lunes, 23 de febrero de 2015

Wild Horses 4






CAPITULO 4

Lali sacaba ropa y más ropa de su valija, y con sumo cuidado la ordenaba en su nuevo placard. Se sentía realmente contenta de haber aceptado acompañar a su padre al campo. No pensó que le iba a hacer tan bien. Poli entró algo agitado a la habitación. Ella lo miró extrañada.

—Al parecer hay problemas por allí —le contó y volvió a salir al balcón.

Lali frunció el ceño y dejó las cosas para salir también. A lo lejos observó las caballerizas. Sonrió al recordar aquel lugar. Luego iría a darle un vistazo. 

Entonces divisó a Mimí caminando con un muchacho rubio que venía acompañado de un señor que lo llevaba casi colgado. Al parecer estaba herido o algo así.

—¿Habrá pasado algo malo? —preguntó ella. Poli se encogió de hombros.
—No lo sé —dijo él —pero allá va tu padre en un caballo.

Lali miró en la dirección que su amigo le había indicado. Y si, aquel hombre era su padre montado en un caballo. Al lado de él había otro hombre. No podía distinguirlo bien ya que se estaba alejando a toda velocidad.

—¿Qué habrá pasado? —inquirió la morena.
—Podemos bajar a preguntarle a Mimí —dijo Poli contento e ingresó de nuevo a la habitación.

Lali se quedó unos segundo más, observando como su padre y aquel hombre se perdían en el horizonte. Por lo que sabía en aquella dirección quedaba la estancia de los Igarzabal. Tuvo que haber pasado algo malo para que su padre se fuera sin decirle nada. Soltó un suspiro y entró. Poli ya estaba parado en la puerta.

—¿Qué te sucede? —dijo ella divertida.
—Vamos, beauty, necesito saber que pasó —dijo él.
—Eres tan… chismoso.

Salieron de la habitación y podría decirse que Poli casi la hace correr por el pasillo hasta llegar a las escaleras. Bajaron a las risas, pareciendo dos niños más que dos personas grandes. Corrieron una carrera hasta la cocina y entraron rápidamente. Se detuvieron al verlos a allí. Mimí los miró algo sorprendida. Y Lali posó su mirada en el chico rubio.

—¿Qué pasó, Mimí? —preguntó Poli mientras se acercaba un poco más a la mesada.
—Nada, muchachos, tranquilos —les dijo ella. Lali
 seguía mirando al chico rubio. Este también la miraba fijamente.
—¿Niña Lali? —inquirió él.

Ella levantó la cabeza para encontrarse con el hombre de cabellos casi blancos. Lo observó bien, tratando de reconocerlo. Hasta lo que lo hizo.

—¿Pedro? —preguntó sin poder creerlo. 

El viejo se quitó el sombrero y la miró como si ella fuera de mentira. Lali se acercó sin dudarlo a él y lo abrazó. Aquel hombre era como un abuelo para ella. Cuando era pequeña él era siempre el que le contaba las mejores historias de hadas y duendes que habitaban por allí. Era como si de a poco su niñez la envolviera. El anciano le devolvió el gesto con algo de inseguridad, pero al final la abrazó.
Luego de unos segundos ella se alejó para mirarlo a la cara. El hombre tenía varias lágrimas en los ojos.

—Pensamos que se había olvidado de nosotros, niña —le dijo él.
—¿Olvidarme? —inquirió —¿Estás loco, Pedro? ¿Cómo iba a olvidarme yo de mi abuelito de campo?
—Estás más bonita de lo que recuerdo, mi niña —le dijo con ternura.

Lali sonrió algo emocionada y giró para mirar a su amigo.

—Poli, él es Pedro… es el peón más antiguo de estos campos. Es como… el guardián.

El castaño se acercó a Pedro y le tendió la mano.

—Mucho gusto, señor. Soy el mejor amigo de Lali… casi como hermanos.
—El gusto es mío, joven —dijo Pedro.

Lali se acercó de nuevo a Mimí que estaba muy concentrada limpiando la herida del chico rubio.

—¿Y quién es él? —le preguntó Gas. la miró.

Él creía saber quien era esa chica… o eso creía. Una vez, hacía bastante tiempo, había encontrado una foto de ella, cuando era más niña, en la habitación de Lali. El castaño casi lo había asesinado por andar revisando sus cosas y luego había guardado la foto en algún lugar que él no supo encontrar más.

—Él es Gas, mi sobrino —dijo Mimí. Lali le sonrió y le tendió la mano.
—Mucho gusto Gas, soy Lali.
— Lali es la hija del señor Esposito —le aclaró su tía.

Algo inseguro Gas tomó la mano de la morena. Ella le sonrió levemente. 

—Es un placer conocerla, señorita —habló algo tímido.
—Ya —dijo Poli mirando a todos alternativamente —¿alguien va a decirnos que pasó? porque no por nada ese muchacho tiene una herida en el brazo y no por nada Carlos se fue en caballo a toda velocidad no sé a donde.
Mimí sonrió divertida y sin querer le apretó un poco el brazo a Gas. Este se quejó y la miró mal.
—No me mires así, jovencito —lo retó. Él dejó de mirarla —hubo un pequeño problema con los hijos de Igarzabal…
—¿Con Alejandro y Federico? —inquirió Lali.
—Si, con esos mismos —asintió Mimí.

—Aaagh —resopló Lali —siempre me cayeron mal esos dos. Cuando yo era niña no hacían nada más que molestarme…
—Te digo que no han cambiado mucho —le aseguró Pedro —siguen siendo los mismos inútiles de siempre. 


Con la diferencia de que ahora se creen los dueños y señores.

—¿Y cuál fue el problema? —quiso saber ella.
— Gas está enamorado de Rochi…
—¡Tía! —exclamó él sin poder creerlo.
Ella lo miró divertida.
—¿Qué? —le preguntó —solo les estoy contando como son las cosas.

Lali se sentó al lado de Mimí para mirar a Gas


—¿Estás enamorado de la pequeña Rochi? no la recuerdo mucho porque su padre no la dejaba salir a jugar cuando era una niña.
—Emmm, yo no lo sé. A decir verdad… ella es linda, pero no porque su padre y… aaagh, no lo sé.
—Aaaw —Poli también se acercó para sentarse al lado de Lali —me muero muerto, una historia de amor como en las novelas.

Gas se puso de todos los colores y Mimí soltó una estrepitosa carcajada.

—Como les estaba diciendo… Gas está enamorado de Rochi y al parecer ella también lo está de él. Cosa que puso como loco a Robert, desde que lo supo no la ha dejado salir ni por asomo. La pobre ha estado escapándose a cada rato de su casa. Por eso mismo han mandado a construir esa nueva valla.

—Maldito loco —murmuró Lali —pobre niña, debe ser horrible tener un padre así.
—Si —musitó Gas —lo odio.
—Y al parecer Gas se acercó a sus tierras… y los Igarzabal salieron a los tiros. Agradezco a dios que solo la bala lo haya rozado.

—Y por eso su padre ha decidido ir a hablar con el señor Igarzabal. Está situación no puede seguir así —agregó Pedro. Lali
 volvió la mirada a Gas. 

—¿Cuántos años tienes? —le preguntó.
—19 —contestó él algo extrañado.
—Pareces más pequeño —aseguró. Él la miró con el ceño fruncido.
—Tú pareces más pequeña…
— Gas —lo retó Mimí.

Lali rió por lo bajo.

—¿Por qué lo retas, Mimí? —preguntó Poli —el muchacho tiene razón. Lali tiene 22, pero parece apenas una niña de 15.
—Cállate —le dijo la morena —que sea bajita no significa que parezca de 15.
—En realidad si —asintió Mimí.

Todos rieron en la cocina y Mimí terminó de curar bien a Gas. Lo mandó a acostarse y descansar, ya que había perdido bastante sangre. Poli se disculpó y se retiró a su habitación para dormir un poco antes de que la cena estuviera lista. Pedro salió para mandar a los demás peones a sus casas. El día ya había terminado.

Lali se quedó con Mimí en la cocina, ayudándola con la comida. Luego de unos cuantos minutos decidió salir a tomar un poco de aire.

—Ten cuidado, niña. Mira que por aquí hay muchos mosquitos —le advirtió Mimí.

Lali le sonrió.

—Solo iré a ver a los caballos… tendré cuidado.



CONTINUARA...

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