sábado, 11 de abril de 2015

Tangled #22








CAPITULO 22


Apuesto a que no sabias esto, pero muchos chicos tienen una cosa por Ariel. ¿Ya sabes, de La Sirenita? Nunca he sentido eso, pero puedo entender la atracción: ella llena las conchas muy bien, es una pelirroja y la mayor parte de la película no puede hablar.
A la luz de esto, no estoy muy perturbado por la semi-erección que tengo mientras veo La Bella Y La Bestia —parte la tarea que Cande me dio. Me gusta Bella. Es caliente. Bueno... para ser un dibujo animado, de todos modos. Me recuerda a Lali. Es ingeniosa. Inteligente. Y no toma nada de mierda de la bestia o ese imbécil con los brazos monstruosamente grandes.

Observo con atención la televisión cuando Bella se agacha para alimentar a un pájaro. Entonces me inclino hacia adelante, esperando tener una buena vista del escote...
Voy a ir al infierno, ¿no?
No puedo evitarlo. Estoy desesperado. Frustrado.
Cachondo.

Te dije que llegaría a esto más adelante, ¿recuerdas? Bueno, es más tarde. Me siento como una sacudida lata de refresco que está a punto de explotar. Mi récord es de doce días, pero esto es diferente.
Peor.
Me he vuelto un pavo frío. Completamente. Ni siquiera me he hecho una paja. Ni una vez. En unos malditos nueve días. Creo que la acumulación de semen está empezando a afectar mi cerebro. Como el azúcar a un diabético.

Por qué no he usado la mano que Dios me dio, ¿te preguntas?
Es una nueva regla. Mi penitencia autoimpuesta por mi estupidez. Me niego a venir hasta que Lali no esté conmigo. Ayer me pareció una buena idea. Pero después de verla hoy, estoy seguro de que la espera va a matarme.
No ruedes los ojos.
Tú no entiendes. Si no eres un hombre, no puedes. No te imaginas cuán importante es la regular satisfacción sexual para nosotros. Es crucial. Vital.
Te lo voy a explicar.

En 2004, UCLA realizó una encuesta para determinar cuán altamente las mujeres valoran tener sexo en una relación en comparación con otras actividades diarias. ¿Sabes qué encontraron? Ocho de cada diez —lo que es el ochenta por ciento— dijo que si le daban a elegir entre sexo o sueño, elegirían sueño.
Ese mismo año, NYU realizó su propio estudio. Con las ratas. Implantaron electrodos en el cerebro de las ratas masculinas y pusieron dos botones en sus jaulas. Cuando los suertudos y pequeños bastardos presionaban el botón azul, los electrodos desencadenaban un orgasmo. Cuando pulsaban un botón rojo, les daban comida.

¿Te interesa saber qué pasó con todas las ratas?
Murieron.
Murieron de hambre.
Nunca presionaron el botón rojo.
¿Necesito decir más?
De todos modos, aquí estoy. Atrapado en mi propia pequeña jaula sin el botón azul. Pero...
Tal vez puedo tener la siguiente mejor cosa. Detengo la película. A continuación, recojo el teléfono y marco.

—¿Hola?—Su voz es adormilada. Ronca.
—Hola, Lali.
—¿Peter? Cómo... ¿Cómo conseguiste mi teléfono?
—Busque en tu archivo personal.

Sí, esas cosas deben ser confidenciales, pero pedí un favor. Juego para ganar. Nunca dije que jugaría limpio.
Me recuesto en el sofá mientras imágenes de Lali en cama bailan en mi cabeza.

—Así que... ¿qué estas usando?

Click.

Eso salió bien.
Llamo otra vez.

—Hola.
—Estabas pensando en mí antes de que te llamara, ¿verdad?


Click.

Sonrío. Y vuelvo a marcar.

—¿Qué?
—Por si acaso te estás preguntando, todavía la tengo.
—¿Tienes qué?
—Tu ropa interior. Las de encaje negro. Están en mi cajón. A veces me acuesto con ellas bajo mi almohada.

¿Enfermo? Posiblemente.

—¿Guardas los trofeos de todas tus víctimas? Muy asesino serial de ti.
—No, no de todas ellas. Sólo de ti.
—¿Debo estar halagada? Asqueada es lo más parecido.
—Esperaba que pudiéramos añadir otra a la colección.


Click.
Ahora esto es simplemente ridículo.
Llamo otra vez.

—¿Qué. Diablos. Quieres?

A ti.
Y a mí.
Varados en una lujosa isla desierta por una semana.

—No cuelgues. Te seguiré llamando.
—Entonces voy a mantener descolgado el teléfono.

El desafío en su voz lleva mi semi-erección a toda mecha. ¿He dicho una semana? Me refería a un mes.
Por lo menos.

—Entonces voy a visitarte. Me plantare fuera de tu puerta y hablare a través de ella. No te hará muy popular entre los vecinos.

Durante unos segundos, no habla. Es después de la medianoche. Probablemente se pregunta si lo digo en serio.
Lo estoy.
Entonces resopla


—Bien. Permaneceré en el teléfono. ¿Tienes una razón para llamar, o simplemente quieres molestarme más?

Le digo la desnuda y honesta verdad.

—Sólo quería oír tu voz.

No hace mucho tiempo, podía parar por la oficina de Lali cuando quería. Podría hablar con ella. Mírala. Escúchala.
Extraño eso. Mucho.

—¿Qué haces?— Pregunto.
—Trabajando.
—Yo también. Algo así. ¿En qué estás trabajando?
—Una propuesta para un nuevo cliente. Jeffrey Davies.
—¿El millonario? ¿No está él..., loco?
—Es muy excéntrico, sí.

He oído que es un puto chiflado. Como uno de esos fanáticos Trekkie que saben la lengua Klingon o alteran quirúrgicamente sus oídos como el Sr. Spock.

—¿En que está interesado?
—La tecnología. La investigación científica para prolongar la vida, para ser exactos.

Su voz es cómoda ahora. Normal. Casi amistosa.

—Tengo algunos contactos en criogenia. Podría ponerte en contacto. Deberíamos discutirlo durante la cena del sábado.
—¿Estás intentando sobornarme?
—¿Preferirías desayuno? El almuerzo funciona para mí también.

En este punto, me conformaría con una ligera merienda al mediodía.
Ella resopla. No es una risa, pero está cerca.


—Déjalo ir, Peter.

Sonrió aunque ella no lo puede ver

—No va a pasar. Esto puedo seguir para siempre. Tengo una resistencia increíble, pero eso ya lo sabes.—¿Tengo que colgar otra vez?

Me quejó

—No. Voy a ser bueno.

Giro de lado. Mi apartamento está a media luz y silencioso. Se siente íntimo. Como una de esas conversaciones nocturnas que tuviste en la escuela secundaria bajo las mantas porque no debías estar todavía en el teléfono.

—¿Qué vas a hacer para Navidad?

Hay una sonrisa en su voz cuando ella contesta. 

—Mi madre viene de visita. Los de Dee-Dee también, así todos saldremos juntos a cenar en Navidad. Y entonces mi contrato llega hasta el mes que viene, así que planeo hacer caza de algún apartamento mientras mamá está aquí. Espero que Nueva York le impresione. Tal vez encontraré un lugar con el que seducirla para que se quede.
—¿Y Amadeo? ¿Todavía está con Delores?

No quiero ningún ataque sorpresa, ¿verdad?
El borde está de vuelta en su tono cuando me dice—. No es de tu incumbencia, pero Benja
 se mudó a los Ángeles hace tres días.
Bueno, ¿no me hace eso querer levantarme y hacer el baile feliz en mi mesa de comedor?

—¿Ustedes todavía... se hablan?
—Va a enviarme un correo electrónico una vez que esté instalado. Para hacerme saber cómo van las cosas.
—Lali... ¿Qué pasó entre ustedes dos, ese día en tu oficina?

Debería haber tenido las bolas para escucharla ese día. Debería haberle hecho esta pregunta entonces. En ese momento pensé que sería más fácil pretender que no me importaba escucharla decir no.
Me equivoqué.
Parece triste cuando contesta. Y cansada. 


—Hablamos, Peter. Le dije que lo amaba, que siempre será una parte de mí. Le dije que yo sabía que él también me amaba. Pero nosotros no estábamos... enamorados. No de la forma en que debería ser... no por mucho tiempo. Me tomó un tiempo, pero eventualmente Billy estuvo de acuerdo conmigo. Y—Soltó una molesta respiración—. No sé por qué te estoy diciendo esto.

Estamos en silencio por un momento. Y luego simplemente no puedo evitarlo.

—Estoy enamorado de ti, Lali.

Ella guarda silencio. No responde en lo absoluto.
Y mi pecho se aprieta porque sé el por qué.

—No me crees, ¿verdad?
—Creo que eres un excelente mentiroso cuando quieres ser, Peter.

Ay. Así que esto es lo que se siente el dormir en la cama que hiciste, ¿no? Es una mierda.
Pero mi voz es firme. Determinada y nada-malditamente-indecisa


—No te estoy mintiendo, Lali. Pero está bien. Haz lo que tienes que hacer. Maldíceme, pégame— Haz todo para sacarlo de tu sistema. Puedo soportarlo. Porque cuanto más me alejas, más voy a luchar para demostrarte que esto es real. Que no voy a ninguna parte y que lo que siento por ti no va a cambiar. Y entonces algún día, tal vez no en cualquier momento pronto, pero un día voy a decirte, Lali Esposito, eres el amor de mi vida, y no tendrás ninguna duda al respecto.

Después de un minuto, Lali aclara su garganta. 

—Tengo que irme. Ya es tarde. Y tengo mucho trabajo pendiente.
—Sí. Está bien. Yo también.
—Buenas noches, Peter.

Sonrío. 

—Podría haberlo sido. Pero tú estás al otro lado de la ciudad.

Entonces se ríe. Es rápido y ahogado, pero es genuino. Y estoy seguro que es el mejor sonido que he escuchado.

—Dulces sueños, Lali. Ya sabes, en los que estamos tú y yo. Desnudos.

Click.


CONTINUARA...

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