viernes, 3 de abril de 2015

Tangled #6




CAPITULO 6

LA PRESIÓN ES ALGO CURIOSO. Hace que algunas personas se quiebren. Como el estudiante de la MIT que decidió eliminar a la mitad del cuerpo estudiantil con un rifle de largo alcance porque consiguió una B-más en una final. Hace que algunas personas se ahoguen. Dos palabras: Jorge Posada. He dicho bastante. La presión hace que algunas personas caigan. Se desmoronen. Se congelen.
No soy de esas personas. Me encanta la presión. Esto me impulsa, me conduce a tener éxito. Es mi elemento. Al igual que un pez en el agua.
Voy a trabajar al día siguiente muy temprano. Vestido para matar con mi cara de póker.
Es hora de comenzar.
Lali y yo llegamos a la puerta de la oficina de mi padre a las nueve en punto. No puedo evitar examinarla. Se ve muy bien. Confiada. Emocionada. Aparentemente reacciona al estrés de la misma manera en que yo lo hago.
Mi padre explica que Saul Anderson llamó para decir que vendría a la ciudad antes de lo previsto. Algo así como mañana por la noche.
Muchos empresarios hacen esto. Adelantan las reuniones en el último minuto. Es una prueba. Para ver si estás preparado. Para ver si puedes manejar lo inesperado. Por suerte para mí – yo lo soy y lo puedo.
Y entonces comenzamos. Insisto en que las damas primero.
Veo la presentación de Lali como un niño observa un regalo bajo el árbol en vísperas de Navidad. Ella no lo sabe, por supuesto. Mi cara es la definición misma de la aburrida indiferencia. En el interior, sin embargo, no puedo esperar a ver lo que tiene.
Y no estoy decepcionado. No digan que dije esto — lo voy a negar hasta la muerte, pero Lali Esposito es jodidamente increíble. Casi tan buena como yo.
Casi.
Es directa, clara y persuasiva como el infierno. Los planes de inversión que expone son únicos e imaginativos. Y destinados a hacer un montón de dinero. Su única debilidad es que es nueva. No tiene las conexiones necesarias para hacer lo que propone. Como ya he dicho antes, parte de este negocio — una gran parte — es tener la información de primera mano. La información oculta y los secretos a los que intrusos no pueden llegar. 

Así que aunque las ideas de Lali son fuertes, no son viables en conjunto. No es un hecho.
Entonces es mi turno.
Mis propuestas, por el contrario, son muy sólidas como una roca. Las empresas e inversiones que describo son bien conocidas y seguras. Por supuesto, mis ganancias proyectadas no son tan altas como las de Lali, pero son ciertas. Confiables. Seguras.
Una vez que termino, me siento al lado de Lali en el sofá. ¿Nos ves allí? Las manos de Lali se doblan prolijamente en su regazo, la espalda recta, una segura y satisfecha sonrisa en sus labios. Me inclino en el sofá, mi postura relajada, mi propia sonrisa confiada una imagen reflejada de la suya.
Para quienes piensan que soy un canalla de mierda. Observen con atención. Les va a encantar esta parte.
Mi padre aclara su garganta, y puedo leer el emocionado brillo en sus ojos. Frota las manos juntas y sonríe. —Sabía que mis instintos estaban en lo correcto en este caso. No puedo decirles lo impresionado que estoy con las propuestas que tienen. Y creo que es obvio quien debe avanzar con Anderson.— Simultáneamente, Lali y yo sonreímos en triunfo, el regocijo escrito en nuestras caras. Esperen por ello... —Ambos. — La ironía es un dolor en el culo, ¿no es así? Nuestros ojos vuelan a mi padre, y las sonrisas en nuestras caras caen más rápido que una caja de seguridad Acme en el dibujo animado Correcaminos. Nuestras conmocionadas voces hablan al mismo tiempo.
—¿Qué?
—¿Perdón?
—Con tu toque artístico para invertir, Lali y tus concretos conocimientos, Peter, los dos serán perfectos juntos. Un equipo imbatible. Ambos pueden trabajar en la cuenta. Una vez que él firme con nosotros, ustedes pueden compartirlo — la carga de trabajo y los bonos — cincuenta-cincuenta.
¿Compartirlo?
¿Compartirlo?
¿El anciano perdió sus cabales? ¿Le pediría compartir algo en lo que ha trabajado su culo? ¿Dejaría él conducir a alguien su convertible cereza Mustang 1962? ¿Permitiría que alguien abriera la puerta de su habitación y follara a su esposa?
Bien, eso fue demasiado lejos. Me retracto — teniendo en cuenta que su esposa es mi madre. Olviden que alguna vez me he referido a mi madre y a follar en la misma frase. Eso es... malo. En muchos niveles.
Pero por el amor de Dios, dime que ves mi punto.
Mi padre debió finalmente notar la mirada en nuestros rostros, porque dice, 

—Eso no es un problema, ¿cierto?
Abro la boca para decirle qué grave y maldito problema es. Pero Lali me gana.
—No, señor Lanzani, claro que no. No hay problema en absoluto.
—¡Maravilloso!— Él aplaude con sus manos juntas y se levanta. —Tengo que dar el golpe inicial en una hora, así que los dejo a los dos con esto. Tienen hasta mañana por la noche para coordinar sus propuestas. Anderson estará en La Fontana a las siete.
Y entonces él me observa con una mirada de muerte en la cara. 

—Sé que no me defraudaras, Juan Pedro.
Mierda.
No me importa si tienes setenta años, cuando tu padre utiliza tu nombre completo, prácticamente es una mierda todo el argumento dirigido hacia ti.
—No, señor, lo haré.
Y con eso, él está fuera de la puerta. Dejándonos a Lali y a mi sentados en el sofá, nuestras expresiones aturdidas, como sobrevivientes de una explosión nuclear.
—”No, señor Lanzani, claro que no”— gimoteo—. ¿Podrías ser más besa culos?
Ella sisea, 
—Cállate, Juan Pedro.— Entonces suspira—. ¿Qué diablos vamos a hacer ahora?
—Bueno, podrías hacer lo noble y retirarte.— Sí, como si eso fuera a pasar.
—En tus sueños.
Sonreí. —En realidad mis sueños involucran inclinarte sobre algo... no ceder.
Hace un sonido de asco. 

—¿Podrías ser más cerdo?
—Estaba bromeando. ¿Por qué tienes que ser tan jodidamente seria todo el tiempo? Deberías aprender cómo tomar una broma.
—Puedo aceptar una broma.— me dice, sonando insultada.
—¿Sí? ¿Cuándo?
—Cuando no está siendo pronunciaba por un idiota infantil que se cree es el regalo de Dios para las mujeres.
—No soy infantil.
¿El regalo de Dios por otro lado? Mi historial habla por sí misma.
—Oh, muérdeme.
Ojala.
—Buen regreso, Lali. Muy maduro.
—Eres un idiota.
—Eres un.... una Euge.
Ella se detiene un segundo y me observa sin comprender

— ¿Qué diablos es eso?
Piensa en ello. Vendrá a ti.
Froto mi mano por mi cara

—Bueno, mira, esto nos está llevando a ninguna parte y rápido. Estamos jodidos. Ambos queremos a Anderson, y la única manera en que vamos a conseguirlo es si de alguna manera juntamos nuestra mierda. Tenemos... treinta horas para hacerlo. ¿Estás dentro o no?
Sus labios se unen en total determinación.
—Tienes razón. Estoy dentro.
—Nos vemos en mi oficina en veinte minutos, y nos pondremos a trabajar.
Espero que discuta conmigo. Espero que me pregunte por qué tenemos que vernos en mi oficina — por qué no podemos trabajar en su oficina — como un ama de casa molesta. Pero no lo hace.
Ella dice, 

—De acuerdo—. Y sale de la habitación para conseguir el resto de sus cosas.
Me sorprende.
Tal vez esto no será tan malo como pensé.

...

—Es la más jodida y estúpida idea que he escuchado.
Nope, es mucho peor.
—He investigado a Anderson. Es del tipo tradicional. No va a querer quedarse ciego mirando a su ordenador portátil toda la noche. Él va a querer algo concreto, tangible. Algo que puede llevar a casa. Eso es lo que le daré.
—Esta es una reunión de negocios de billones, no una Feria de Ciencias de quinto grado. ¡No voy a ir allí con un maldito póster!
Es después de la medianoche. Llevamos un poco más de doce horas en mi oficina. Excepto estos pocos detalles minuciosos, cada aspecto de nuestra presentación ha sido sorteado, negociado, comprometido.
Me siento como si hubiese canjeado un maldito tratado de paz.
Por ahora, Lali ha liberado su cabello y ha perdido sus zapatos. Me quite la corbata y los dos primeros botones de mi camisa están abiertos. Nuestra apariencia podría dar una sensación de amistad — intimidad— como una sesión de estudio durante toda la noche en la Universidad.
Si no estuviéramos tratando de desgarrar la garganta del otro, por supuesto.
—Me importa un carajo si estás de acuerdo o no. Estoy bien con esto. Voy a llevar el póster.
Me rindo. Estoy demasiado cansado para luchar sobre el papel. —Bien. Solo, guárdalo.
Pedimos comida unas horas atrás y trabajamos durante la cena. Pedí pasta con pollo, mientras que Lali prefirió un sándwich de pavo con papas fritas al lado. Aunque no me gusta admitirlo, estoy impresionado. Obviamente, ella no se adhiere a las “Sólo puedo comer ensaladas frente al sexo opuesto” una de las muchas reglas que tienen las chicas. ¿Quién le dio a las mujeres esa idea? Como si un tipo fuera a decirle a su amigo, “Tío, era una chica fea, pero cuando la vi masticando la lechuga, simplemente tenía que tenerla.”
Ningún hombre quiere follar un esqueleto — y mordisquear galletas y agua como un prisionero de guerra en la cena no es atractivo. Sólo nos hace pensar sobre qué tan perra de mal humor vas a estar más adelante porque estés muerta de hambre. ¿Y si a un hombre le gustas? Una hamburguesa no va a espantarlo. ¿Y si no? Ingerir toda la verdura en la granja de Peter Cottontail no va a cambiar eso, confía en mí.
Ahora volvamos a la batalla real.
—Yo voy a hacer la charla—, le dije con firmeza.
—¡No, de ninguna manera!
—Lali
—Estas son mis ideas, y yo las voy a presentar.
Deliberadamente quiere volverme loco. Deliberadamente quiere llevarme hasta el fondo. Probablemente espera que me tire por la ventana, para alejarme de la molestia que representa. Entonces tendrá a Anderson para ella sola.
Bueno, su malvado plan no va a funcionar. Voy a mantener la calma. Voy a contar hasta diez. No dejaré que Lali llegue a mí.
—Saul Anderson.— dije —. Es un hombre de negocios tradicional, tú acabas de decirlo. Va a querer hablar con otro hombre de negocios, no alguien que él ve como una secretaria glorificada.
—Ese es el comentario más machista que he escuchado. ¡Eres asqueroso!
La calma se va directamente por la ventana y abajo unos cuarenta pisos.
—¡No dije que yo pensara de esa manera-dije que él piensa así! Jodido Cristo Todopoderoso.
Y es cierto. No me importa lo que tienes en tus pantalones o en qué manera ruedas. Una polla, una vagina o ambos —es lo mismo para mí. Mientras tengas el trabajo bien hecho, es lo único que importa. Pero Lali parece decidida a pensar lo peor de mí.
Empujo mis manos a través de mi pelo en un esfuerzo por expresar algo de la frustración que me hace querer sacudir la mierda fuera de ella.
—Mira, esta es la forma en que es. Tratar de simular que ciertos prejuicios no existen no hará que desaparezcan. Tenemos una mejor oportunidad de firmar Anderson si yo hago la conversación
—¡Dije que no! No me importa lo que piensas. Absolutamente no.
—Dios, eres tan jodidamente obstinada. Eres como una mula menopaúsica y enojada.
—¡Soy obstinada! ¿Soy obstinada? ¡Bueno, quizás no tendría que serlo si no fueras el rey de los monstruos del control!
Es verdad lo del control. ¿Pero qué puedo decir? Me gusta que las cosas se hagan de la manera correcta—a mi manera. No me disculparé por eso. Especialmente ante la Sra. Palo En El Trasero.
—Al menos sé cuándo detenerme, a diferencia de ti. ¡Caminas como un estudiante destacado estando drogado!
Para este momento, ambos estamos sobre nuestros pies, menos de unos centímetros nos separa uno frente al otro. Sin sus tacones, tengo una gran ventaja de altura, pero Lali no parece intimidada.
Ella me empuja en el pecho mientras argumenta—. No me conoces. No estoy nerviosa.
—Oh, por favor. Nunca vi a alguien que necesitara echar un polvo tan mal como tú. No sé qué diablos tu novio está haciendo contigo. ¿Pero sea lo que sea? No lo hace bien.
Su boca se abre, formando un gran O ante mi pequeña puya contra su prometido. Por el rabillo del ojo, veo su mano subir, dispuesta a golpearme en la cara.
Esta no es la primera vez que una mujer ha tratado de pegarme. No te sorprende, ¿verdad?
Como un profesional, agarro la muñeca antes de que haga contacto con mi mejilla y sostengo su brazo hacia abajo. 

—Caramba, Lali, para una mujer que afirma que no quiere joderme, estas ciertamente deseosa de hacerlo físico.
Su otra mano se extiende para tratar de pegarme desde el otro lado, pero la bloqueo otra vez y ahora estoy firmemente con sus dos manos en las caderas. Sonrió. —Tienes que hacerlo mejor, nena, si quieres un pedazo de mí.
—¡Te odio!— me grita en la cara.
—¡Te odio más!— grito yo.
Ciertamente, no es mi respuesta más ingeniosa— pero fue lo mejor que podría hacer dadas las circunstancias.
—Bien.
Es la última palabra que sale.
Antes de mi boca descienda sobre la de ella.
Y nuestros labios se estrellen juntos.

CONTINUARA...

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