita que pedí para ella. 

—Mmm. Esto es justo lo que quería ahora.

Te dije que era bueno en lo de beber — ¿recuerdas? Hablamos cómodamente durante unos minutos y luego... mira esto.
Los ojos de Lali se abren como platos, y se sumerge bajo la mesa. Miro alrededor. ¿Qué diablos? Bajo mi cabeza y echo un vistazo a ella. 


—¿Qué haces?

Parece presa del pánico. 

—Benja está aquí. Arriba, en el desván sobre la pista de baile. Y no está solo. Empiezo a levantar la cabeza cuando grita.—¡No mires!

Jesucristo — esto es ridículo. Tanto para ser sobre el idiota.

—Es sólo...no puedo dejarlo verme así.

Ahora estoy confundido.

—¿De qué estás hablando? Te ves genial.— Siempre se ve genial.
—No, no con esta ropa. Él dijo que no lo era. Fue una de las razones por las que quería romper. Eso yo...él dijo que era demasiado... masculina.

Tienes que estar bromeando. Soy masculino. Hillary Clinton es masculina. Lali Esposito no tiene una célula de masculina en su cuerpo. Es toda una mujer, créeme.
Pero sabía por lo que iba el hijo de puta. Lali es inteligente, extrovertida, ambiciosa. Muchos hombres — como el idiota come mierda, por ejemplo — no pueden manejar a una mujer así. Así retuerces las cosas. Haciendo que esas cualidades parezcan poco atractivas. Algo de que avergonzarse.

Que le den. Agarro la mano de Lali y la arrastro de debajo de la mesa. Mira a su alrededor rápidamente mientras la llevo hacia la pista de baile.

—¿Qué haces?
—Dándote de vuelta tu dignidad.

Me estrello con varias personas en el camino, haciendo una leve ondulación, así estoy seguro que imbécil nos va a notar. 

—Cuando terminé, Benja Amadeo estará besando tus pies, culo y cualquier otra parte del cuerpo que tú le digas, para que regresen.

Ella intenta escapar de mi alcance. 

—No, Peter eso en verdad...

Me giro hacia ella y pongo mis brazos alrededor de su cintura. 

—Créame, Lali—. Su cuerpo está pegado al mío, su rostro tan cerca que veo las manchas verdes en sus ojos. ¿Por qué demonios estoy haciendo esto de nuevo?
—Soy un hombre. Sé cómo pensamos. Ningún hombre quiere ver a una chica que solía ser suya con otra persona. Sígueme la corriente.

Ella no contesta. Levanta sus brazos alrededor de mi cuello, uniéndonos—pecho a pecho, estómago con estómago, muslo con muslo.
Es la agonía. Agonía exquisita, deliciosa.
Con mente propia, mi pulgar dibuja círculos lentos en su zona lumbar. La música se arremolina alrededor de nosotros, y me siento aturdido— no por las bebidas, sino por la sensación de ella. Quiero ignorar la manera perfecta en que su cuerpo se adapta contra el mío. Trato de recordar mis nobles intenciones. Debería mirar para ver si imbécil nos está observando. Debería, pero no lo hago. También estoy atrapado en la forma en que me está mirando.

Tal vez me estoy haciendo ilusiones, pero juro que es deseo lo que veo nadar en esas bellezas oscuras. La quiero desnuda, sin inhibiciones. Me inclino y froto mi nariz contra la suya, probando las aguas.
No estoy haciendo esto por mí. Realmente. No estoy haciendo esto porque estar tan cerca de ella es lo más cercano al cielo que nunca llegaré.
Esto es para ella. Parte del plan. Para que gane a la basura que no la merece.

Presiono suavemente mis labios contra los suyos. Es tentativa al principio y luego se derrite en mi contra. Ahí es cuando empiezo a perder la cabeza. Ella abre la boca, y deslizo mi lengua lentamente. Después con más fuerza, con más firmeza, con más intensidad, como el descenso de una montaña rusa.
Me había olvidado lo bien que sabe. Más decadente que el chocolate más rico. Pecaminoso. Es diferente de las otras veces que nos hemos besado. Mejor. No hay ninguna ira detrás de esto, ninguna frustración o culpa o un punto que probar. Es sin prisas, lánguido y jodidamente sublime.

Nuestros labios se separan y la obligo a levantar la mirada, atrapando la devastada mirada de Amadeo antes de que desaparezca en la multitud. Giro hacia Ally y toco mi frente con la suya. Nuestros alientos se mezclan — la mía jadeando, ella respirando lentamente.

—Funcionó— digo.
—¿Qué?

Siento sus dedos jugando con el cabello en mi nuca. Y cuando habla, su voz es entrecortada. Necesitada. 

—¿Peter... podrías? ¿Peter... querrías...?
—Cualquier cosa, Lali. Pregúntame lo que quieras y lo haré.

Sus labios se separan y me mira fijamente un momento. 

—Podrías... ¿besarme de nuevo?

Gracias. A. Dios.
¿Y en cuanto a ti, Pepe? Vete al cuerno.



CONTINUARA...


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