jueves, 23 de abril de 2015

Tangled #26






CAPITULO 26


¿Ves a ese elegantemente hombre guapo en pantalones carbón y camisa negra con las mangas medio subidas? ¿El que está organizando la vajilla china en esa mesa?

Ese soy yo. Peter Lanzani.
Bueno, no realmente. No el viejo yo. Soy nuevo y mejorado. Esto es DAK. ¿Puedes adivinar lo que eso significa? La mitad de las mujeres en esta ciudad darían su teta izquierda por tenerme donde estoy ahora. Coño-atrapado. Obsesionado.
Enamorado.
Pero hay sólo una mujer que fue capaz de ponerme donde esto. Ahora sólo necesito demostrarle que estoy aquí para quedarme. No la he visto en dos días. Dos largos y dolorosos días. No fue tan malo como los siete, pero estuvo cerca.
De todos modos, echa un vistazo. ¿Qué te parece? ¿Se me olvida algo?
Flores frescas cubren cada superficie disponible. Margaritas blancas. Antes, pensaba que verlas le recordaría a Amadeo, pero ahora no estoy preocupado por eso. Son las favoritas de Lali, así que son la única clase aquí. Bocelli toca suavemente en el sistema de sonido. Velas iluminan la habitación. Cientos de ellas — cercadas por vidrio.
No te equivocarás con las velas. Hacen que todo se vea mejor. Hacen que todo huela mejor.
Toc-toc.
Esa sería Lali. Justo a tiempo. Escaneo la sala una vez más. Esto es todo. Mi Super Bowl. Séptimo juego. Y todo está listo. Estoy listo. Como nunca lo estaré. Suelto una respiración profunda. Y abro la puerta.
Y entonces no me puedo mover. No puedo pensar. ¿Respirar? Tampoco no es una maldita opción.
El cabello oscuro de Lali está apilado en un moño alto sobre su cabeza. Elegantes zarcillos besan su cuello, acariciando el lugar que me pasé horas mordisqueando no hace mucho tiempo. Su vestido es de color rojo oscuro, brillante — tal vez satinado. Cuelga de delicadas correas que llegan a sus hombros y caen en su espalda baja. La parte inferior descansa sobre su rodilla, exponiendo sus suaves piernas pulgada por deliciosa pulgada.
Y sus zapatos...Madre de Cristo... sus zapatos son todo tacón, sostenidos por un intrincado arco negro atado a la parte posterior de su tobillo.
Cuando soy capaz de formar palabras, mi voz es áspera. 

—¿Hay alguna manera de que podamos renegociar la cláusula de no agarrar tu culo? Por qué tengo que decirte, ¿con ese vestido? Va a ser duro.
Y no es lo único, si me entiendes.
Ella sonríe y sacude la cabeza. 

—Todas las anteriores estipulaciones permanecen.
Me quedo atrás mientras ella entra, mirándome por el rabillo del ojo. Observa su cara de cerca. ¿Ves cómo sus ojos se oscurecen? ¿Cómo lame sus labios sin darse cuenta? Como una leona que acaba de ver a una gacela en la hierba alta.
Le gusta lo que ve. Quiere felicitarme. Lo quiere hacer, pero no lo hará. Estamos hablando de Lali aquí. Lali post-mi-colosal-metida-de-pata. Y a pesar de mi reciente progreso, está todavía defensiva. Desconfiada. En guardia.
Y eso está bien. No me ofende. Sus ojos me dicen todo lo que ella misma no deja decir.
La dirijo hacia la sala de estar, y ella muerdo su labio cuando dice

—Entonces, ¿A dónde vamos?
Y entonces se detiene cuando descubre las velas. Y las flores. Y la mesa perfectamente ajustada para dos.
Le contesto suavemente. 

—Ya estamos aquí.
Mira alrededor de la habitación. 

—Guau. Es... es hermoso, Peter.
Me encojó de hombros. 

—La habitación está bien. Tú eres hermosa.
Ella se ruboriza. Y es increíble.
Quiero darle un beso. Desesperadamente.
¿Has estado sediento? ¿Muy sediento? ¿Cómo en un día de verano de noventa y ocho grados cuando no tienes suficiente saliva en la boca para tragar? Ahora imagina que alguien pone una copa helada de agua delante de ti. La puedes mirar e imaginar lo perfecto que sabría—pero no puedes tocarlo. Y definitivamente no lo puedes beber.
Eso es bastante parecido al infierno que estoy viviendo en este momento.
Alejo mis ojos de la cara de Lali y le entrego una copa de vino tinto. Entonces tomo un largo trago del mío.
—¿Qué te pasó en los dedos?— Se refiere a las curas que cubren cuatro de mis diez dedos
—Los champiñones. Esos esponjosos y pequeños bastardos no aprecian ser rebanados.
Parece sorprendida. 

—¿Cocinaste?
Iba a llevar a Lali a un restaurante. El mejor de la ciudad. Pero es sobre calidad, ¿recuerdas? Y me imagino que ella podrá apreciar mi esfuerzo mucho más que cualquier cosa que podría hacer un chef gourmet.
Sonrío. 

—Tengo muchos talentos. Sólo has visto unos pocos.
Y esto podría ser verdad. Nunca he cocinado antes.
Lo que me recuerda, ¿Martha Stewart? Es mi nuevo ídolo. En serio. Solía pensar que sus ideas eran una broma. ¿Quién se convierte en un multimillonario mostrando a la gente cómo doblar las malditas servilletas correctamente? Pero eso era antes. Antes de que realmente tratara de usar mi horno o poner una mesa.
Martha es un dios. Como Buda. ¿Y si su receta me ayuda a arreglar todo esto? Adorare sus regordetes pies en sandalias cada día por el resto de mi vida.
Lali y yo nos sentamos en el sofá.
—¿Cómo van las cosas en la oficina?— pregunto.
Toma un sorbo de su vino y cepilla una inexistente arruga en su vestido. —Bien. Las cosas han estado bien. Ya sabes... tranquilo.
—En otras palabras, has estado muy aburrida sin mí.
—No. Ha sido productivo. He terminado un montón de cosas.
Sonreír. 

—Me extrañaste.
Ella aspira. 

—No dije eso.
No tenía que hacerlo.
—Vamos, Lali, yo aquí he tomado un voto de honestidad. Es justo que hagas lo mismo. — Me inclino hacia adelante—Mírame a los ojos y dime que no has pensado en mí, en lo absoluto, en los últimos días.
—YO …
Buzzzzz... buzzzzz... buzzzzz.
La cena está lista. Lali toma otro trago de su copa

—Deberías cogerlo, Peter. No quieres que se queme.
Y está salvada por el zumbido
Por el momento.

...

El pollo Marsala que hice parece… único ahora que en realidad está fuera del horno y en nuestros platos.
Bueno es malditamente aterrador. Lo admito.
La frente de Lali está surcada cuando empuja los terrones marrones como si estuviera diseccionando una rana en biología

—¿Mezclaste la harina con agua antes de añadirlo?
¿Agua? Martha no dijo nada sobre el agua. Esa perra.
—Sabes, Peter, algunos de los mejores platos culinarios de la historia parecen asquerosos. La presentación no cuenta mucho. Se trata del gusto.
—¿En serio?

Levanta su tenedor y toma una respiración profunda. 

—No. Solo estaba tratando de hacerte sentir mejor.

Observo mi plato. 

—Gracias por intentarlo.

Antes de que tome un bocado, extiendo mi mano y la pongo sobre la de ella. 

—Espero. Voy primero.

De esa manera, si la comida me hace inflar como un pez globo, al menos uno de nosotros estará consciente para llamar al 9-1-1. Además, si estoy hospitalizado, creo es una excelente oportunidad para que Lali sienta lastima por mi causa.
Y no creo por un momento que no lo aceptaría. En un maldito santiamén.
Trato de no respirar por la nariz cuando tomo un mordisco. Lali me mira fijamente. Mastico.
Y entonces sonrío lentamente. 

—No está mal.

Ella parece aliviada. Tal vez incluso un poco orgullosa. Desliza el tenedor a través de sus labios. Entonces asiente con la cabeza. 

—Está muy bueno. Estoy impresionada.
—Sí, consigo eso mucho.

A través de toda la comida, nuestra conversación fluye fácilmente. Cómodamente. Mantengo los temas seguros. Hablamos de su nuevo cliente, de Agus y de Delores con su floreciente relación y las travesuras políticas interminables en DC.
Para el postre, sirvo fresas con crema batida. Las fresas son las favoritas de Lali. Lo sabía desde Nuestro Fin de Semana Perdido. Originalmente, iba a escoger tarta de fresa. Pero no quieres saber cómo resultó el pudín. No creo que incluso Agus lo habría comido. Cuando Martha dijo que revuelva constantemente, no estaba jugando.

Mientras disfrutamos de nuestro último plato, menciono el inminente regalo de Navidad de Rufi.
Lali se ríe. Incrédula. 


—Realmente no vas a comprarle un poni, ¿cierto?
—Claro que sí. Es una niña. Todas las niñas deben tener un poni.

Toma un sorbo de su vino. Estamos a medio camino de nuestra segunda botella.

—Y voy a conseguir uno de esos carritos como los caballos en Central Park. De esa forma puede entrenarla para que la lleve a la escuela.
—Estamos en Nueva York, Peter. ¿Dónde lo va a guardar?
—Tienen un condo de 5 dormitorios. Dos de las habitaciones están llenas de las cosas inútiles de Euge. 


Supongo que pueden limpiar una y hacer de esa la habitación del poni.
Me mira con cara seria. 


—¿La habitación del poni?
—Sí. ¿Por qué no?.
—¿Cómo lo van a llevar a su piso?
—Elevador de carga. Todos los edificios más viejos tienen uno.

Se endereza en su silla. 

—Bueno, ¿pensaste de todo ¿no?

Tomo un trago. 

—Siempre lo hago.
—¿Ha pensado acerca de qué método utilizará tu hermana para matarte?
—Estoy seguro de que me va a sorprender. ¿Me defenderás cuando lo intente?

Toca su copa de vino y me observa a través de esas pestañas increíblemente largas. 

—De ninguna manera, Chico Poni. Ella es más grande que yo. Estás por tu cuenta.

Pongo mi mano sobre mi corazón. 

—Estoy destrozado.

No me cree. 

—Sobrevivirás.

Nuestra risa se desvanece en una relajada sonrisa. Y estoy contento con sólo observarla por un momento. Ella también me está mirando.
A continuación, aclara su garganta y mira lejos. 


—Ese es un buen CD.

Está hablando de la música que se ha estado reproduciendo en el fondo durante las últimas horas.

—No puedo tomar todo el crédito. Los chicos me ayudaron a elegir.

Justo en ese momento “I Touch Myself” por los Divinyls sale de los altavoces.

—Jack escogió ese.

Lali se ríe, y yo me levanto y presiono el botón en el reproductor de CD, cambiando la canción.

—Y desde que lo más probable es que sólo tenga un par de semanas de vida —extiendo mi mano hacia a Ally—¿Me concedes este baile?

Una nueva canción llena la habitación: “Then” por Brad Paisley. No estoy realmente en la música country, pero Brad es genial. Es chico para chicos, incluso para un cantante.
Ella toma mi mano y se levanta. Sus brazos van alrededor de mi cuello. Y mis manos descansan en su cintura, tratando de no apretar. Suavemente, empezamos a movernos.
Trago con fuerza cuando sus redondos, y oscuros ojos me miran sin frustración, enojo o dolor. Son todo calor, como el chocolate líquido. Y mis rodillas están jodidamente débiles. Deslizo mi mano por su columna vertebral hasta la parte posterior de su cabeza. Ella vuelve su mejilla y apoya la cabeza en mi pecho. Y la jalo contra mí aún más —más apretada.

Me gustaría decirte que es lo que se siente. Sostenerla de nuevo. Tener mis brazos alrededor de ella, y por último, su cuerpo presionado contra el mío.
Me gustaría, pero no puedo.
Porque no hay palabras — en inglés o en cualquier otro idioma, que incluso puedan acercarse a describirlo.
Inhalo el dulce aroma floral de su pelo. ¿Si el veneno en la cámara de gas olía a Lali?
Cada prisionero condenado a muerte moriría con una sonrisa en su rostro.
Ella no levanta la cabeza mientras susurra


—¿Peter?
—¿Mmmm?
—Quiero que sepas...Te perdono... por lo que dijiste ese día en tu oficina. Te creo, sé que no quisiste decirlo.
—Gracias.
—Y, en retrospectiva, me doy cuenta de que yo no ayude a la situación. Podría haberte dicho algo, dado algo... tranquilidad acerca de cómo me sentía... antes de que me fuera a hablar con Benja. Siento que no lo hice.
—Aprecio eso.

Y entonces su voz cambia, se vuelve más baja.
Triste.

—Pero eso no cambia nada.

Mi pulgar barre hacia adelante y hacia atrás a través de la piel desnuda de su cuello. 

—Claro que sí. Lo cambia todo.

Ella levanta la cabeza. 

—No puedo hacer esto contigo, Peter.
—Sí, puedes.

Observa mi pecho mientras intenta explicar. 

—Tengo metas. Aspiraciones. Por las que he trabajado duro, por la que me he sacrificado.
—Y quiero ver cómo alcanzas esos objetivos, Lali. Quiero ayudarte a hacer realidad tus sueños. Cada uno de ellos.

Levanta la mirada. Y sus ojos están rogando ahora —por comprensión. Por misericordia.

—Cuando Benja rompió conmigo, estaba triste. Me dolió. Pero fui capaz de seguir adelante. No perdí el ritmo. Esto contigo... es diferente. Es más… y no estoy demasiado orgullosa de admitir que, si no funciona, no voy a poder levantarme y seguir adelante. Puedes...podrías romperme, Peter.
—Pero no lo haré.

Mi mano se mueve en su mejilla. Y ella se apoya.

—Sé lo que se siente pensar que te he perdido, Lali. Y no quiero volver a sentirme así. Soy un hombre que sabe lo que quiere, ¿recuerdas? Y te quiero.

Sacude la cabeza lentamente. 

—Quieres esta noche. Pero qué pasa con…
—Te quiero esta noche, y te quiero mañana y al día siguiente. Y diez mil días después de eso. ¿No recibiste el 

memo en el cielo?
—Puedes cambiar de opinión.
—Podría ser golpeado por un rayo. O comido por un tiburón. Y ambas cosas son mucho más probables a pasar que el hecho de que un día no te quiera. Confía en mí.

Y creo que ese es el problema, ¿no?
Me mira por varios momentos, luego baja su mirada al piso. La canción termina. Y empieza a alejarse. 


—Lo siento, Peter. Yo solo... no puedo.

Trato de aguantar. Como un hombre ahogándose agarrando un salvavidas.

—Lali...
—Me voy.

No no no no no. La estoy perdiendo.

—No hagas esto.

Sus ojos se endurecen como lava fundida cuando se enfría en la roca negra. 

—El tiempo casi se termina. Ha sido encantador. Pero...

Esto jodidamente no va a pasar. Es como ver a tu receptor soltar el balón cuando faltan tres con veinte segundos en el reloj. Ella se vuelve hacia la puerta. Pero tomo su brazo y la obligó a mirarme. Mi voz suena desesperada. Porque lo estoy.

—Aguanta. No puedes ir todavía. Hay una cosa más que tengo que mostrarte. Dame diez minutos más. Por favor, Lali.

Observa su rostro. Ahora mismo.
Quiere quedarse. No, quiere que yo la convenza de quedarse. Para darle una razón para creer en mí otra vez. Y si esto no funciona, nada en esta tierra de Dios nunca lo hará.

—Bueno, Peter. Diez minutos más.

La respiración se precipita fuera de mí. 

—Gracias.

Dejo ir su brazo, tomo un pañuelo de seda negro de la silla y lo sostengo. 

—Puedes aguantar esto hasta que te lo diga, ¿de acuerdo?

Sospecha llena su rostro. 

—¿Esto es una especie de cosa rara sobre el sexo?

Me rio entre dientes. 

—No. Pero me gusta tu manera de pensar.

Rueda sus ojos al techo antes de que yo los cubra con el pañuelo y el mundo que ya conoce se desvanece a negro.




CONTINUARA...


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