viernes, 3 de abril de 2015

Tangled #3




CAPITULO 3

Soy todo sobre la autodeterminación. La voluntad. El control. Yo determino mi camino en la vida. Decido mis fracasos y éxitos. Que se joda el destino. El destino puede besarme el culo. Si quiero algo lo suficiente, puedo tenerlo. Si me concentro, sacrifico, no hay nada que yo no pueda hacer.
¿Cuál es el objetivo de mi postura, te preguntas? ¿Por qué hablo como un destacado orador en una convención de auto ayuda? ¿Qué exactamente estoy intentando decir?
En pocas palabras: Yo controlo mi polla. Mi polla no me controla. Al menos, eso es lo que me he estado diciendo durante hora y media.

¿Me ves ahí, en mi escritorio, balbuceando como un maldito esquizofrénico sin sus medicinas?
Soy yo recordándome los principios, las sagradas creencias que han me llevado tan lejos en la vida. Los que me han hecho un éxito indiscutible en el dormitorio y en la oficina. Los que nunca me han fallado. Los que me muero por tirar por la ventana. Todo por culpa de la mujer en la oficina al final del pasillo.
Mariana todos me llaman Lali Esposito.
Hablando de un lanzamiento de directo.
De la manera en que lo veo, todavía podría ir por el oro. Técnicamente hablando, no conocí a Lali en el trabajo; La conocí en un bar. Eso significa que ella podría renunciar a la etiqueta de “compañero” y conservar el estatus de “ligue casual” con el cual fue originalmente señalada.

¿Qué? Soy un hombre de negocios; es mi trabajo encontrar lagunas.
Así que, al menos en teoría, definitivamente podría tirármela y no socavar mis propias leyes personales de la naturaleza. El problema con esta estrategia, por supuesto, es lo que pasa después.
Las miradas de anhelo, los ojos esperanzados, los patéticos intentos para darme celos. Las reuniones supuestamente “accidentales”, las preguntas acerca de mis planes, los paseos aparentemente casuales más allá de la puerta de mi oficina. Todo lo cual inevitablemente se multiplicaría en un comportamiento semi- acosador e inquietante.
Algunas mujeres pueden manejar una aventura de una noche. Otras no pueden. Y yo definitivamente he estado en el lado equivocado de aquellas que no pueden.
No es bonito.

Entonces, como ves, no importa cuánto quiera, no importa cuán duro la cabecita este tratando de llevarme por ese camino, esa no es la clase de cosa que quiero traer a mi lugar de trabajo. Mi santuario, mi segundo hogar.
No va a suceder. Punto.
Eso es todo. Fin de la discusión.
Caso cerrado.

Lali Esposito está oficialmente tachada de la lista de posibilidades. Está prohibida, es intocable, un ni hablar-nunca. Justo al lado de las ex novias de mis amigos, amigas de mi hermana y la hija del jefe.
Bueno, esta última categoría es un poco un área gris. Cuando tenía 18 años, la amiga de Euge, Mery Del Cerro, pasó el verano en nuestra casa. Dios la bendiga — esa chica tenía una boca como una aspiradora Hoover. Por suerte para mí, La Perra nunca se enteró de las visitas de su amiga a las dos de la mañana a mi habitación. Habría sido un infierno por pagar — estoy hablando de fuego y azufre-de-proporciones-apocalípticas del infierno— si ella se enteraba.
De todos modos, ¿dónde estaba?
Oh, cierto. Estaba explicando que he llegado a la decisión inequívoca de que el culo de Lali Esposito es uno que, tristemente, nunca voy a aprovechar. Y estoy bien con eso. Realmente.

Y casi me lo creo.
Hasta que aparece en mi puerta.
Cristo.
Lleva gafas. El tipo de montura oscura. La versión femenina de Clark Kent. Darían un aspecto friki y poco atractivo en la mayoría de las mujeres. Pero en ella no. En el puente de su pequeña nariz, enmarcando la belleza de esas largas pestañas, con el pelo agarrado en ese bollo ligeramente flojo, son nada menos que el completo look sexy.

Mientras ella empieza a hablar, mi mente está de repente repleta con cada fantasía caliente que he tenido de mis profesoras. Se están reproduciendo en mi mente junto a la de la bibliotecaria aparentemente reprimida sexualmente que es una ninfómana usando cuero y esposas.
Mientras todo esto está pasando en mi cabeza, ella todavía está hablando.
¿Qué diablos está diciendo?
Cierro los ojos para evitar mirar fijamente sus labios brillantes. Así en realidad puedo procesar las palabras que están saliendo de su boca 


—... Tu padre me dijo que podrías ayudarme con eso.— Ella se detiene y me mira con expectación.
—Lo siento, estaba distraído. ¿Quieres sentarte y repetirme eso? —Pregunto, mi voz sin traicionar la calentura dentro de mí.

Una vez más, para las señoras allí fuera — este es un hecho para ti: Los hombres prácticamente tienen sexo en el cerebro veinticuatro-siete. La cifra exacta es como cada 5,2 segundos o algo así por el estilo.
El punto es, cuando tu preguntas, “¿Qué quieres cenar?” Nosotros estamos pensando en follarte en la cocina. Cuando nos estás contando sobre la cursi película que viste con tus amigas la semana pasada, nosotros estamos pensando en el porno que vimos en el cable anoche. Cuando nos muestras los zapatos de diseño que compraste, estamos pensando qué bien lucirían sobre nuestros hombros.
Sólo pensé que te gustaría saberlo. No maten al mensajero.
Es una maldición, de verdad.

Personalmente, yo culpo a Adam. Ahora había un tipo que tenía el mundo por las bolas. Caminando desnudo, una chica caliente para satisfacer todos sus caprichos. Por supuesto, espero que la manzana fuera deliciosa, porque él realmente jodido esto para el resto de nosotros. Ahora tenemos que trabajar por ello. O, en mi caso, tratar desesperadamente de no desearlo. Ella se sienta en la silla frente a mi escritorio y cruza las piernas.
No mires las piernas. No mires las piernas.
Demasiado tarde.
Están entonadas, bronceadas y con un aspecto suave como la seda. Lamo mis labios y obligo a mis ojos a encontrarse con los de ella.

—Entonces,—comienza otra vez—. He estado trabajando en un portafolio para una empresa de programación, Génesis. ¿Has oído hablar de ellos?
—Vagamente—, contesté, mirando los papeles en mi escritorio para frenar el flujo de imágenes indecentes que el sonido de su voz suscita en mi desviada mente.

Soy un chico muy malo. ¿Crees que Lali me castigará si le digo lo malo que soy?
Lo sé. Lo sé. No puedo evitarlo.

—Publicaron tres millones EBIT el último trimestre, — dice ella.
—¿En serio?
—Sí. Sé que no es la mejor de mundo, pero demuestra que tienen una base sólida. Son todavía pequeños, pero eso es parte de lo que les ha hecho bien. Sus programadores son jóvenes y hambrientos. Se rumorea, tienen ideas que harán que la Wii se parezca más a un Atari. Y tienen el cerebro para hacer que suceda. Lo que no tienen es el capital.

Ella se levanta y se inclina sobre mi escritorio para pasarme una carpeta. Soy asaltado con un olor dulce pero floral. Es delicioso, atractivo—no como la abuela cuyo perfume prácticamente te ahoga a la muerte cuando camina a tu lado en la oficina de correos.
Tengo ganas de hundir mi cara en su pelo e inhalar profundamente.
Pero resisto y abro la carpeta en su lugar.

—Le mostré lo que tengo al Sr. Lanzani...eh, tu padre y él me dijo que corriera por ti. Pensó que uno de tus clientes…
—Alphacom. — Asiento con la cabeza.
—Cierto. Él pensó que AlphaCom estaría interesado.

Observe el trabajo que ella había realizado hasta ahora. Está bien. Detallado e informativo pero enfocado. Lentamente, mi cerebro — el que está por encima de mis hombros, de todos modos — empieza a cambiar los engranajes. Si hay un tema que tiene alguna esperanza de descarrilarme de mis pensamientos sobre el sexo, es el trabajo. Un buen negocio. Definitivamente puedo oler potencial aquí.
No huele tan delicioso como Lali Esposito pero está cerca.

—Esto es bueno, Lali. Muy bueno. Definitivamente podría vender esto a Seanson. Él es el CEO de Alphacom.
Sus ojos se estrecharon un poco. 

—Pero, seguiré a bordo, ¿cierto?
Sonrío, —Claro. ¿Parezco el tipo que necesita robar las propuestas de los demás?

Ella rueda sus ojos y sonríe. Esta vez, no puedo apartar la mirada.

—No, claro que no, Sr. Lanzani. No quise decir... es que... ya sabe... es mi primer día.

Hago un movimiento para que ella vuelva a sentarse, y lo hace. 

—Bueno, yo diría por lo que parece esto, estás teniendo un primer día del carajo. Y, por favor, es Peter.

Asiente con la cabeza. Me inclino en mi silla evaluándola. Mis ojos vagan sobre ella de pies a cabeza de una manera completamente poco profesional. Lo sé. Pero sigue sin importarme una mierda.

—Así que... celebrando un nuevo trabajo, ¿eh?— Pregunto, refiriéndome a su comentario en REM el sábado.

Ella muerde su labio, y mis pantalones se aprietan mientras me excito y endurezco— otra vez. Si esto sigue así, voy a tener un gran caso de bolas azules cuando llegue a casa.

—Sí. Nuevo trabajo.— Ella se encoge de hombros —supuse quien eras cuando me dijiste tu nombre y el nombre de tu empresa.
—¿Has oído de mí?— Pregunto, realmente curioso.
—Seguro. No creo que muchos en este campo que no hayan leído sobre Lanzani, Sierra y Riera los chicos dorados en Business Weekly... o Page Six de hecho.

Sus últimas palabras se refieren a las columnas de chismes, en cuyas páginas yo frecuentemente aparezco.

—Si la única razón por que me rechazaste es porque trabajo aquí—, dije, —puedo tener mi renuncia en el escritorio de mi padre dentro de una hora.

Ella se ríe y luego, cuando un débil rubor colorea sus mejillas, responde, 

—No, esa no fue la única razón.— Levanta su mano para recordarme el anillo de compromiso casi invisible. —Pero ¿no te alegras ahora de que te rechacé? Es decir, habría sido bastante incómodo si hubiese pasado algo entre nosotros. ¿No crees?
Mi cara es completamente seria cuando le digo, —Habría valido la pena.
Ella levanta sus cejas en duda. —¿Incluso ahora que estoy trabajando por debajo de ti?
Ahora, vamos— ella entró directo a eso, y lo sabe. ¿Trabajando debajo de mí? ¿Cómo diablos voy a ignorar eso?
Ante esto simplemente levanto una ceja, y ella sacude su cabeza y se ríe otra Con una sonrisa salvaje, le pregunto, —No te hago sentir incómoda, ¿no?
—No. Para nada. Pero ¿tratas a todos tus empleados así? Porque tengo que decirte, dejas un amplio espacio para una demanda.

No puedo evitar la sonrisa que viene a mis labios. Es una gran sorpresa. Aguda. Rápida. Tengo que pensar antes de hablar con ella. Me gusta.
Me gusta ella.

—No, yo no trato a todas mis empleadas de esta manera. Nunca. Solo una, de quien no he podido dejar de pensar desde el sábado por la noche.

Está bien, tal vez yo no estaba pensando en ella cuando las gemelas estaban conmigo. Pero al menos es parcialmente cierto.

—Eres incorregible—, contesta de una manera que me dice que cree que soy tierno.
Soy un montón de cosas, nena. Tierno no es una de ellas.
—Veo algo que quiero y lo persigo. Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero.

Nunca escucharán una declaración más acertada de mí que esa. Pero pongamos las cosas en suspenso por un minuto, ¿Ok? Así puedo darles la imagen completa.
Mi madre, Anne, siempre quiso una gran familia — cinco, quizá seis niños. Pero Euge es seis años mayor que yo. Seis años no pueden parecer mucho para ti, pero para mi madre eran toda una vida. La historia va así, después de Euge, mi madre no podía quedar embarazada otra vez —y no fue por falta de intentos. “Infertilidad secundaria”, lo llaman. Cuando mi hermana tenía cuatro, mi madre había perdido prácticamente toda la esperanza de tener un niño más.
¿Y entonces qué? Yo aparecí.

Sorpresa.

Era su bebé milagro. Su precioso ángel de Dios. Su deseo concedido. Su oración contestada. Y no era la única que lo pensaba. Mi padre estaba emocionado y muy agradecido de tener otro niño, — y un hijo sobre todo. Y Euge—que estaba en sus años pre-perra — estaba extasiada de finalmente tener un hermanito.

Yo era lo que mi familia había deseado y esperado por cinco años. Era el pequeño príncipe. No podía hacer nada mal. No había nada que yo quisiera que no pudiera tener. Era el más guapo, el más brillante. No había nadie más amable, más dulce que yo. Fui amado más allá de las palabras —atendido y cuidado.
Entonces, ¿si crees que soy arrogante? ¿Egoísta? ¿Malcriado? Tienes razón. Pero no me lo echen en cara. No es mi culpa. Yo soy un producto de cómo me criaron.
Ahora que eso está fuera del camino, volvamos a mi oficina. La siguiente parte es grande.

—Y creo que sabes, que te deseo, Lali.

¿Ves el rubor en sus mejillas, la pequeña sorpresa en su cara? ¿Ves cómo su rostro se vuelve serio, y sus ojos se encuentran con los míos y luego baja la mirada hasta el piso?
La estoy atrapando. Ella también me desea. Está luchando. Pero está ahí. Yo podría tenerla. Podría llevarla justo a donde ella se muere por ir.
El conocimiento me hace tragar un gemido mientras el tipo de abajo reacciona con una venganza. Quiero caminar hacia ella y besarla hasta que no pueda más. Quiero deslizar mi lengua entre esos provocadores labios hasta que sus rodillas cedan debajo de ella. Quiero recogerla, envolver sus piernas alrededor de mi cintura, apoyarla contra la pared y...

—Oye, Peter. Hay un atasco de tráfico en el Fifty-Third. Si quieres llegar a las cuatro, deberías irte.

Gracias, Cande. Forma de matar el momento. Impresionante secretaria —horrible tiempo.
Lali se levanta de su silla, sus hombros rígidos, la espalda recta. Está a pulgadas de la puerta y se niega a mirarme a los ojos. 


—Así que, gracias por su tiempo, Sr. Lanzani. Ah... me avisa cuando me quiera.

Levanto mis cejas sugerentemente ante sus palabras. Me encanta que esté nerviosa — y que sea yo quien la deje así.
Ella sigue evitando el contacto visual, hace una mueca ligeramente. —Sobre Alphacom y Génesis. Hazme saber lo que debería hacer... Qué quieres que haga... qué... oh, sabes lo que quiero decir.
Antes de que esté fuera de la puerta, mi voz la detiene. 


—¿Lali?

Se gira hacia mí, sus ojos interrogándome.
Me señalo a mí mismo. 


—Es Peter.

Ella sonríe. Se recupera. Su confianza natural encuentra su camino de vuelta a sus ojos.
Entonces su mirada se reúne completamente con la mía. 


—Cierto. Nos vemos más tarde, Peter.

Una vez que está afuera de la puerta, me digo sólo a mí mismo, —Oh, sí. Sí, lo harás.
Mientras reviso mi maletín para ir a mi reunión, notó que esta atracción — no, esa no es una palabra bastante fuerte — esta necesidad que tengo de Lali Esposito no va a desaparecer. Puedo intentar y luchar contra ella, pero soy sólo un hombre, por Dios. Dejándolo de lado, mi deseo por ella podría convertir mi oficina, el lugar que amo, en una cámara de tortura de frustración sexual.
No puedo permitirlo.
Entonces, tengo tres opciones: Puedo renunciar. Podría conseguir que Lali renuncie. O puedo tentarla a compartir una noche profundamente apasionada conmigo. Que ambos lo saquemos de nuestro sistema — las consecuencias serían monumentales.
¿Adivina cual voy a escoger?



CONTINUARA...


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