lunes, 6 de abril de 2015

Tangled #8




CAPITULO 8

Al día siguiente, Lali no entra en la oficina hasta las once. No necesito decirte que este es un comportamiento inusual en ella.
Me está evitando. Lo sé porque yo he hecho lo mismo en más de una ocasión. Discretamente colándome en el club cuando al otro lado resulta que reconozco vagamente uno de mis anteriores ligues. ¿Pero ser en realidad quien está en el extremo receptor de esto? Es un asco.
No tengo el privilegio de hablar con ella hasta las dos, cuando se acerca caminando a mi oficina — luciendo absolutamente despampanante. Su pelo está recogido en lo que Euge llamaría un toque francés. Lleva un vestido negro que sobresale ligeramente en la rodilla, a juego con unos tacones altos y una chaqueta negra.
Deposita una pequeña pila de posters en mi escritorio, sus cuadros y gráficos encogidos hasta el tamaño de un portátil como habíamos acordado. 


—De acuerdo. Tienes razón. Deberías hablar con Anderson. Yo te secundare.

Habla como si no nada hubiese pasado. Como si no hubiese estado temblando en mis brazos y con sus manos me dejó en llamas en esta oficina hace tan sólo unas horas. Es todo negocio. Totalmente intacta. Y eso me cabrea.
Gravemente.
Indiferencia no es una reacción a la que estoy acostumbrado con las mujeres. Francamente, es un poco difícil de aceptar.
Siento que mi mandíbula se aprieta mientras digo, 


—Bien. Ese es el mejor camino a seguir.

Ahora, si no lo has adivinado, yo no soy el tipo cariñoso-sentimental. No soy dado a hablar sobre mis sentimientos hasta la muerte como algún fenómeno meditando de la nueva era. Pero estaba esperando algo de ella. Algún reconocimiento de lo que paso anoche - de la atracción que todavía existe entre nosotros dos. Pensé que ella seria quien lo traería a colación.
Es una mujer, después de todo.
Cuando todo lo que consigo es silencio no puedo evitar empujar


—Lali, sobre lo que paso anoche…

Ella me interrumpe

—Anoche fue un error. No volverá a suceder de nuevo.

¿Sabes algo sobre psicología infantil? ¿No? Bueno aquí va una lección para ti. Si le dices a un niño que no puede hacer algo, ¿Adivina cuál es la primera cosa que va a intentar y va a hacer en el minuto que tú no estés mirando? Exactamente.
Los hombres son de la misma manera. Eso va a pasar de nuevo. Pero ella no lo necesita saber por el momento.

—Está bien.
—Bueno.
—Genial.

Ella susurra

—.Bien.

Bien es una palabra chistosa, ¿no lo crees? No creo que exista otra palabra en el lenguaje que exprese tanto mientras en realidad está diciendo tan poco. Cuantas esposas le han dicho a sus maridos “Estoy bien” cuando en realidad quieren decir “Quiero cortar tus bolas con el cuchillo de la mantequilla” Cuantos hombres le han dicho a sus novias “Te ves bien” cuando en realidad quieren decir “Deberías volver al gimnasio y hacer ejerció—mucho”. Es la forma más universal de decir que estamos estupendamente—cuando en realidad estamos todo lo contrario.

—Bien— repito, bajando la mirada a los papeles sobre mi escritorio.

Y entonces se va, y yo gasto los siguientes diez minutos observando donde estuvo ella, reproduciendo la noche pasada una y otra vez en mi mente.
Oye, ¿sabes que otra palabra puede significar lo contrario de lo que se supone es?
Jodido.
Qué es justamente como estaré si no consigo sacar mi cabeza de mi culo y estar de vuelta en el juego antes de las siete de la tarde.

...

Nuestra cena de trabajo va por buen camino. A pesar de que yo he hecho gran parte de la conversación, es Lali quien ha encantado completamente a Saul Anderson. Si no estuviera de tan mal humor, admitirá que ella está llevando la reunión como toda una profesional. Pero lo estoy, así que no le voy a decir a nadie más aparte de ti esto.

Ella se echa a reír sobre una historia que Anderson acaba de contar antes de que él se excuse para ir al lavado. Tomo un sorbo de mi vino deseando que fuera whiskey.
Lali se gira hacia mí, emoción de principiante bailando en sus ojos. 


—Entonces va muy bien, ¿no? Quiero decir, él definitivamente creo que está interesado, ¿no?

Me encojo de hombros. 

—Depende de lo estás intentando venderle.
—¿De qué estás hablando? Nos estoy vendiendo a nosotros, a nuestra propuesta, nuestra firma de inversión.
Soy un idiota — Sí, lo sé.
—¿De verdad? Porque parece que le estás ofreciendo algo totalmente distinto.
—¿Qué intentas decir?
—Vamos, Lali. Fuiste a Wharton. Creo que puedes determinar exactamente lo que estoy diciendo.
—Yo he sido totalmente profesional...
—Serías más sutil si desgarraras tu blusa y empujaras tus tetas en su cara.

Bien, eso estuvo fuera de lugar. Y en realidad considero disculparme.
Pero antes de pueda formar las palabras, un helado líquido se filtra a través de mis pantalones y en mi entrepierna. Proveniente del vaso de agua que Lali acaba de verter en mí regazo.

—¿Estás loca?— Susurro con aspereza, tratando de no hacer una escena como saltar y limpiar la mancha con una servilleta.
—¿Todo está bien aquí?

Es Anderson. Está de vuelta y mira de Lali a mí. Me encojo de hombros torpemente mientras Lali sonríe y le dice: 

—Todo está bien.

Ahí está la palabra otra vez. ¿Ves lo que quiero decir?

—Peter justo tuvo un pequeño percance con su vaso de agua. Usted conoce a los chicos, no puede llevarlos a ninguna parte.

Anderson se ríe y se sienta otra vez, mientras yo sopeso mis posibilidades por una exoneración. La que necesitare después de que estrangule a Lali Esposito.

...

Una hora más tarde, estamos esperando el café y el postre. Lali ha dejado la mesa. Pienso que su vejiga debe haber estado a segundos de romperse ya que en realidad me ha dejado a solas con Anderson.
Él me observa por un momento y luego dice, 


—Me gusta lo que he visto aquí esta noche, Peter. Impresionante.
—Gracias, Saul.

En los negocios, siempre utilicen el primer nombre. No es una falta de respeto. Demuestra que eres un igual — en la misma liga. Es muy importante.

—Y basado en lo que me han mostrado, estoy listo para dar a Lanzani, Reinhart y Fisher mi negocio.

¡Sí! Saca el champagne, bebé.

—Me alegra oír eso. Creo que este acuerdo va a ser muy rentable para ambos, es decir, todos nosotros— No hay que olvidar a Lali, ¿cierto? Como si ella me lo permitiera—. Puedes depositar tu completa confianza en Lali y en mí. Nosotros no vamos a fallar.

Él toquetea con sus dedos el vidrio de cristal. 

—Cierto. Acerca de eso. Antes de firmar, tengo sólo una contingencia.

Este tipo de cosas sucede todo el tiempo. No es gran cosa.

—Adelante, Saul. Estoy seguro de que podemos proporcionarte todo lo que necesites.
—Me alegra oír eso. Entonces, ¿por qué no le dices a tu querida chica, Lali, que lleve los contratos a mi sitio esta noche, alrededor de la medianoche.— Él me entrega una tarjeta de visita, y yo me siento como si hubiese una piedra en mi estómago.
¿Tú también puedes sentirlo?

—Aquí es donde me hospedo. Dile que lleve los papeles... sola.

¿Conoces en la televisión cuando hay uno de esos incómodos e impactantes momentos y todo lo que escuchas son los grillos en el fondo?
Bueno trinar-jodido-trinar. Este es uno de esos momentos.

—No estoy seguro de...
—Oh, claro que sí, Peter. Sabes cómo es. Cuando un hombre está trabajando hasta tarde y necesita un poco... de comodidad. Una distracción.

¿Qué hay de mi pie en tu culo, Saul? ¿Cómo sería de distracción?

—Y esa chica tuya es una pieza de primera. Mi negocio traerá a su firma millones en ingresos. Y eso no incluye los clientes adicionales que obtendrán una vez se corra la voz de que yo estoy con ustedes. Yo diría que unas pocas horas extras es un pequeño precio a pagar, ¿no?

Él tiene sentido — de una manera enferma, pervertida, y de agresor sexual. Pero, ¿crees que importa? Diablos no. Me levanto. Tengo miedo de lo que haré si tengo que mirar su sonrisa engreída de mierda otro minuto.
Arrojo una docena de facturas sobre la mesa y le digo: 


—. Ese no es el tipo de negocio en el que estamos interesados. Si ese es el tipo de acuerdo que estás buscando, la calle 42 está a unas diez cuadras de aquí. No soy un chulo, y Mariana Esposito ciertamente no es una puta. Esta reunión ha terminado.

¿No estás orgullosa de mí? Yo lo estoy. A pesar de que lo que yo acabo de decir no es nada satisfactorio, es profesional — digno. Me contuve. Ni siquiera lo llamé el culo bastardo y pedazo de humeante mierda de perro que creo él es. Me voy.
Camino hacia la zona de bar en la sala contigua, y estoy echando humo. ¿Puedes ver el vapor que sale de mis oídos? ¿No? Bueno, obviamente no estás observando muy bien. Ese tipo tiene bolas. Al sugerir que Lali... Lali es más que una cara bonita. Es brillante. Y divertida. Y bueno, quizás no es agradable, pero estoy seguro de que ella podría serlo si no odiara mis entrañas. En cualquier caso, merece algo mejor— más respeto — del que consigue. Mucho más.

Es entonces cuando la veo, pasando por delante de la barra en su camino de regreso desde el baño. Ella me ve y se acerca, una sonrisa en su rostro.

—¿Entonces? ¿Cómo te fue? Está con nosotros, ¿no? ¡Lo sabía, Peter! Sabía que en el momento en el que le enseñáramos nuestras proyecciones él caería. Y sé que trabajar juntos no ha sido lo más fácil, pero creo que tu padre tenía razón. Nosotros si hacemos un muy buen equipo, ¿no?

Trago duro. Bajo la vista hacia su mano en mi brazo y luego de nuevo hacia esos dulces e inocentes ojos, y... yo no puedo hacerlo. No puedo decírselo.

—Metí la pata, Lali. Anderson no está interesado.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? ¿Qué pasó?
Observo mis zapatos de novecientos dólares. —Metí la pata. ¿Podemos irnos de aquí?

Cuando levanto la mirada, su rostro es una máscara de confusa simpatía. Aquí yo acabo de decir que arruiné la cuenta — nuestra cuenta — y no hay rastro de ira en su expresión. Dios, soy un imbécil.

—Bueno, déjame hablar con él. Quizá pueda arreglar esto.
Niego con la cabeza, —No, no puedes.
—Déjame intentarlo.
—Lali, espera...— Pero ella ya está caminando hacia la mesa donde todavía está sentado Anderson.

¿Has estado en la autopista, en un atasco infernal? ¿Y cuando finalmente llegas al inicio del trancón, te das cuenta de que el atasco es debido a un accidente? Tal vez no uno malo — tal vez sólo un choque de autos que ya se ha movido hacia el lado de la carretera. Y todo ese tráfico, todo ese tiempo perdido — fue porque cada conductor que paso por la escena tenía que frenar y echar un vistazo.
Es ridículo, ¿no? Y juras que cuando pases por ahí, no vas a mirar — sólo en el principio. Pero cuando te acercas y estás movilizándote más allá de las puertas abolladas, las luces intermitentes y los parachoques rotos, ¿qué haces?
Reducir la velocidad y mirar. Tú no quieres, pero no puedes evitarlo. Es morboso. Absurdo. Pero esa es la naturaleza humana para ti. Ver a Lali caminar hasta Anderson se siente como mirar las consecuencias de un accidente. Y no importa cuánto quieras no puedes mirar hacia otro lado.

Ella está de pie junto a su silla, una perfecta sonrisa profesional en los labios. Si te fijas bien, verás el momento en que lo que él está pidiendo se registra en su mente. ¿Ves cómo su sonrisa se congela? Su frente se arruga un poco porque en realidad no cree lo que él está sugiriendo. Y entonces esta rígida e insegura. ¿Debería decirle que se vaya a la mierda? ¿Debería reírse de ello o rechazar cortésmente? Mientras que las ruedas están girando en la cabeza de Lali, Anderson levanta su dedo—puedes ver la baba goteando de el— y lo arrastra lentamente por su brazo desnudo.

Y eso es todo. Salgo de mi estupor. Y veo rojo. Brillante, neón, tecnicolor rojo.
¿Has visto Una Historia De Navidad? ¿Conoces el final cuando Ralphie golpea el siempre amado culo del matón? Dios espero que lo hayas visto. Porque entonces sabrás exactamente lo que quiero decir cuando digo que voy a ser en un jodido Ralphie con este hijo de puta.
Me acerco y me pongo delante de Lali


—Tócala otra vez y te voy a arrojar a través de esa ventana. Tendrán que buscar los pedazos de ti de aquí a la cincuenta y cuatro por días.

Él se ríe. Suena como el guardián de la cripta, ¿cierto?

—Cálmate, hijo.

¿Hijo? ¿Este imbécil es de verdad?

—Sabes algo, Peter. Me gustas.

Ahora hay un concepto que espanta la mierda fuera de mí.

—Necesito un hombre como tú—, prosigue—. Alguien que no tiene miedo de decir lo que pasa por su mente. Para decirme lo que realmente piensa. Parece que mi... contingencia no va a cumplirse. Pero voy a firmar con ustedes y su empresa de todos modos. ¿Qué opinas de eso?— Él se inclina en su silla y toma un sorbo de su vino. Totalmente confiado del hecho de que yo haré caso omiso de lo que ha dicho o hecho por la oportunidad de conseguir su dinero.
—Voy a decir un gran y rotundo no a eso, Saul. Veras, tenemos esta política en la empresa: No lidiamos con hijos de puta basura que necesitan viagra y que tratan de usar su posición para obligar a las mujeres — lo suficientemente jóvenes como para ser sus hijas — a la cama. Ve a ofrecer tus cosas en otro lugar. Nosotros no estamos comprando.

Nuestras miradas están trabadas el uno en el otro como dos lobos en Discovery Channel cuando él dice, 

—Piénsalo bien, hijo. Estás cometiendo un error.
—Creo que el único error que cometí es perder el tiempo aquí contigo. Eso es algo que no voy a hacer un segundo más. Hemos terminado.

Luego me giro hacia Lali y le digo suavemente

—. Nos vamos.

Con mi mano en su espalda baja, caminamos hasta el guardarropa. Sostengo su abrigo y le ayudo a ponérselo. Con mis manos sobre sus hombros, le pregunto, 

—¿Estás bien?

Ella no me mira, 

—Estoy bien.

Claro. ¿Y todos sabemos lo que eso significa, no?

...

Para muchos hombres, su coche es el equivalente a la mujer perfecta. Podemos construirla para que se vea exactamente cómo queremos, podemos montarla con fuerza y ella no se quejará y fácilmente la podemos intercambiar en cuando llegue un modelo nuevo y más joven. Es más o menos la relación ideal.
Yo conduzco un Aston Martin V. No hay muchas cosas en este mundo que ame, pero mi auto es una de ellas. 


Lo tengo después de que cerré mi primer negocio. Es una belleza. Es mi bebé. No es algo que sabrías por la forma en que estoy manejando en este momento. Es el típico modo enojado de conducción. Un agarre mortal sobre el volante, giros duros, paradas rápidas, un golpe en la bocina a la menor provocación. No pienso en cómo mi actitud podría ser interpretada por Ally, hasta que su pequeña voz viene desde el asiento del pasajero.

—Lo siento.

Echo un vistazo rápido a ella

—¿Por qué lo sientes?
—Nunca quise enviar ese tipo de señales, Peter. Nunca haría eso con un cliente. No me di cuenta...

Cristo.
¿Por qué las mujeres siempre hacen esto? ¿Por qué están tan ansiosas de culparse a sí mismas cuando alguien las trata como una mierda? Un hombre llevaría un rallador de queso en la lengua antes de admitir que metió la pata.
Cuando teníamos dieciséis años, Agus estaba saliendo con Melissa Sayber. Un día mientras estaba en la ducha, Melissa reviso en su cajón y encontró notas de las otras dos chicas que él se estaba tirando al mismo tiempo. Estaba furiosa. Pero ¿sabes qué? Cuando Agus termino de hablar con ella — después de tirar la evidencia — no sólo la convenció de que había leído las notas mal, sino que ella se disculpó con él por buscar entre sus cosas. Increíble, ¿verdad?

Me detengo al lado de la carretera y me giro hacia ella

—Escúchame, Lali, no hiciste nada malo.
—Pero tu dijiste, que mi blusa... y su rostro...

Genial. Ella cree que se lo busco porque eso es lo que yo le dije. Perfecto.

—No, estaba siendo un idiota. No quise decirlo. Estaba tratando de molestarte. Mira, en este negocio algunos tipos son solo idiotas de alto poder. Están acostumbrados a conseguir lo que piden, incluidas mujeres.

No quiero ver las similitudes entre Saul Anderson y yo. Pero son difíciles de pasar por alto. Escucharlo esta noche me hizo sentir... mierda... sobre cómo he tratado a Lali las últimas semanas. Mi padre quería que yo le ayudara, fuera su mentor. En su lugar deje que mi polla y mi sentido hiperactivo de la competencia interviniera.

—Y tú eres una mujer hermosa. No será la última vez que pase algo como esto. Tienes que tener una piel gruesa. No dejes que nadie destruya tu confianza. Estuviste perfecta en esa reunión. De verdad. Debería haber sido un jonrón.

Ella me da una pequeña sonrisa

—Gracias.

Me vuelvo a la carretera y conducimos en silencio. Hasta que ella dice, 

—Dios me vendría bien un trago ahora mismo.

Su comentario me confunde. Me parece una cosa que una no-Lali diría. Ella es alguien sin ambages. Sin tonteras. El tipo de chica que casi no bebe, no come grasas trans y aspira detrás del sofá tres veces por semana. Es entonces que me doy cuenta de que aunque la mujer a mi lado ocupa un espacio permanente en mis pensamientos, realmente no sé mucho sobre ella. No más de lo que aprendí cuando me acerqué por primera vez a ella hace tantas semanas en REM.
Es una sorpresa aún más grande cuando admito que quiero saber más.

En este momento en mi vida, mi idea de conocer una mujer consiste en averiguar si le gusta lento y dulce o duro y sucio: arriba, abajo, o desde atrás. Pero las interacciones que he tenido con Lali son diferentes a las de cualquier otra mujer. Ella es diferente.
Es como un cubo de Rubik. Tan frustrante que a veces quieres tirarla por la ventana. Pero no. No puedes. Te obligas a seguir jugando con él hasta que lo resuelves.

—¿En serio?— le pregunto.

Se encoge de hombros. 

—Bueno, sí. Ha sido una noche difícil, unas duras pocas semanas, en realidad.

Sonrío y cambio mi bebé en quinta marcha. 

—Conozco el lugar.

No te preocupes. No planeo administrarle alcohol hasta que se rinda y me entregue sus bienes. Pero… si se emborracha y arranca mi ropa en el callejón detrás del bar, no esperes que la golpee con un palo tampoco.
Fuera de bromas, este es un nuevo comienzo para Lali y para mí. Un nuevo comienzo. Voy a ser un perfecto caballero. Palabra de Boy Scout.

Por otra parte, nunca he sido un Boy Scout.

CONTINUARA...



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