sábado, 21 de febrero de 2015

Wild Horses 2






CAPITULO 2

Ser una adulta no le molestaba para nada. Le molestaba no saber como resolver algunas situaciones. Cuando era una niña no tenía problemas, no tenía responsabilidades, no tenía miedos. Ahora si… ahora todo eso pesaba sobre ella. 

Respiró profundamente y miró por la ventana del coche. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y a ella un escalofrío le bajó por la espalda. No podía creer que después de tanto tiempo estaba volviendo a aquel campo. Por poco y se había olvidado de que ese lugar existía. Siendo una niña había sido muy feliz allí. 

—Sweetheart, ¿Se puede saber por qué me trajiste a este lugar? —le preguntó él, sacándola de sus pensamientos. Se giró a verlo y sonrió.
—Vamos Pablo, me dijiste que no te quejarías —le dijo ella.
—Sabes que te adoro, eres mi mejor amiga en todo el world. Tú fuiste la única que siempre me ayudó a enfrentar mis miedos y bla bla bla bla. Pero esto,… esto es demasiado. Yo no podré soportar vacas, caballos, cerdos, gallinas. ¡Oh dios santísimo, mosquitos! —dijo nervioso pensando en aquello. Ella rió divertida.
—Ya lo verás, el campo te encantara. No solo porque es tranquilo, sino que además hay muchos peones —le dijo y le guiño un ojo.
—Eres una manipuladora horrible —dijo y se cruzó de brazos como si estuviera un poco ofendido.

Pablo Martinez era su mejor amigo desde que ella se había ido del lugar en el que se había criado. Y desde entonces siempre habían estado juntos. Enfrentando cambios, peleas, decisiones. Más bien… él era como una hermana.

Se acercó un poco a su amigo y lo abrazó de costado. Sabía que él iba a quejarse, pero que al final iba a terminar amando el lugar.

—Te prometo que la vamos a pasar bien… serán solo un par de semanas.
—No lo sé —dijo con tono indiferente —Estoy pensando seriamente en pedirle a Charlie que me lleve de nuevo al aeropuerto.
—¿Serías capaz de abandonar a tu mejor amiga? —preguntó haciendo un leve puchero.

Matt la miró fijo y luego maldijo por lo bajo.

—Odio cuando me haces esas caras —exclamó —siempre terminas ganándome. 

Ella sonrió y luego besó su mejilla. Se alejó de él y giró para mirar a su padre. Carlos estaba concentrado leyendo. Ella se fijó en las expresiones de su rostro. Sonrió tiernamente al ver la concentración que él estaba manejando.

—Papá —lo llamó.
—¿Si, cariño? —le preguntó sin dejar de leer el diario.
—¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí? —quiso saber.

Por fin Carlos levantó la vista hacia ella. Su única hija lo era todo para él. Lali era la luz de sus ojos, un bello recuerdo de su madre.

—Tres meses —contestó Carlos.
—¡¿Tres meses?! —chilló Pablo —¿acaso has perdido el juicio, Carli?
—No, solo que por lo menos yo me quedaré todo ese tiempo. Es más… estoy pensando seriamente en quedarme a vivir aquí.

La boca se Lali se abrió por la sorpresa. Seguramente su padre estaba bromeando con ella. él no podía quedarse allí. No podía dejar la empresa en la cuidad, no podía dejarla a ella sola en la cuidad.

—Dime que es una broma —le pidió ella. Carlos soltó un suspiro y luego se sacó los anteojos de lectura.
—No, amor, no es una broma. Quiero quedarme a vivir en mi campo.
—Pero… papá… no puedes estar hablando en serio. Tienes negocios que atender… ¡no puedes dejarme sola!
—No voy a dejarte sola, amor —dijo tiernamente y miró por la ventana —recuerda que Benja está contigo…

Matt resopló y volvió a cruzarse de brazos.

—No puedes estar hablando de dejar a tu hija con ese pedazo de imbécil —dijo Poli. Lali lo miró algo enojada —¡no me mires así, niña! —la retó —tengo toda la razón del mundo al decir que es un imbécil. El rey de los imbéciles.
—Basta, Poli —le advirtió.
—Carlos… tú y yo sabemos perfectamente que ese idiota no quiere realmente a Lali.

Carlos se encogió de hombros.

—Yo no puedo decirle a Lali a quien debe amar.
—¡Pues deberías! —aseguró —ese tarado solo sabe hacerla llorar… ¡la engaña!
—¡Pablo Martinez, basta ya! —dijo enojada —no quiero seguir escuchándote hablar de Benja. Déjalo ya.
—Eres tan tonta, Lali… tan tonta —dijo él entre dientes —dime una cosa… ¿por qué el muy idiota no quiso venir con nosotros?
—Tenía cosas que hacer —respondió Lali al instante.
—¿Cosas como qué? —inquirió él.
—Trabajo —dijo ella simplemente.
—Oh, vamos. No eres una idiota, ¿o si? sabes perfectamente que él no se quedó a trabajar precisamente… —los ojos de Lali comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Poli —le advirtió Carlos —déjala ya… no podemos hacer nada si ella lo ama. Es su decisión. Como también es mi decisión quedarme a vivir aquí.

Lali no volvió a hablar. Su mirada estaba fija en la ventana… observando la inmensidad en color verde. A lo lejos se podían ver varios árboles, más verde, algunos animales y más árboles.

A veces sentía que Poli la odiaba… pero al final terminaba comprendiendo que su mejor amigo solo quería protegerla. Pero estaba segura que aquella no era la forma. Él sabía que ella quería a Benja. Y no entendía por qué él no lo aceptaba de una vez.

—Estamos ingresando, señor —habló Charlie desde adelante. 


Lali se acercó más a la ventana y la estancia comenzó a asomarse a sus ojos. Su corazón latió rápido. Su niñez estaba guardada en aquel lugar. Divisó un par de caballos y varios hombres que se giraban a ver la camioneta. 

El auto se detuvo. Lali sonrió emocionada y sin dudarlo se bajó. Sus pies tocaron el firme suelo de mármol de la entrada de la mansión. Miró algo embobada aquella casa. No recordaba que fuera tan grande. El aire fresco golpeó su rostro. Respiró profundamente mientras cerraba los ojos. ¿Cuándo había sido la última vez que había respirado tan bien? No lo recordaba. Su padre y Pablo se bajaron detrás de ella. Carlos sonrió y respiró profundamente

—Hogar dulce hogar —dijo en un susurró —Charlie, mete todas las cosas en la casa y luego puedes tomarte el día.
—Gracias, señor —dijo el chofer y se dispuso a bajar todas las valijas.

Carlos se acercó a la puerta y entró. Lali se quedó quieta en su lugar. No sabía muy bien que hacer. Se sentía algo perdida. Le daba la sensación de que no iba a conocer nada de lo que había dentro. Sintió que una mano tomaba la suya.

Levantó la cabeza y lo miró. Pablo tenía aquella mirada de niño arrepentido en el rostro. Y sin poder evitarlo una sonrisa se le escapó de los labios. Jamás podía estar mucho tiempo enojada con él.

—Te perdono, Poli —le dijo. Él sonrió aliviado.
—Yo también te perdono a ti —dijo. Ella lo miró divertida.
—Yo no te pedí perdón —aseguró.
—Pues deberías.

Lali rió y sin soltar la mano de su mejor amigo ingresaron a la casa. Ambos se detuvieron para contemplar todo. 
La boca de Lali casi tocó el piso al observar todo aquello. Realmente estaba completamente distinto a como ella lo recordaba.

—Papá… —dijo en un susurro. Carlos se giró a verla.
—¿Qué, mi amor? —le preguntó él.
—Esto está tan… distinto —estaba asombrada.
—Lo sé,… Mimí se ha encargado de hacer que este lugar luciera cada vez mejor con el correr de los años…
—¿Quién? —preguntó Poli intrigado.

Entonces una de las puertas se abrió y una mujer de cabellos rojizos entró a la sala. Se detuvo al verlos. Primero miró a Carlos y luego su mirada se dirigió a Lali y Poli. Su rostro cambió radicalmente al ver a la morena.

—¿Niña Lali? —murmuró.

La morena pestañeó seguidamente al sentirse algo… tonta. Pero recordó perfectamente a aquella mujer. ¿Cómo podía olvidarla? Ella le había hecho la mejor casa de muñecas de la historia.

—Mimí —sonrió al fin luego de unos segundos.

La mujer se llevó una mano a la boca para sofocar un sollozo y luego se acercó a ella para abrazarla.
Algo confundida Lali le devolvió el gesto. La mujer parecía verdaderamente emocionada de verla. La morena se sintió algo tonta.

—No puedo creer que seas tú, mi niña —le dijo y luego se alejó para observarla a la cara. Le acarició el cabello —Estás tan hermosa…

Lali sonrió algo tímida y luego miró a su padre. Carlos tenía una gran sonrisa en el rostro.

—Tú también estás hermosa, Mimí —le aseguró —no has cambiado nada.

Alguien acomodó la garganta.

—Te estás olvidando de presentarme, Sweetness —le reprochó Poli.
—Lo lamento —dijo divertida y soltó a la mujer —Mimí, él es mi mejor amigo… Pablo Martinez. Poli, ella es Mimí… la mejor creadora de casa de muñecas del mundo.

Mimí rió divertida y le tendió la meno a Poli.

—Mucho gusto.
—Mimí, si tú eres la que ha estado manteniendo este lugar de esta forma… déjame decirte que eres excelente decorando. ¡Me encanta!
—Muchas gracias, muchacho.
—Solo dime Pablo, Poli o… como te guste.

Mimí asintió y luego se giró a mirar a Carlos. Su corazón latió rápido. Siempre que lo veía se sentía como una tonta niña de 15 años. 

—No me avisó que llegaba con la niña, señor —le habló luego de unos cuantos segundos.

Carlos esbozó una suave sonrisa y se acercó a ella para tomar su mano y besarle el dorso. El corazón de Mimí latió más rápido aun.

—Quería darte una sorpresa —le dijo y luego soltó su mano.

Lali miró cómplice a Poli.

Este último le guiñó un ojo mientras asentía con la cabeza. Lali acomodó la garganta. Algo exaltada Mimí la miró.

—¿Qué les parece si les muestro sus habitaciones? —preguntó algo nerviosa —solo falta ponerles sábanas a las camas y listo…
—Me parece bien —dijo Lali.
—Si —asintió Poli —Muero muerto por darme un baño y descansar. El viaje fue agotador.
—Me imagino que si —dijo Mimí divertida.
—Mientras ustedes se acomodan yo voy a ir a mi despacho a hacer unas llamadas y a hablar con los muchachos…

Carlos le guiñó un ojo a Mimí y desapareció por una de las puertas. Al instante la mujer se puso roja como un tomate. Lali la miró divertida. 

—¿Qué sucede entre tú y papá, Mimí? —preguntó Lali. Mimí la miró como espantada y luego sacudió la cabeza.
—Nada, mi niña, nada —dijo rápidamente.
—Mimí —habló Poli y luego se acercó un poco para hablarle más bajo —no somos tontos… nos dimos cuenta de que ustedes dos se gustan.
—¡Dios me libre y me guarde! —exclamó ella escandalizada mientras comenzaba a subir las escaleras —yo soy solo el ama de llaves de este lugar… y llevo muchos años trabajando aquí. El señor Carlos y yo solo tenemos un mutuo respeto.
—¿Sabes cuando fue la última vez que vi a mi padre besar la mano de una mujer? —le preguntó Lali. Mimí negó con la cabeza —nunca…
—Ya basta, muchachos —dijo tan roja como un tomate. Se giró a ver al chofer que luchaba con las valijas —¿necesitas ayuda, Charlie?
—No, Mimí, muchas gracias —dijo él.

Siguieron subiendo hasta llegar al primer piso. Poli miraba realmente asombrado todo. Jamás pensó que ese lugar sería tan hermoso. Lali sentía una tonta emoción. Acababa de subir por las escaleras por las que había bajado corriendo más de un millón de veces. Estaba caminando por el pasillo por el que había bailado un millón de veces. Entonces se detuvieron frente a una puerta.

Sin dudarlo dos veces Lali abrió la puerta y entró a lo que había sido su antigua habitación. Estaba casi como ella recordaba. Solo que ahora había una cama más grande y ya no era rosa. Y sintió nostalgia… pensar que ella casi había olvidado todo eso.

¿Por qué había veces que las personas olvidaban lo importante de la vida? ¿Por qué al crecer… se dejaba de lado aquella hermosa niñez? ¿Por qué se le llamaba infantil a los sentimientos bonitos y confusos? Se acercó hasta la nueva cama. Se sentó con cuidado y luego miró a Mimí y Poli. Estos dos la observaban confundidos. Lali soltó un suspiro y luego se dejó caer boca arriba en la cama. Su mirada quedó fija en el techo… techo que seguía teniendo las mismas nubes pintadas de siempre. Sonrió.

—¿Qué te pasa, Darling? —preguntó Poli.
—Nada… —ella sonrió aun más —solo que me estoy sintiendo… muy en casa. 



CONTINUARA...

COMO ME HABEIS DICHO QUE SIGA LA NOVELA AQUI TENEIS EL CAPITULO 2 

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