martes, 14 de abril de 2015

Tangled #24




CAPITULO 24

Despues de que Delores se va, recojo mi maletín y me dirijo a la puerta. A mi encuentro con el skywriter. Todavía tengo que averiguar cómo conseguir que Lali vaya al techo. Hablando de Lali...
¿Quieres pasar por su oficina por el camino? ¿Ver cómo la buena Hermana y ella se llevan?

La puerta está abierta. Apoyo las manos en el marco y me inclinó. ¿Puedes verla a través de los globos? Sentada en su escritorio, con las manos dobladas en la parte de arriba, una sonrisa pegada a la cara mientras asiente obedientemente a lo que está diciendo la hermana Beatrice.

—Señoritas. ¿Cómo están pasando esta tarde?

Lali se vuelve hacia mí. Y su voz es tirante. 

—Peter. Ahí estás. Estaba pensando en ti.—por la forma en que sus manos de aprietan juntas, parece que estaba pensando en estrangularme—. Mientras la hermana Beatrice aquí me contaba la fascinante historia de las casas de cristal. Y cómo aquellos de nosotros que vivimos en ellas no debemos tirar piedras.

Ella sigue sonriendo. Pero sus ojos dicen otra cosa totalmente.
Es un poco espeluznante.
¿Viste en Masacre en Texas cuando el viejo sonríe justo antes de rajar la garganta de la chica? Sí, es algo como eso.
La Hermana Beatrice mira el techo


—Somos todos imperfectos a los ojos del Señor. Mariana, ¿puedo usar tu baño, querida? La naturaleza está llamando.
—Por supuesto, hermana. — Se levantan, y Lali abre la puerta del baño contiguo.

Y en cuanto la puerta se cierra, la sonriente Lali dice adiós. Y la rabiosa Lali toma su lugar. Ella marcha hacia mí.
Y los globos corren por sus vidas.

—Voy a preguntar esto una vez, y si me mientes, te juro que voy a dejar que Delores te envenene.
—De acuerdo.
—¿Es una verdadera monja? O ¿Alguna actriz que contrataste?

Me río. No pensé eso. 

—No, ella es real.

Lali no está complacida. 

—¡Dios, Peter! ¿Una monja? ¿Una maldita monja? Eso es bajo. Incluso para ti.
—Creo que ahora es técnicamente una madre superiora.

Me inclino más hacia Lali porque... bueno, simplemente porque puedo... y el olor de su loción me golpea. Duro. Resisto las ganas de poner mi nariz contra su piel y aspirar como un adicto a la cocaína.

—¿Hay algún nivel en el que no bajaras con tal de conseguir lo que quieres?

Nop. Lo siento. Ni uno. No me importa ponerme bajo y sucio.
En realidad, lo prefiero así.

—En tiempos desesperados...Tenia que llamar a las armas.
—¿Quieres ver las armas? Tan pronto como la Novicia Rebelde salga de mi oficina, ¡te voy a mostrar las armas! No puedo creer….

Dios, es hermosa. Es decir, mírala. Es como un volcán que va a estallar, ardiente, feroz e impresionante. Si no encuentra una manera de verse fea, voy a pasar un montón de tiempo haciéndola enojar.
Lo cuál no sería tan malo al final. Sexo enojado es impresionante.
Corto la diatriba de Lali. 


—Tan excitante como ha sido esta conversación, y créeme lo es, tengo que llegar a una reunión.

Antes de irme, señalo hacia su cuello desnudo. 

—Oye, ¿por qué no usas tu collar?

Cruza los brazos y sonríe con orgullo. 

—Lo doné a la Hermana Beatrice. Para los menos afortunados.

Jugo ese bien, ¿verdad?
Yo también puedo jugar.

—Es muy generoso. Por supuesto, tendré que sustituirlo por ti. Con algo más grande. Debes esperar otra entrega mañana.

Su sonrisa cae. Y golpea un rebelde balón fuera del camino.
Entonces cierra la puerta en mi cara.
Espero dos segundos antes de llamarla a través de ella. 


—Está bien. Nos vemos más tarde, Lali. Buena charla.

Desde adentro, oigo la voz de la hermana Beatrice: 

—¿Peter ya se fue? Es un chico tan dulce. Y dedicado también, cuando pone su corazón en una tarea. Déjame contarte de la vez que deshierbo el jardín del convento. Es una larga historia, pero tenemos toda la tarde. Había una pelea en el comedor, ya ves...

...

El tráfico era una perra y media. En ambas direcciones. Pero hice los detalles con el skywriter. Él se estaba preparando cuando me fui. Ahora tengo tiempo suficiente para llegar a la oficina de Lali y llevarla a la azotea. Si no viene voluntariamente, simplemente voy a recogerla y llevarla. Aunque me sentiría mucho mejor la idea si tuviese una copa.
Lali es definitivamente una pateadora.
Corro través del vestíbulo y pulso el botón del ascensor. Pero lo que veo cuando las puertas se abren me deja frío.

Es La Perra, con Rufi a su lado. Y en las perfectas manos de mi sobrina hay cuerdas. Una docena de ellas. Cuerdas que están atadas a globos. Los globos de Lali.

—Jódeme.
—Bueno, esa es una buena manera de saludar a tu cariñosa hermana y su hija.

¿Dije eso en voz alta? No importa.
Mierda mierda mierda mierda.
Esto es malo, muy malo. Como un tornado de nivel 5, excepto que mi hermana es capaz de dejar más daño.

—¡Hola, tío Peter!
Sonrío. 

—Hola, cariño. — Entonces frunzo el ceño—. ¿Qué diablos hiciste, Euge?

Sus ojos se ensanchan inocentemente. Como si estuviera sorprendida

—¿Yo? He venido a almorzar con mi marido. ¿Es un crimen?

Cuando estaba en la secundaria, un chico llamado Chris Whittle me golpeó cuando estaba saliendo de trigonometría. Yo había ligado con su novia. Tenía unas manos talentosas.
De todos modos, al día siguiente, Euge le hizo una pequeña visita a Chris— y le hizo mear encima.
Literalmente.
Veras, según el código de La Perra, ella se puede aprovechar de mi todo lo que quiera, pero nadie más lo tiene permitido. ¿Ves ahora lo qué me preocupa?

—Fuiste a ver a Lali, ¿no?

Rufi responde por ella. 

—¡Lo hicimos, tío Peter! Es muy buena. Lali me dio estos globos y una calculadora ¿Ves?— La sostiene sobre su cabeza como si fuera la Copa Stanley, y yo no puedo sino sonreír.
—Es fantástico, Rufi.

Entonces fulmino con la mirada a Euge otra vez.
Ella no está preocupada. 


—Dijiste que querías que Rufi conociera a Lali.

Si pones dos hámsters embarazadas en la misma jaula, ¿sabes lo que harían? Se comerían unas a otras. Las hormonas femeninas son básicamente ojivas. No hay una sola manera de saber cuándo van a irse al carajo.

—Sí, yo quería que Rufi conociera a Lali. No quería que tú conocieras a Lali hasta que yo terminara de suavizar toda esta mierda.

Rufi saca a mi amigo El Tarro De Las Malas Palabras de su mochila y lo levanta. Meto dos dólares.
Ella acerca su cara a la boca del tarro y me mira con el ceño fruncido. 


—Um...¿Tío Peter? las malas palabras ya no cuestan un dólar. Cuestan diez.
—¿Diez? ¿Desde cuándo?

Está emocionada. 

—Fue idea de Lali. Dice el maconomy es malo.

¿Qué demonios es el maconomy?

—Ella lo llamo en... en...
—Inflación. —termina Euge con una sonrisa.
—Sí, eso.

Inflación.
Genial.
Gracias,Laliy.
Levanto mis cejas hacia Rufi. 


—¿Aceptas American Express?— Ella se ríe. Pago mi multa en efectivo—. ¿Por qué no sumas el resto con tu calculadora, cariño?

Lo va a necesitar. Tengo la sensación de que esta pequeña discusión va a ponerme en los tres dígitos.

—¿Qué le dijiste a Lali?— Pregunto a Euge.

Ella se encoge de hombros. 

—Hablamos, de una mujer a otra. Apelé a su olfato para los negocios. Me fue bien. Realmente no necesitas saber todos los detalles.
—¿Por qué no me dejas decidir lo que necesito saber? Teniendo en cuenta que no deberías haber jodidamente hablado con ella en lo absoluto.

Tap-tap-tap va la calculadora.

—¡Qué ingrato! Sólo intentaba ayudar.

El Dr. Kevorkian sólo trataba de ayudar a sus pacientes también. Y todos sabemos cómo resultó.

—No necesito tu ayuda. Tengo un plan.

Las manos de Euge van a sus caderas. 

—Claro. ¿Tu plan maestro qué conlleva exactamente? ¿Molestar a Lali hasta que acceda a salir contigo? ¿Vas también a ponerle sobrenombres en el patio? ¿Tirar de sus trenzas? Tengo que admitir, la Hermana Beatrice fue un toque interesante. No puedo creer que Lali no este cayendo de rodillas, rogando que vuelvan después de eso. Muy romántico, Peter.

Aprieto la mandíbula. 

—Esta. Funcionando.

Ella levanta una ceja. 

—Eso no es lo que Lali dijo.

Y ahí está. Echa un vistazo.
La Perra en todo su esplendor.
Y pensaron que yo estaba exagerando.

—¿Te dijo algo? ¿Acerca de mí? ¿Qué dijo?

Agita una mano en el aire. 

—Oh, esto y aquello.

¿Sabes cómo algunos niños provocan a sus perros mostrando un hueso y luego tirándolo lejos antes de que lo puedan morder? Mi hermana era uno de esos niños.

—Maldita sea, Eu.Tap-tap-tap.
—Me gusta, por cierto — dice—. Ella realmente no toma ninguna mierda ¿verdad?
Tap-tap-tap.
—¿Cómo sabes que no toma ninguna mierda?
Tap-tap-tap.
—¿Le diste mierda, Eu?
Tap-tap-tap.
—¿Qué mierda le diste, Eugenia?
Tap-tap-tap.

Ella se ríe

—Dios mío, podrías relajarte. No te he visto así de tenso...bueno, nunca. Ahora que no estás triste y patético, es un poco divertido.

Mi estatus con Lali en este momento es como un castillo de naipes. Me las he arreglado para construir unos pisos, pero un pequeño temblor y toda la jodida cosa se desmorona.

—Si jodiste esto por mí, voy a …
Tap-tap-tap.
—Sabes que el estrés provoca canas prematuras. Si sigues así, vas a parecerte a papi antes de que cumplas treinta.
—Me alegra que encuentres esto tan divertido. No. Estamos hablando sobre mi condenada vida aquí.

Eso la pone seria. Su cabeza se inclina hacia el lado. Evaluándome. Y entonces su voz no es burlona.
Es tierna y sincera.

—Estoy orgullosa de ti, sabes. Esto está sobresaliendo. Estas viendo a través de esto. Estas... creciendo. —sonríe suavemente—. Nunca pensé que vería el día— Y entonces me abraza. —Va a estar bien, Peter. Lo prometo.

Cuando tenía ocho años, mi abuelo tuvo un ataque al corazón. Después de que mis padres se fueron al hospital, Euge me prometió que todo estaría bien.
No fue así.

—¿Lali te dijo eso?

Sacude la cabeza. 

—No en tantas palabras.
—¿Entonces cómo lo sabes?

Se encoge de hombros otra vez. 

—Es el estrógeno. Esto nos da el ESP. Si tuvieras una vagina, lo sabrías también.

Rufi levanta la mano con orgullo. 

—Tengo una vagina.
Sonrió. —Sí, cariño tienes una. Y algún día, te ayudara a gobernar el mundo.
—Johnny Fitzgerald tiene un pene. Dijo que su pene es mejor que mi vagina.
—Johnny Fitzgerald es un idiota. Las vaginas vencen a los penes todo el tiempo. Son como su kriptonita. Los penes están indefensos contra ellas.

Mi hermana pone fin a la discusión

—Esta bien. Ya basta de esta encantadora conversación. Aunque estoy segura de que la maestra de preescolar de Rufi disfrutara de escuchar toda la historia. Justo antes de que llame a protección de servicios infantil sobre mí.

Levanto mis manos. 

—Estoy tratando de decirle como es. Mientras más pronto se dé cuenta del poder que tiene, mejor va a ser. — Reviso mi reloj; Tengo que subir. Miro a Rufi—¿Cuál es el daño, cariño?
—80 Dólares.

Ay.
Necesito empezar a cobrarles más a mis clientes. O arreglar algún tipo de plan de pago.
Cuando los billetes caen en el tarro, Alexandra toma su mano. 


—Ven Rufi, vamos a la tienda de American Girl a gastar un poco de dinero del tío Peter.
—De acuerdo.

Caminan a través de la recepción pero se detienen en las puertas dobles. Rufi susurra algo a Euge y le entrega sus globos.
Luego se dirige a mí.
La recojo y la sostengo firmemente mientras sus bracitos llegan alrededor de mis hombros y aprietan.

—Te amo, tío Peter.

¿Nunca has bebido Brandy? Generalmente soy más un hombre del whisky. Pero una buena copa de brandy te calienta, desde el interior. Y así estoy yo — ahora.

—Te amo, Rufina.

Ella se aleja. 

—¿Adivina qué?
—¿Qué?
—Lali me pregunto qué quiero ser cuando crezca.

Asiento con la cabeza. 

—¿Y le dijiste qué quieres ser una princesa?

Su frente se arruga adorablemente, y sacude la cabeza. 

—Yo no quiero ser una princesa.
—Bueno, eso es un alivio. ¿Qué quieres ser?

Ella sonríe. 

—Una banquera.
—Fantástica elección. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

Sus dedos juegan con el cuello de mi camisa cuando dice

—Bueno, Lali es un banquera de inversión y tú dijiste que estarías orgulloso de mí si soy justo como ella. Así que eso es lo que quiero ser.

Después de que sus palabras se hunden, le pregunto serio. 

—Rufina. ¿Le contaste a Lali que yo te dije que quería que llegaras a ser como ella?

¿Ves esa sonrisa? Esa no es la sonrisa de un niño de cuatro años. Esa, señoras y señores, es la sonrisa de un genio.

—Sí.

Cierro los ojos. Y me echo a reír. No puedo creer que no se me ocurrió esto. Rufi es el arma perfecta. Mi propio bebé Borg. La resistencia es fútil.

—Cariño—, digo —le hiciste a tío Peter un gran favor. Cualquier cosa que quieres para Navidad, nómbralo y es tuyo. Lo que sea.

Sus ojos se ensanchan ante las posibilidades. Observa a mi hermana y luego susurra con complicidad

—¿Puedes darme un poni?

Ay, chico.
Lo pienso exactamente un segundo.

—Absolutamente.

Ella me aprieta con más fuerza y chilla.

—Solo... no le digas a mami hasta después de que lo entreguen, ¿está bien?

Tendré que entrar en el programa de protección de testigos después de ésta.
Rufi besa mi mejilla, y la dejo sobre sus pies. Vuelve a Euge y las saludo con la mano mientras salen por la puerta.




CONTINUARA...

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